Dossier Temático

Exilio y circulación de profesionales en las escuelas de arquitectura, de Argentina a México (1974-1983)

Exile and circulation of professionals in architecture schools, from Argentina to Mexico (1975-1983)

María Eugenia Durante (*)
CONICET; Universidad Nacional de La Plata, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6089

ISSN-e: 2362-6097

Periodicidad: Semestral

vol. 9, núm. 17, 2022

aypcontinuidad@fapyd.unr.edu.ar

Recepción: 30 Julio 2022

Aprobación: 20 Octubre 2022



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v9i17.385

CÓMO CITAR: Durante, M. E. (2022). Exilio y circulación de profesionales en las escuelas de arquitectura, de Argentina a México (1974-1983). A&P Continuidad, 9(17). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v9i17.385

Resumen: El exilio forzado por la persecución política y la dictadura cívico-militar generó el arribo de muchos profesionales arquitectos/as argentinos/as a México desde 1974. Gran parte de ellos provenía de las escuelas argentinas donde se daban procesos de discusión y ensayo de nuevas formas de enseñanza de la arquitectura, vinculándola a las problemáticas de la realidad social y la práctica militante, como el Taller Total de Córdoba, los talleres de La Plata y los Talleres Nacionales y Populares de Buenos Aires. Al arribar a México, algunos se insertaron a trabajar en diversas universidades del país donde también ocurrían procesos de renovación como el Autogobierno Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las discusiones en Puebla y la creación de las Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Azcapotzalco y Xochimilco. A partir de un trabajo de entrevistas a varios arquitectos/as exiliados/as, el artículo apunta a caracterizar y dimensionar la circulación de profesionales e identificar los diálogos entre dichas experiencias significativas, lo que permite conocer el impacto de las trayectorias exiliares en las continuidades y transformaciones de la enseñanza latinoamericana de arquitectura.

Palabras clave: exiliados, escuelas de arquitectura, profesionales, historia latinoamericana.

Abstract: Forced exile due to political persecution and the civic-military dictatorship gave rise to the arrival of many Argentine architects in Mexico from 1974 onwards. Many of them came from Argentine schools where discussion processes and testing of new ways of teaching architecture had taken place linking it to social reality and militant practice issues such as Taller Total of Córdoba, the Workshops of La Plata and the National and Popular Workshops of Buenos Aires. Once in Mexico, many architects worked in various universities where renewal processes had also taken place, for example, the Self-Government Architecture of the National Autonomous University of Mexico, the discussions in Puebla and the creation of the Metropolitan Autonomous University Azcapotzalco and Xochimilco. Based on interviews with several exiled architects, the article seeks to characterize and measure the circulation of professionals as well as to identify the dialogues dealing with their significant experiences, which, in turn, enables to know the impact of exile trajectories on continuities and transformations in the Latin American teaching of architecture.

Keywords: exiled, architecture schools, professionals, Latin American history.

Introducción

El arribo de arquitectos/as argentinos/as a México, a partir de 1974, se produjo en el marco de una persecución política y de violencia paraestatal desatadas con fuerza en Argentina, apuntando fundamentalmente a quienes militaban en sectores de la izquierda y el peronismo, tanto estudiantes y profesores universitarios, como trabajadores y sindicalistas, así como también a sus familiares y allegados/as, tal como lo muestra el número de desaparecidos/as. Esto generó un proceso de exilio masivo de argentinos/as a diversos países de la región y Europa, junto con chilenos y uruguayos, quienes también escapaban de la persecución y violencia instaurada por los gobiernos militares. En este contexto, México se convirtió en uno de los principales países receptores de la región, lo cual era coherente con su larga trayectoria como país receptor de los exilios políticos durante el siglo XX –basta recordar el arribo de Trotsky o la recepción del exilio español–, pero contradictorio con una política represiva y excluyente hacia el interior (Yankelevich, 2002, p. 9). En Argentina, en 1974, tras la muerte del presidente Gral. Juan D. Perón y la asunción de su vicepresidenta, Isabel Martínez de Perón, se consolidó un andamiaje paraestatal de persecución, detención, tortura, desaparición y asesinato, a través de organismos como la Triple A y la Concentración Nacional Universitaria (CNU), que se profundizó e institucionalizó con el gobierno militar, instaurado desde el golpe del 24 de marzo de 1976. Este proceso llevó a muchos a optar por el exilio de manera forzada, lo cual implicó no solo la distancia con los afectos y lugares cotidianos, sino también “el progresivo abandono de las certezas con las que se había construido el mundo radicalmente politizado de los años sesenta y setenta” (Casco, 2008, p. 149).

Los exiliados/as aterrizaron en México de manera individual o con sus familias y se fueron encontrando con muchos/as otros/as, favoreciendo el armado de redes de solidaridad y espacios de encuentro, como la Casa Argentina de Solidaridad (CAS) y el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). A su vez, ciertos sectores profesionales se agruparon para generar acciones de visibilidad y/o tender redes laborales, como el Grupo de Arquitectos e Ingenieros Argentinos en el Exilio en México (GAIAM). De este espacio surgió la participación colectiva en el XIII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) en 1978, realizado en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México: allí se llevaron declaraciones de denuncia sobre los crímenes de lesa humanidad, pero también ponencias conjuntas en torno a ciertos debates disciplinares (Durante, 2021, p. 10). En este contexto, entraron en acción diversas redes profesionales que se habían configurado durante los años anteriores y que tuvieron un papel importante en la facilitación de la inserción de los arquitectos/as en las instituciones mexicanas.

Previo al exilio, hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta, en Argentina se multiplicaron los cuestionamientos y construcción de espacios alternativos en la enseñanza de arquitectura. Las experiencias del Taller Total de Córdoba, los talleres verticales en La Plata y Rosario, los Talleres Nacionales y Populares de Buenos Aires buscaron constituirse en alternativas para vincular la formación de arquitectura a los problemas sociales del hábitat y la lucha política revolucionaria que permeó en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Los protagonistas de estas experiencias fueron los primeros en ser perseguidos por la violencia desatada, y muchos de ellos/as se exiliaron del país. Este proceso de radicalización política del sector universitario y profesional se encontró, expresado de maneras diversas, en toda Latinoamérica. Durante los años que arribaron los exiliados/as, en México se encontraban en pleno desarrollo diversas experiencias de enseñanza de arquitectura que buscaban formas de vincularse al problema social y político, haciendo eco de los reclamos del movimiento estudiantil de fines de los sesenta. Las experiencias de Autogobierno Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la creación de la Universidad Autónoma de México (UAM), la reformulación de los planes de estudio de arquitectura en Puebla, Toluca, Nueva León, entre otras, muestra que los cuestionamientos a la formación eran moneda común en gran parte de las escuelas de arquitectura para inicios de los setenta.

El presente artículo apunta, principalmente, a analizar aquellas trayectorias que se insertaron en las universidades mexicanas, sin embargo, se reconoce que hubo muchos/as arquitectos/as exiliados/as que no se insertaron en los ámbitos académicos, sino en el campo profesional privado u oficinas estatales. Gracias al listado facilitado por uno de los entrevistados (Fig. 1), se reconocen unos setenta arquitectos/as argentinos/as que arribaron a México [1], entre los cuales, al menos, la mitad se insertó en alguna de las escuelas de arquitectura a realizar tareas de docencia, investigación y/o a realizar un posgrado. Para el presente trabajo, se recuperan las trayectorias de Isabel Briuolo, Daniel Schavelson y Delia King de Beato, para este último caso, se hace referencia a la entrevista realizada a su hija Raquel Beato. Estas tres trayectorias[2] dan cuenta de la complejidad del proceso de inserción en las instituciones mexicanas, los diálogos e intercambios, así como sus pasos previos al exilio en las universidades argentinas.

Además de las tres trayectorias que se recorren en el artículo, otros profesionales se insertaron en las escuelas de arquitectura de México. Entre ellos, encontramos que en la UNAM dieron clases Mario Molina y Vedia, Gustavo Zilocchi, Alfredo Valladares, Claudia Gola, entre otros. En la UAM, tanto Azcapotzalco como Xochimilco, estuvieron Tulio Fornari, Chel Negrin (Carranza, 2019), Ilse Fisher, Elsa Larrauri, Irma Plaza, Ricardo Sandler y otros/as, ya que la UAM fue de las principales receptoras de los exiliados/as conosureños. En la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) estuvieron Alejandro Manchon, Martha Marcó del Pont y Susana Rappo. En la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) fueron profesores Elsa Ruth Martínez Conde y Leo Carlos Stellino Ferraris. En el Colegio de México (COLMEX) ingresó Martha Schteingart, quien continúa hasta la actualidad realizando tareas de investigación y docencia de posgrado. Por último, resulta interesante los casos de Isolda Maur y Gustavo Brito, quienes participaron junto al mexicano Rafael López Rangel en la formulación del plan de estudios de la carrera de arquitectura en Sinaloa, durante su exilio en suelo mexicano.

Listado de arquitectos/as argentinos/as exiliados/as en México realizado por
el arquitecto Fermín Estrella y Carlos Lavore en 1978 para organizar un grupo
previo al Congreso de la UIA.
Figura 1
Listado de arquitectos/as argentinos/as exiliados/as en México realizado por el arquitecto Fermín Estrella y Carlos Lavore en 1978 para organizar un grupo previo al Congreso de la UIA.
Fuente: Archivo Carlos Lavore.

Se recurre a una metodología cualitativa apoyada en entrevistas en profundidad para recuperar las trayectorias de arquitectos/as y sus miradas sobre sus experiencias individuales y colectivas; miradas atravesadas por la violencia política y los traumas que generó el exilio forzado. Algunos de los entrevistados/as nunca regresaron a vivir a Argentina, otros/as volvieron de manera parcial o retornaron en 1983 cuando se consolidó la vuelta a la democracia. Esto obliga a mirar los testimonios a la luz de las particularidades de sus trayectorias, sin generalizar, ni homogeneizar sus experiencias exiliares. Se realizó también un trabajo de archivo, sobre fuentes documentales y en revistas especializadas, sin embargo, a los fines del presente artículo, se evaluó la necesidad de hacer foco en las perspectivas biográficas para dar cuenta de la diversidad y complejidad de las experiencias vividas en torno al tránsito por los diferentes campos académicos en sus trayectorias exiliares.

Construcción del objeto exiliar

La multiplicidad de trayectorias identificadas al observar un sector profesional en particular, obliga a recuperar la noción de exilio como fenómeno plural, compuesto de múltiples exilios, de miles de historias individuales, lo que permite responder a “aquellas imágenes simplistas y cristalizadas entre los extremos de la demonización castrense (‘subversión en fuga’, agente de la ‘campaña antiargentina’) y la idealización surgida en el contexto de la temprana transición (víctimas, jóvenes, idealistas, mártires, héroes)” (Jensen y Lastra, 2015, p. 104). Para entender el exilio, es necesaria una perspectiva que combine niveles y escalas de análisis, entre el territorio que expulsa y la sociedad de destino, “aprehender el objeto exiliar comporta interesarse por la experiencia de aquellos que viven entre un ‘aquí’ y un ‘allá’, dos geografías, pero también dos tiempos políticos, existenciales y simbólicos” (Jensen y Lastra, 2015, p. 100). Observar los nexos a escala regional, los mecanismos de circulación, las estrategias de resistencia y las redes de solidaridad obliga a trascender el análisis dentro de las fronteras nacionales, “los exilios permiten pensar en un espacio público supranacional y en la constitución de solidaridades colectivas, redes intelectuales internacionales, protección universal de derechos y culturas políticas supranacionales” (Jensen, 2011, p. 2). En este sentido, la historia transnacional permite recuperar la circulación y enriquecer los análisis políticos a partir de “una consideración más cuidadosa de los intercambios culturales y el papel de la cultura en los proyectos interamericanos” (Weinstein, 2013, p. 5). El objeto exiliar exige una revisión permanente de sus fuentes y metodologías, donde la escala y dimensiones de análisis se convierten en parte del problema; es poliédrico, complejo y contradictorio (Jensen y Lastra, 2015). Esta mirada poliédrica permite identificar “momentos de reconfiguración de subjetividades y de rearmado de proyectos políticos, dispositivos de represión y estrategias de resistencia, confrontación de memorias y de historias en colectividades que décadas después de su constitución, continúan generando ansiedades y despertando interrogantes” (Yankelevich, 2016, p. 24).

Por último, interesa señalar una serie de trabajos que estudian el exilio de intelectuales de campos profesionales particulares, los cuales permiten reflexiones valiosas para analizar los materiales generados. Situados en el campo de la educación, por un lado, se encuentran los trabajos de Suasnábar (2009; 2016) quien se centra en las revistas político-culturales, para poder pensar el campo de ideas y sus transformaciones en sus contextos de producción, alejándose de las subjetividades particulares de los actores. Por otro lado, el trabajo de Romo Beltrán (2016) se centra en un caso particular de innovación institucional en la Facultad de Filosofía y Letras de Nuevo León, a través de la reconstrucción de la historia de vida de una de sus académicas, exiliada argentina. Yendo al campo del psicoanálisis, se encuentran los trabajos de Blanck-Cereijido (2002) quien parte de su propia experiencia personal y da cuenta del impacto en la conformación del campo y de la configuración de ese “psicoanalista-exiliado”. Manzanares Ruiz (2019) aporta a la historiografía del psicoanálisis, desde una perspectiva que amplía la mirada indagando en los aportes de diversas disciplinas, temporalidades más largas y múltiples escalas. En este sentido, también podemos ubicar al libro reciente, compilado por Lastra (2021), donde trabajos de diferentes investigadores permiten reconstruir el proceso de transformaciones en el campo de la salud mental. Por último, hay una serie de trabajos que indagan en los exiliados/as de la literatura argentina (Lorenzano, 2002) y de carreras humanísticas (Fernández, 2002) que arribaron a México.

Las experiencias de salida, territorio de militancia y expulsión

La realización de entrevistas a personalidades con trayectorias muy diversas permite complejizar la mirada del exilio, salida, expulsión, así como de la recepción, inserción, etc. Lejos de encontrar una voz unísona y coincidente sobre las experiencias vividas, se detectan múltiples formas de circulación y tránsito a través de las instituciones.

El escenario previo a la salida del país encontraba en las escuelas de arquitectura locales diversas experiencias que indagaban en nuevas formas de enseñanza, motivadas por la radicalización política de estudiantes y docentes, y la necesidad de vincular sus perspectivas transformadoras a su formación y práctica profesional. En esta dirección, es posible encontrar diversas lecturas sobre ese proceso previo que se vivía, que tiene sentido en el marco de trayectorias que dan cuenta de generaciones distintas (algunos/as, docentes de varios años; otros/as, estudiantes avanzados o recientes ingresantes), formas de militancia diversas (no todos participaron en las organizaciones, y quienes participaron lo hicieron en diferentes espacios políticos), y de vinculación con otras instituciones y redes regionales (quienes tenían experiencias previas de intercambios en diversos ámbitos académicos).

En sus pasos previos al exilio, el adquirir conciencia se configuró a partir de formas muy diversas de vincularse a ese debate político y a la militancia. Según las entrevistas realizadas, cuando devino el golpe, algunos eran estudiantes avanzados; otros graduados/as recientes; en su mayoría, correspondientes a un sector que tenía una activa militancia dentro de las organizaciones políticas. Por ejemplo, aquí se puede recuperar la historia de Isabel Briuolo, junto con la de sus compañeros Andrés Weiger y su compañera Virginia Barrios, quienes formaron parte de la conducción de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la UBA [3]. Isabel cuenta “que nada era con una conciencia política hasta el año 71, que por invitación de una compañera de la facultad, muy querida, [...] me invitó a un Campamento Universitario de Trabajo” (CUT, Isabel). Los CUT fueron espacios de socialización política motivados por el cura Macuca Llorens, donde los jóvenes iban a convivir con sectores rurales y/o urbanos populares, generando aprendizajes a partir de una experiencia directa con la situación de pobreza y marginalidad (Baraldo, 2019). Su militancia comenzó en un sector cercano a la nueva izquierda [4], y luego se sumó a las filas de la JUP, donde tuvo una importante actividad durante lo que fueron los Talleres Nacionales Populares (TANAPO), siendo la secretaria del decano Ibarlucía[5]. A este grupo lo echan en la intervención de la UBA en septiembre de 1974. Isabel había logrado graduarse unos meses antes y siguió militando. Este grupo tuvo prácticas relacionadas con las barriadas populares, y se desvincularon de la militancia cuando se decidió el paso a la clandestinidad. Para aquellos años, “habían empezado a caer muchos compañeros, a cada rato estábamos yendo a velorios cuando se podía, era muy terrible” (Briuolo, comunicación personal, marzo 25, 2022), por lo que debieron vivir de manera clandestina. En un contexto que se recrudeció con el golpe de marzo del 76, y ante recurrentes amenazas e información de que Andrés, su compañero de entonces, era buscado, decidieron irse del país.

Dentro de este grupo generacional, podríamos ubicar a Daniel Schavelzon quien se graduó en 1975, un año antes de irse a México. Sin embargo, su historia es muy diferente, cuenta que no tuvo una militancia activa, aunque sí vinculaciones con algún sector del Partido Comunista Revolucionario (PCR), “pero sí estaba en todas, porque estaba en la facultad a la mañana, a la tarde, me movía. En el Centro de Estudiantes colaboraba, participaba, pero nunca fui un militante de la facultad, militante de lo que se llamaba militante” (Schavelzon, comunicación personal, mayo 27, 2022). Daniel quería estudiar antropología, pero la carrera se encontraba desarticulada por la intervención de la dictadura de Onganía. Eligió Arquitectura, donde ingresó en 1968, pero siempre con una mirada más orientada hacia la historia, lo que lo llevó, desde muy joven, a involucrarse en tareas de investigación. Allí trabajó en dos espacios muy distintos, colaboró con Jorge Enrique Hardoy[6] en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) ubicado en el Instituto Di Tella y en el Instituto de Arte Americano (IAA) de la FAU-UBA. En este último, tuvo diferencias con su dirección, que derivó en un enfrentamiento que, según Daniel, “la salida, la ida a México, no fue por la militancia en la facultad, porque no llegaba al nivel de otras personas que sí estaban jugadas, sino por el enfrentamiento con Gazaneo y Scarone”[7]. Ante las persecuciones e intimidaciones que sufrió parte de su familia, la advertencia de que se venía el golpe militar y la situación de tensión y conflicto en la facultad, decidió irse del país una semana antes del 24 de marzo de 1976. Daniel explica que, en aquel momento, “aunque no esté primero en la lista, voy a estar tercero, sumado a lo que estaba pasando en la facultad, los desaparecidos, y que todo el tiempo faltaba alguno… aunque no sea el primero, en algún momento llega”.

A otra serie de personalidades se las podría agrupar en una generación que eran docentes o investigadores/as al momento de irse de Argentina, pero que, nuevamente, encontramos profundas diferencias en sus trayectorias previas y motivos de la salida. Aquí se ubica Delia King de Beato. Se recibió de arquitecta en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) a fines de la década del cincuenta, en 1961 se fue a realizar un posgrado a Río de Janeiro, para luego regresar a Córdoba a dar clases, como recuerda su hija Raquel Beato, “cada vez que venía cada dictadura militar, los echan, y luego se vuelven a presentar a exámenes de oposición” (Beato, comunicación personal, abril 17, 2022). El esposo de Delia, papá de Raquel, era Guillermo Beato, historiador que llegó a ser decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la UNC. Guillermo y Delia no tenían una militancia en una organización política específica, pero sí expresaban una coincidencia con las ideas vinculadas al marxismo y al compromiso con las problemáticas sociales. Como cuenta su hija, su papá “era una persona con un tipo de ideología, [...] era una persona socialista, pero no estaba en la militancia total, pero tenía muy claro su posicionamiento. [...] Y mi mamá no era activista política, pero siempre estuvo trabajando con esta línea social”. Delia fue docente en el Taller Total de Córdoba[8], de hecho, participó en el armado y organización previa de la propuesta. Su salida comienza con el exilio de Guillermo en diciembre de 1974, luego de recibir sendas amenazas, principalmente de parte de la Triple A, que decían por la radio local “Beato, vamos por ti”. Raquel comenta que su papá decía: “hay que irse, esto no es los golpes militares anteriores”, él era historiador, y veía que le empezaron a desaparecer los estudiantes que estaban metidos en estas organizaciones políticas, ya no importaba, agarraban con todo”. En junio de 1975, Delia junto a sus dos hijas, Raquel y Carmen, se exiliaron a México donde se encontraron con Guillermo.

Complejas formas de inserción en las escuelas de México

Una vez en suelo mexicano, la situación también fue muy diversa para cada uno/a de los exiliados/as. Hubo diferentes formas, tiempos y lugares de inserción en las universidades, y a la vez se encontraron con diversas dificultades y posibilidades, las cuales se vincularon a sus contactos y redes tanto previas como construidas en el exilio. A continuación, se vuelve sobre las trayectorias recorridas en el apartado anterior, para divisar cómo fue su inserción en las escuelas de arquitectura mexicanas.

Isabel, Virginia y Andrés ingresaron a la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM. Primero llegaron Andrés e Isabel, y unas semanas después Virginia y su compañero, ambas parejas encontraron alojamiento en la casa de “una amiga de una amiga”, que era uno de sus pocos contactos que tenían en México. Era un departamento pequeño, pero rentaron la habitación y la dividieron en dos con unas cortinas para que cada pareja tuviera su lugar. Una vez en suelo mexicano, tuvieron que salir a buscar trabajo, porque ingresaron con un supuesto vuelo de salida a Guatemala y debían formalizar su situación de papeles. La búsqueda fue como pudieron, con lo poco que tenían a mano, “Andrés tenía un traje, entonces el traje de Andrés lo usábamos todos. [...] Teníamos que escribir nuestro currículum, entonces íbamos a Santo Domingo, a los portales, donde están los escritorios públicos” (Briuolo, comunicación personal, marzo 25, 2022). Desplegaron sus contactos y pidieron otros contactos, a quienes visitaron con los currículums, y, en pocos días, consiguieron entrar a una empresa de planificación urbana, como dibujantes. Además, gracias a un contacto en la UNAM, consiguieron entrar como docentes en uno de los talleres de letras[9]. Sin embargo, el profesor titular tenía muy malos tratos con ellos, por lo que buscaron otro taller, que consiguieron gracias a una de las docentes, Olga, quien los insertó en el Taller A, de Álvaro Sánchez, del turno mañana. Se mantuvieron un tiempo en ambos talleres, y se sumaron a otro más en el 79, y, a la par, debían mantener otros trabajos profesionales para poder subsistir. Isabel señala que “no existes, y vas siendo cuando te van conociendo. [...] Entonces estaba en tres talleres, y además tenía clases, llegó un momento en que tenía mil horas”.

Debido al contacto inicial que tenían y al desconocimiento de la situación de la FA-UNAM, aterrizaron en los talleres de letras, que eran la contrapartida del Autogobierno Arquitectura y sus talleres de números. Isabel señala que “Álvaro Sánchez era un tipo muy particular, estaba en letras pero era mucho más parecido al Autogobierno. Era el taller A pero era un tipo muy particular” . Sin embargo, debido a su trayectoria militante, se hicieron la pregunta de por qué no estaban en el Autogobierno: “la duda era dónde estar, en el lugar donde todos piensan como vos o más parecido, o el lugar es aquel donde puedas abrir brechas con otros, aunque no piensen exactamente así. Digamos que de los talleres de letras, el más numeroso era este”. Unos años después, en 1985, realizó la Maestría en Arquitectura del Autogobierno, donde conoció a sus profesores más reconocidos. Virginia también ingresó como docente en la FA en los talleres de letras, y Andrés fue invitado a participar en la escuela de arquitectura de Toluca, especialmente en la reelaboración de su plan de estudios.

En el ámbito laboral privado, Isabel y sus compañeros/as pudieron ingresar rápidamente a un despacho donde eran valorados por sus formas de trabajo. En la empresa “entramos como dibujantes, a la semana éramos planificadores, y al mes me dijeron si no quería ser la directora de una cuestión de planificación” (comunicación personal, 25 de marzo de 2022). Sobre esto reflexiona que no debe “caer muy bien, que llegues y…”, haciendo alusión a la actitud de sus colegas. Para ella, había una valoración de su actitud de trabajo, responsabilidad, compromiso; de hecho, relata la anécdota de cuando cruza un día al director de la FA, dos años después de ingresar, y “me dice ‘la quiero felicitar’, ‘¿por qué?, le digo yo; ‘porque tienes el 98% de asistencia’. [...] Era como una actitud diferente. Además, en el exilio tienes que remar para adelante porque todo está por hacer”.

Otra serie de dificultades se le presentaron por ser extranjera. Isabel recuerda que en el 79 hubo una huelga fuerte de docentes, donde participaron porque “ni Andrés ni yo éramos de quedarnos quietos ni callarnos la boca. En el 79 hubo una huelga [...] necesariamente para nosotros no había compartimentos estancos entre la política, la vida, lo que pasaba, la ideología”. Sin embargo, tuvieron que sortear algunas amenazas de sus colegas, que le decían “te voy a hacer aplicar el 33”, un artículo que prohibía a los extranjeros participar en cuestiones de política en México. Unos años más tarde, en el 83 la invitaron a ser secretaria académica de la FA, lugar que no pudo tomar por su condición de extranjera, cuestión que la UNAM no permitía. Al poco tiempo, Isabel se nacionalizó, al casarse con su compañero mexicano. Isabel nunca volvió a vivir a Argentina, solo ha regresado por períodos cortos a visitar familia, amigos o hacer colaboraciones con algunas cátedras de arquitectura en la UBA.

Daniel, por su parte, se fue primero a Ecuador, donde vivió dos años en Quito. Arribó a suelo ecuatoriano con las cartas de recomendación que le había hecho Jorge Enrique Hardoy, quien tenía contactos en toda Latinoamérica. Hardoy le dio cartas para el decano de la facultad de arquitectura de Quito y para el director del museo del Banco Central. En la primera ingresó a pocos días de llegar, y en el segundo estuvo realizando trabajos particulares. Se fue de Ecuador porque “al poco tiempo de empezar a trabajar, la facultad entró en una huelga muy grande, entonces no pagaban los sueldos, y estuve como 8 meses sin cobrar el sueldo. Entonces cuando al final me pagaron todo junto, dijimos nos vamos” (Schavelzon, comunicación personal, mayo 27, 2022). Para México también contaba con un par de cartas de Hardoy, las cuales le permitieron el acceso a sus primeros trabajos. Al poco tiempo, ingresó a dar clases en el Autogobierno Arquitectura de la FA-UNAM, en la materia historia de la arquitectura, junto con Jorge Ramos de Dios. También ingresó a dar clases en la Escuela de Churubusco del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde dictó historia y teoría de la restauración. Daniel señala que en México era “increíble que llegabas y a las 48hs estabas trabajando”, según su opinión esto se debía a la solidez de las instituciones mexicanas, “yo creo que México es un país de construcción de instituciones. Es decir, el Instituto Nacional de Antropología e Historia lo fundaron en el año 35 y sigue funcionando, sigue existiendo y cada vez es más grande”, como contracara de esa realidad señala el ejemplo del CEUR de Hardoy, el cual siempre tuvo dificultades en su país.

A pesar de irse de Argentina, es posible identificar ciertas prácticas de control e intimidación que sufrieron los exiliados/as en suelo mexicano. Esto es visible en una anécdota que relata Daniel, cuando un día visita su lugar de trabajo –la Escuela de Churubusco– la profesora Mabel Scarone, quien era integrante del equipo de Gazaneo, y solicitó hablar con el director. Al enterarse de esta situación, Daniel pidió estar presente en la visita de la profesora haciéndose pasar por el secretario del director, sentado en un escritorio a un costado. La profesora ingresó a la oficina y no lo reconoció, se acercó al director “sacó un papel y dijo ‘estos arquitectos están acá, es gente que está en una campaña antiargentina’, entonces yo ahí me paré y le dije mira soy… y se armó un quilombo”. Gazaneo era parte del equipo de gestión de Héctor Mario Corbacho, decano interventor de la FAU-UBA, al cual se lo vinculó con el señalamiento de estudiantes y docentes vinculados a la militancia[10].

El regreso de Daniel al país también tuvo que ver son sus redes profesionales. Luego de la guerra de Malvinas, Hardoy junto a Ramón Gutiérrez fueron a México y convencieron a Daniel que regresara, comentándole que ya lo habían recomendado con el decano interventor de la FAU-UBA, Dujovne. Daniel cuenta que Gutiérrez “hizo todo un recorrido por América Latina, al igual que Hardoy, hablando con distintas personas para que vuelvan, para convencerte, tenían una cierta relación con Alfonsín”. El regreso efectivo lo realizó en febrero de 1984, luego de defender su tesis de doctorado en México, con apenas 34 años.

Volviendo a la historia de Delia, una vez en México, le fue muy difícil ingresar a dar clases. Guillermo ingresó en la Dirección de Estudios Históricos del INAH como investigador rápidamente, mientras que para Delia implicó presentarse varias veces a concursos en diferentes universidades. Raquel cuenta que “para mi papá fue muy fácil, pero para mi mamá fue muy difícil, perdía los exámenes de oposición. Quizás los había ganado, pero tenía que entrar el hijo de fulanito, o este otro, y ella era mujer” (Beato, comunicación personal, abril 17, 2022). Finalmente, logra ingresar a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la sede de Azcapotzalco[11], donde se vinculó al profesor Pepe Tercero quien trabaja la temática de la vivienda popular. Luego se trasladó a la sede de Xochimilco, por cercanía a su hogar, pero siempre continuó con prácticas en barrios populares, lo que le permitió continuar con su línea de trabajo social que realizaba en Córdoba. Para su hija, Delia era pionera en tratar “de ver problemáticas más allá de lo que se hacía [...] Esta inquietud de irse a unos barrios populares, y con los estudiantes, para que los estudiantes también se formaron bajo sus criterios. Había mucho trabajo detrás, de campo, docencia, teoría”. Esta labor social de Delia, al igual que en Córdoba, no estaba vinculada a una militancia política en alguna organización. Raquel, que es historiadora, sostiene que el hecho de estar en México le facilitó a su mamá la realización de “este tipo de trabajos hacia las comunidades, o sea la cuestión social en México si se atiende más o por lo menos la legitima el régimen, que en otros países no”. Ella sostiene que el hecho de que en México se dio una de las pocas revoluciones del siglo XX (en 1910), que marcó el tinte nacionalista de los gobiernos que le sucedieron a la misma. Esto permitió hacer el trabajo con las comunidades “de manera institucional, a través de universidades, [...] las cuales no son elitistas. [...] Ve cómo les fue a los que recalaron en España, los argentinos no tuvieron las posibilidades de aquí”.

Delia y Guillermo decidieron volver a Argentina a retomar sus espacios de cátedras que habían dejado al partir de la UNC, sin embargo, iban temporalmente a dar clases y regresaban a México donde habían quedado sus dos hijas, quienes transitaban sus carreras universitarias, “durante muchos años estuvieron yendo mucho tiempo para allá, hasta que recuperaron sus cátedras para que se jubilaran, porque le reconocieron sus años de exilio dentro de su jubilación” (Beato, comunicación personal, abril 17, 2022). Para los hijos/as de exiliados/as era muy duro pensar el regreso, porque varios de ellos/as habían echado raíces fuertes en suelo mexicano, por lo que no querían regresar, para varios era como “un doble exilio”. Finalmente, cuando Delia y Guillermo se jubilan de la UNC, cerca del año 2000, vuelven a vivir a la Ciudad de México.

Reflexiones finales

Estas diversas trayectorias, las experiencias que hilvanan y los contextos donde se inscriben, dan algunas pistas para caracterizar la circulación de ideas por Latinoamérica. Como se puede ver, las instituciones recibieron a los profesionales argentinos/as exiliados/as, no sin complicaciones, ni de manera sencilla. Cada uno/a tuvo que activar sus mecanismos de inserción, vías de contactos, redes profesionales, estrategias laborales. En el recorrido de las trayectorias seleccionadas, se pueden ir divisando diversas complejidades y dificultades que sortearon, a la par de las potencialidades y posibilidades que tuvieron. Las entrevistas permiten reconocer sus percepciones y experiencias personales, allí es posible identificar diversas miradas sobre las formas de integración en las instituciones mexicanas, haciendo énfasis en diferentes aspectos y dificultades. Por ejemplo, la cuestión de género, el hecho de ser mujer, la condición de extranjeros/as, la intimidación de profesionales vinculados a la dictadura, las dificultades económicas, la falta de contactos y redes al arribar. Esto último parece ser clave en todos los casos, los contactos previos o realizados una vez en México, así como las redes profesionales de las que participaban, permitían el acceso a otras posibilidades de inserción laboral.

Este artículo da cuenta de la dimensión del fenómeno, pero a la vez de su heterogeneidad y sus múltiples facetas, actores y posicionamientos, que se seguirán profundizando en otros trabajos. Es interesante recuperar, siguiendo a Jensen (2011), a los exiliados/as como actores activos y no solo como víctimas, lo cual es posible identificar en sus múltiples estrategias y formas de resistencia, subsistencia, integración. Emergen también diversas formas de entender la “práctica militante” y una “estrategia de conversión de capitales” (Fernández, 2002, p. 271) que despliegan los sujetos para insertarse en el campo académico provenientes de la militancia, o al menos arribando de un país donde se desplegaba una persecución política contra la militancia y diversas formas de compromiso social.

Estos primeros apuntes de la investigación permiten identificar la circulación y diálogos entre diversos profesionales que participaron tanto del Taller Total de Córdoba, como del Autogobierno Arquitectura de la UNAM. A pesar de reconocer que la configuración de procesos como el de Autogobierno son previos al arribo de los exiliados/as –deudores del movimiento estudiantil mexicano del 68–, la apertura a la participación de quienes arribaban al país da cuenta de ciertas vinculaciones previas –directas e indirectas– y del reconocimiento de experiencias de otros países. De aquí se desprende la tarea de poder profundizar en los diálogos y redes entre estudiantes, graduados/as y docentes durante los años sesenta y principios de los setenta, que permitan comprender en profundidad la emergencia y recurrencia de estas prácticas de formación alternativas en las escuelas de arquitectura. Las trayectorias en el exilio dan cuenta de conexiones, continuidades, particularidades y transformaciones que se inscriben en temporalidades más amplias, sobre las que es necesario seguir profundizando.

Agradecimientos

Se agradece la colaboración de Isabel Briuolo, Daniel Schavelzon, Raquel Beato y Juan Ignacio Del Cueto, quienes me brindaron su valioso tiempo para ser entrevistados. Y, especialmente, a Carlos Lavore quien me brindó el listado de los arquitectos/as exiliados/as que se constituyó en el norte de esta investigación.

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Notas

[1] El listado fue brindado por Carlos Lavore y fue realizado junto a Fermín Estrella (ambos arquitectos argentinos exiliados en México) previo al encuentro de la UIA de 1978 para reagrupar a todos/as y armar las intervenciones y ponencias. El listado contiene 65 nombres, a los cuales se sumaron otros 6 nombres que se fueron conociendo en el trabajo de campo y que no estaban en dicha lista. Se cree que aún faltan algunos, sobre todo de aquellos/as que eran estudiantes al momento que se exiliaron.
[2] Se han realizado quince entrevistas hasta el momento a las personas que figuran en el listado, de esas se seleccionan tres que se cree son significativas para divisar los tránsitos por el campo académico.
[3] La Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) se transforma en Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), como se la conoce hoy en día, durante el proceso de normalización que se inicia en 1983, con el decano Bernardo Dujovne, cuando se crearon las carreras de Diseño Gráfico y Diseño Industrial (Brandariz, 2016).
[4] Concepto acuñado por Tortti (2009) para las organizaciones de izquierda que toman impulso luego de la caída del peronismo en 1955, que se desprenden de los históricos Partido Socialista y Partido Comunista.
[5] Los TANAPO se generan con la subida de Cámpora a la presidencia y en un clima de radicalización política que llevó a generar una estructura de talleres que se vincularon estrechamente con la militancia política y las prácticas que se venían desarrollando en las villas de la ciudad de Buenos Aires (Durante, 2021).
[6] Jorge Enrique Hardoy es una figura destacada en el debate latinoamericano sobre la planificación urbana y las ciudades, tuvo un papel importante en la generación de redes e instituciones como la Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP), para conocer su trayectoria ver Monti (2015).
[7] Hace referencia a Jorge Oscar Gazaneo y Mabel Scarone quienes eran profesores de historia de la FAU-UBA e investigadores en el Instituto de Arte Americano.
[8] La experiencia del Taller Total de Córdoba va de 1970 a 1974 y fue una experiencia innovadora de formación de arquitectura que se construyó entre un sector crítico de docentes, para generar otras formas de estructurar la carrera y forjar un aprendizaje junto con las comunidades y sus problemáticas. Ha sido largamente estudiada por Lamfri (2007), Pedano (2010) y Malecki (2016).
[9] La propuesta del Autogobierno Arquitectura se comienza a formular en 1972, y se logra institucionalizar en 1976. Esto implicó la coexistencia de dos modelos de facultad distintos, con autonomía y planes de estudio particulares. Los talleres de números eran los que formaban parte del Autogobierno, y los talleres de letra los que estaban por fuera del mismo, en el armado tradicional de la FA-UNAM. La experiencia de autogobierno ha sido largamente estudiada, algunos trabajos son Montes (2012), Macías (2015) y Vargas Pellicer (2019).
[10] Para profundizar en su historia, es interesante el documental que realiza su nieto Mariano Corbacho, llamado 70 y pico (2016).
[11] La UAM se creó en 1974, por lo que en los años que arribaron los exiliados/as conosureños era un espacio nuevo que necesitaba incorporar docentes a sus planteles.

Notas de autor

(*) María Eugenia Durante. Arquitecta por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Doctora en Estudios Urbanos por la Universidad Nacional de General Sarmiento. Becaria Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. Docente, investigadora y extensionista del Centro Interdisciplinario de Estudios Complejos (UNLP) e integrante del colectivo Agite Territorio. Desarrolla temas vinculados a la dimensión histórica y debates actuales en torno a la arquitectura abocada a la producción social del hábitat. Cuenta con diversos artículos publicados en revistas y ponencias en eventos que investigan experiencias de Argentina y Latinoamérica, así como trabajos que apuntan a sistematizar las propias experiencias socio-territoriales.

ORCID: 0000-0001-5827-8812

durantemariaeugenia@gmail.com

Información adicional

CÓMO CITAR: Durante, M. E. (2022). Exilio y circulación de profesionales en las escuelas de arquitectura, de Argentina a México (1974-1983). A&P Continuidad, 9(17). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v9i17.385

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