Dossier temático

El Departamento de Psicopedagogía e Higiene y los espacios escolares, una aproximación institucional. México, 1924-1930

The Department of Psychopedagogy and Hygiene and school spaces, an institutional approach. Mexico, 1924-1930

Rosalía Meníndez Martínez (*)
Universidad Pedagógica Nacional, México
María Rosa Gudiño Cejudo (**)
Universidad Pedagógica Nacional, México

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6097

ISSN-e: 2362-6089

Periodicidad: Semestral

vol. 7, núm. 13, 2020

aypcontinuidad01@gmail.com

Recepción: 28 Julio 2019

Aprobación: 07 Octubre 2019



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.274

CÓMO CITAR: CÓMO CITAR: Meníndez Martínez, R. y Gudiño Cejudo, M. R. (2020). El Departamento de Psicopedagogía e Higiene y los espacios escolares, una aproximación institucional. México, 1924-1930. A&P Continuidad, 7(13). https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.274

Resumen: Tomando como base la documentación institucional producida en la Secretaría de Educación Pública (SEP), este artículo analiza algunas normas que se establecieron para redefinir los espacios escolares en escuelas urbanas durante el periodo de 1924 a 1930. Su atención se centra en el Departamento de Psicopedagogía e Higiene (DPeH), fundado por la SEP en 1925, con el objetivo de vigilar la higiene en las escuelas y espacios utilizados por alumnos y maestros. Al amparo de la llamada escuela de la acción y su premisa de aprender haciendo, se buscó que los salones y talleres manuales, su iluminación y ventilación, así como los espacios al aire libre para el desarrollo de actividades deportivas, tuvieran las características adecuadas para un buen funcionamiento.

Palabras clave: Secretaría de Educación Pública, Departamento de Psicopedagogía e Higiene, escuelas, espacio escolar, arquitectura .

Abstract: Based on official files from the Mexican Ministry of Public Education (SEP), this article analyzes how urban school spaces were redefined during the period of 1924-1930. The Department of Educational Psychology and Hygiene (DPeH), founded by the SEP in 1925, was the principal office dedicated to the inspection of hygiene in school spaces for students and the teaching staff. Influenced by the “school of action” and its precept learning by doing, required specifications (lighting and ventilation) for classrooms and workshops were enforced. Outdoor spaces for the development of sports activities were also needed for an adequate institutional functioning.

Keywords: Secretary of Public Education, Department of Psychopedagogy and Hygiene, schools, achool space, architecture.

Presentación

Al iniciar el siglo XX se construyeron, en el ámbito urbano, monumentales edificios destinados a escuelas primarias; en cambio, en el medio rural se alojaron o improvisaron escuelas de tercera o cuarta clase en haciendas o poblaciones pequeñas porque no fueron consideradas en el proyecto arquitectónico escolar del porfiriato (Meníndez, 2013). Las investigaciones que abordan el tema en México no son abundantes, pero representan sólidas aportaciones a la arquitectura escolar de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Entre ellas están los trabajos de Ana María Carrillo (1999) y Anne Staples (2008) que abordaron el tema a través del análisis de la higiene de los espacios escolares. María Eugenia Chaoul Pereyra (2012) vincula en su estudio el espacio escolar con el entorno urbano y Rosalía Meníndez (2013) estudia las escuelas primarias en la ciudad de México durante el gobierno de Porfirio Díaz (1876-1911) con un capítulo sobre la arquitectura escolar. Por su parte, Carlos Ortega (2012, 2015) ha incursionado en la metodología de la historia política de la tecnología para estudiar espacios escolares1.

Con estos antecedentes resulta pertinente preguntarse si en el período posrevolucionario se construyeron nuevas escuelas o se readaptaron las heredadas de años atrás, ¿qué instancia administrativa de la recién creada SEP las supervisó?, ¿qué reglamentación empezó a definirse? ¿qué características higiénico-sanitarias debían tener estos espacios para impulsar al nuevo ciudadano-estudiante en formación?

Para dar respuesta a estos interrogantes, este artículo analiza algunas normas establecidas desde el posrevolucionario Departamento de Psicopedagogía e Higiene (DPeH), creado en 1925 en la SEP para supervisar el acondicionamiento de los espacios escolares en las escuelas públicas urbanas. Las fuentes principales en las que se abreva son documentos institucionales generados en el DPeH y publicados en las Memorias de la SEP. Los años que abarca van de 1924 a 1930 porque se trata de un periodo de 6 años en los cuales empezaron a materializarse las primeras acciones tomadas desde la SEP en aras de formar a los anhelados nuevos ciudadanos en espacios escolares urbanos higiénicos y saludables.

La Secretaría de Educación Pública y el Departamento de Psicopedagogía e Higiene

El paso más significativo en materia educativa durante el gobierno del primer presidente posrevolucionario Álvaro Obregón (1920-1924) fue institucionalizar el proyecto educativo a través de la creación de la SEP en 1921, encabezada por José Vasconcelos, uno de los principales intelectuales de la primera mitad del siglo XX2. Desde esta institución y a través de los tres departamentos que instauró: Desanalfabetización, Educación Indígena y Bellas Artes, Vasconcelos inició su política educativa dirigida a la población rural de México que para entonces era de aproximadamente el 71% sobre un total aproximado de 14 millones de habitantes (Loyo, 1991). Al finalizar la primera década del siglo XX, el saldo del analfabetismo era alarmante: “85% de la población no sabía leer ni escribir” (Loyo, 1984, p. 302). También se propuso integrar a la población indígena a la incipiente nación mexicana, valorizar su trabajo manual y dotar a la nación de centros de instrucción técnica (Meyer, 1992, p. 20). El interés del gobierno obregonista se vio reflejado en el presupuesto otorgado a la SEP en 1921 que inicialmente fue de quince millones de pesos y para 1923, aumentó a treinta y cinco. Según expresa Pavel Ignacio Luna, “sería falso afirmar que el Estado o los particulares no construían escuelas. Hubo muchos casos como el Centro Escolar Benito Juárez construido por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia durante la gestión educativa de José Vasconcelos en los años veinte” (Luna, 2019, pp. 25-26). Por su parte, Lucía Santa Ana expone que el impulso de Vasconcelos por forjar una identidad nacional a través de los centros escolares, se mantuvo vigente diez años después y el Centro Escolar Revolución (1933) es el mayor ejemplo de ello (Santa Ana, 2007, p. 89).

Con el ascenso al poder de Plutarco Elías Calles (1924-1928), la SEP se reestructuró y se nombró como secretario a José Manuel Puig Casauranc3 y como subsecretario, a Moisés Sáenz4. En el primer año de gobierno, se amplió su estructura administrativa interna y a los tres departamentos inaugurados por Vasconcelos, se agregaron en 1924 otros catorce de los cuales interesa a este artículo el Departamento de Psicopedagogía e Higiene (DPeH) que atendería, entre otros, los asuntos relacionados con la salud física y mental del niño (Memoria SEP, 1927).

Desde 1922 este interés por lo físico, mental y pedagógico se evidenció con el informe del doctor Cayetano Quintanilla (1922) quien sugería “la creación de una oficina que se ocupe del estudio del crecimiento del niño mexicano en sus principales aspectos (psíquico y físico) hasta hoy desconocida en nuestro país”. Esta petición sumada a la iniciativa del doctor Rafael Santamarina de establecer las bases para la creación del mencionado DPeH se concretaron en 1925 dividiéndolo en dos secciones: Psicopedagogía e Higiene Escolar. Es la segunda la que interesa a este artículo porque desde sus inicios fue su responsabilidad vigilar la correcta observación de la higiene en las escuelas en beneficio de alumnos y maestros5. Tuvo diversas comisiones como salubridad escolar (inspección de edificios, agua, aire, suelo); cultura física (vigilancia del crecimiento); cultura intelectual (equilibrar trabajo mental y resistencia orgánica); profilaxis (prevención de enfermedades); beneficencia escolar (tratamiento médico y quirúrgico de enfermedades escolares) y extensión higiénica popular (difusión de conocimientos generales en el hogar) (Meneses, 1998, p. 497). En conjunto, las tareas relacionadas con la higiene y la salud, tanto de los niños como de los espacios donde estos se desplazaban al interior de las escuelas, fue competencia de esta sección. El cuidado de los alumnos era acompañado por la acción de maestros y arquitectos que centraron su interés en atender las enfermedades contagiosas, mentales, establecer normas de higiene, y prevención de enfermedades. Se esperaba que el espacio, el mobiliario, los libros de texto y los programas de estudio formaran parte de un todo armónico alrededor del centro que era el cuidado de la salud física y mental del niño.

Con base en esta organización hemos identificado que hacia 1927, el DPeH aplicaba test y supervisaba las medidas de salud e higiene en las escuelas de educación básica. Dos años después (1929), bajo la dirección del doctor Alfonso Priani, se reforzó la vigilancia de la higiene en las escuelas en beneficio de los alumnos y maestros.

Por ejemplo, las indicaciones para el espacio escolar se ampliaron debido a la necesidad de contar con salones, salas, talleres, patios e incluso baños que se vincularan con las nuevas actividades producto de métodos e innovaciones pedagógicas promovidas por Moisés Sáenz, quien conoció en Estados Unidos las nuevas ideas en torno a la pedagogía de los años veinte, en especial el movimiento de la Nueva Escuela impulsada por los educadores John Dewey y Ovide Decroly. Para Dewey, la educación se definía “como la adquisición de ciertos hábitos que efectúan un ajuste del individuo y su ambiente” (Guichot, 2010, p. 189). Por su parte Decroly pretendió constituir “un cuerpo de conocimientos biológicos y psicológicos del niño que sustentara un discurso pedagógico racional, […] trató de dar respuestas a cuestiones concretas que afectaban a los medios, las técnicas, las metodologías y las prácticas escolares” (Moreno, 2010, p. 226). La educación tradicional se enfrentaba a un cambio, que no solo cuestionaba las metodologías educativas sino toda una estructura formativa y esto incluía los espacios escolares que requerían de un entorno físico adecuado para que los estudiantes aprendieran. Bajo la premisa de que la retroalimentación del organismo-ambiente era constante, el sujeto debía ser más activo que pasivo como lo concebía la pedagogía tradicional (Guichot, 2010, p.188). Estos nuevos planteamientos vincularon la medicina, la biología, la psicología y la pedagogía, para educar bajo nuevos paradigmas, y esto incluyó a la arquitectura escolar.

Si durante el porfiriato ya se había iniciado la enseñanza de artes y oficios, para mediados de los años veinte, y bajo las directrices de la escuela de la acción o el aprender haciendo, se instalaron talleres prácticos de carpintería, cocina y costura. De los artísticos, se mantuvieron los de pintura y los de modelaje. El plan educativo incluía una formación técnica para que en un futuro los niños pudieran insertarse en el sector industrial, pero también comprendía la formación artística para fomentar en los niños un pensamiento estético. Ambas materias formaban parte del currículo de la educación primaria y secundaria, además de la promoción del ejercicio, el estudio del arte, el cuidado físico y mental que idealmente mantendría cuerpos sanos (Meneses, 1998). El tema de la higiene no se limitaba al aseo personal, abarcaba un gran espectro que incluía la higiene de la vista, del oído, de la respiración, de los alimentos, intelectual, del vestido y por supuesto de las habitaciones (Memoria SEP, 1927).

Educadores, ingenieros, arquitectos, médicos y maestros que participaban en la referida Sección de Higiene Escolar insistieron en pos del acondicionamiento de los espacios escolares mediante los siguientes temas: aire libre, iluminación natural, evitar pisos de tierra, distancia entre los niños para que hubiera amplitud en las salas de clase, adecuada ventilación que requería de suficientes ventanas y de ser necesario, tragaluces. Las cortinas y cristales debían dejar pasar la luz, la limpieza, aseo y mobiliario de la escuela eran de suma importancia para evitar contagios y enfermedades. Igualmente debían contar con baños y regaderas con vestidores para las clases de gimnasia, talleres, patios con baños y lavabos, servicio médico para atender a los enfermos de la escuela (Memorias SEP, 1929).

Estas normas para el espacio escolar ya se habían implementado desde el porfiriato: el Congreso Higiénico Pedagógico de 1882 aportó novedosos temas para la atención de la higiene escolar y esta incluía los espacios, el punto del diseño de las aulas, baños y patios (Figs. 1 y 2). El gobierno porfirista sentó las primeras acciones, políticas y propuestas para un espacio escolar moderno. El periodo posrevolucionario aportó novedades en arquitectura y su aplicación en la educación, tales como el uso de la luz artificial, nuevos materiales de construcción y sistemas de ventilación, utilización de grandes espacios para talleres, gimnasios, patios. Así como amplitud y diversificación de espacios de higiene: baños, regaderas, vestidores, WC.

Plano de escuela primaria,1904
Figura 1
Plano de escuela primaria,1904
Fuente: Elaborado por Rosalía Meníndez y Mayela Crisostomo con datos de la revista La Enseñanza Normal, Año I, Núm. 1, 1904.

Plano de escuela elemental Número 89
Figura 2
Plano de escuela elemental Número 89
Fuente: AHCM, Ramo. Instrucción Pública, Planos de Escuelas, núm. 2562, 1903.

El espacio escolar

En el período 1924-1930, la SEP promovió la creación de diferentes tipos de escuelas, con atención a las secundarias, también supervisadas por la Sección de Higiene Escolar que estableció una serie de normas para el ordenamiento de su ubicación física, mobiliario y materiales escolares utilizados. Con respecto al primero, se sugería que las escuelas se establecieran alejadas de fábricas, lugares baldíos o basureros para evitar ruido, malos olores y/o focos de contaminación. Recomendaban alejarlas de centros de vicio y de ocio que pudieran corromper a los alumnos con escenas denigrantes. Idealmente, el interior del edificio escolar, debería estar integrado por varias áreas para que el niño realizara actividades escolares, de recreación y de cuidado personal. Para las escuelas secundarias se proyectó que el edificio contara con: aulas, talleres para oficio, local para servicio sanitario, servicio de baños de regadera, piscina para natación, patios para juego y de deportes, excusados, mingitorios y salones destinados a dirección y demás dependencias administrativas. Cada área con especificaciones muy precisas como se indica a continuación:

Aulas: Considerar que el grupo escolar no excediera los 45 estudiantes, pues a cada uno de ellos debía ofrecerse una superficie de 1.50 m2 para su movilidad y espacio necesario para trabajar. La forma y medidas más adecuadas era rectangular con dimensiones convenientes como: 6x9 m2 o 7x10 m2 de ancho máximo, con una altura de 3 m. El piso debía ser liso y lavable evitando superficies terrosas con polvo y humedad. Las ventanas que alumbraran el aula permitirían su ventilación y las paredes debían ser lisas y no cubiertas con papel tapiz. Un ejemplo de muros, puerta y pisos es el de la siguiente figura 3.

Salones de dibujo: Se recomendaba ubicarlos en la planta alta del edificio y de preferencia, con orientación hacia el norte para aprovechar adecuadamente la luz del día en las labores escolares. Lo largo del aula era de libre elección, pero la anchura no debía exceder los 6 m2.

Salones de gimnasia: Estos espacios debían ser rectangulares con una altura de 8 a 10 m2 y con ventilas a los costados. La luz debía venir de arriba mediante tragaluces con su respectiva ventilación, el piso debía ser liso y no terroso o polvoso. Anexo debían colocarse baños y regaderas con vestidores para el aseo de los alumnos después de su clase, como se puede ver en la figura 4.

Talleres: Había de carpintería, modelaje, cocina, costura, pintura, que idealmente ocuparían salones amplios, bien iluminados, ventilados y acondicionados a cada oficio. Debían contar con un lavabo y baños cerca.

Patios: Como espacios de juego y recreación física debían estar al aire libre, contar con baños y lavabos cerca.

Servicio médico: Incluía una sala de consulta y curaciones de urgencia, dotado de medicamentos y material quirúrgico necesario para atender a los enfermos de la escuela.

Servicios sanitarios/ Baños: El número de excusados de cada escuela estaría en relación con la cantidad de alumnos que albergara o matriculara la misma, siendo un excusado por cada 50 alumnos. Además, en las escuelas mixtas debía haber mingitorios. Los baños eran diferenciados, cada sexo tenía el suyo ya que no podían utilizar el mismo baño los niños y las niñas (Memorias SEP, 1927).

Es necesario señalar que todas estas indicaciones eran sugerencias, las cuales se podían atender siempre y cuando se contara con las condiciones y apoyos óptimos para su implementación.

Aula
Tipo Escuela Secundaria
Figura 3
Aula Tipo Escuela Secundaria
Fuente: Elaborado por el ingeniero Víctor Alberto Rivera Álvarez con datos de la Memoria SEP, México, 1927.

Salones de Gimnasia
Figura 4
Salones de Gimnasia
Fuente: Elaborado por el ingeniero Víctor Alberto Rivera Álvarez con datos de la Memoria SEP, 1927.

Otro tema considerado en el edificio escolar fue el alumbrado artificial porque la buena iluminación fue una preocupación constante de médicos, maestros y arquitectos quienes cuidaban la vista de los niños. Sobre el sistema de alumbrado recomendado para las escuelas primarias y secundarias públicas de la Ciudad de México, se estableció una reglamentación específica que incluyó todo lo referente a las lámparas, focos, etc. A continuación, se desglosan algunas indicaciones:

Sistema de alumbrado: el único que se emplea es el indirecto, se específica el sistema de alumbrado natural.

Intensidad luminosa: como mínimo, los salones de clases debían tener una intensidad luminosa de 10 lux, y como buen alumbrado, de 15 a 20, específicamente recomendado para fábricas y talleres industriales.

Distribución de la luz: Se verifica por medio de ventanas situadas en los muros.

Cortinas: para controlar, difundir y regularizar la cantidad de luz y evitar el deslumbramiento, son necesarias las cortinas transparentes para no obstruir el paso de la luz del día.

Cristales: para elegirlos debía considerarse que la perdida de la luz en cristales planos es del 4%, y en las dobles del 9 al 13%, en el cristal cuajado es del 35%, en los cristales verdes o rojos es de 80 a 90%.

Luz de patios: para aprovechar la luz del exterior se recomendaba pintar los interiores y exteriores de la escuela de un color claro para que la luz se proyectara adecuadamente.

Situación de mobiliario: pizarrón, mesas, pupitres, etc., debían concordar con la luz proyectada a través de las ventanas.

Aseo y conservación: ventanas, mesas, pizarrón, muros, suelo, debían limpiarse con frecuencia para conservarlos en buen estado y prevenir enfermedades e infecciones producidas por su contacto (Memorias SEP, 1927).

La atención del espacio escolar y mobiliario se amplió hasta afinar especificaciones y reglamentaciones que consideraran la diversidad de escuelas, urbanas, suburbanas y al aire libre. En cada una de ellas se dio una normatividad diferenciada, poniendo énfasis en el tema higiénico, la salud de los niños y el modelo pedagógico. Tomando en cuenta no solo las necesidades de la población escolar, sino aspectos de orden económico, se consideró que podían formarse tres modelos de escuelas, de uno o dos pisos y el nuevo planteamiento de las escuelas al aire libre. Veamos algunas características que fueron propuestas por la Sección de Higiene Escolar de la SEP.

Escuelas tipo de 1 piso: De preferencia con sótanos aprovechables para la habitación de conserje, bodegas, piezas de taller para los alumnos. Como ya se mencionó, su ubicación debía ser alejada de espacios nocivos y su terreno seco procurando que la capa de agua estuviera a 2 m² de profundidad. Recomendaban su construcción con materiales como ladrillo, concreto o piedra y el edificio separado de los vecinos para construir pequeños jardines alrededor. Los salones de clase se sugerían de forma rectangular con dimensiones de superficie de 1.25 m² por alumno, el ancho de 2/3 de la longitud y no debía pasar de 9 m². La altura de cuatro a 5 m², pero nunca más alta, con esta altura se lograba la ventilación adecuada. Si el grupo de estudiantes era de 50 alumnos aproximadamente, este debía ser de 6.50 x 9.50 x 4 m². Los muros de superficie tersa, con preparados como kalsomine o aceite de color gris perla y los rincones redondos. Los pisos también se recomendaban de superficie tersa, sin hendeduras, fácilmente lavable o de madera bien unida; pintada al aceite. Por último, el techo sería de bóveda de vigueta de fierro y ladrillo pintado al aceite. La iluminación dependería en gran parte de la orientación del edificio y del número de ventanas que debían ser equivalentes en número al tercio del salón. A 1.5 m de la altura del piso y terminarán su altura de tal manera que sean los 2/3 de la anchura del salón. Los bastidores debían estar perfectamente pulidos y de aristas romanas (Fig. 5).

De las ventanas dependía la ventilación por lo que su construcción e instalación, utilizando marcos móviles o ventilas de corte curvo, contemplaba la adecuada entrada del aire por la parte inferior y la salida del aire viciado por la superior. También debía considerarse la forma de las puertas que se recomendaban de 2.75 de altura mínimo, amplias, de dos hojas, y sobre ellas un montante giratorio para la ventilación, fácil de abrir (Fig. 6). Si la escuela tenía vestíbulo, este debía ser amplio, iluminado y, de ser posible, con piso fácil de limpiar como el mosaico (Memoria, SEP, 1929).

Escuelas tipo1. Salones de
clase
Figura 5
Escuelas tipo1. Salones de clase
Fuente: Elaborado por el ingeniero Víctor Alberto Rivera Álvarez con datos de la Memoria SEP, 1929.

Ventilación
de los salones de clase
Figura 6
Ventilación de los salones de clase
Fuente: Elaborado por el ingeniero Víctor Alberto Rivera Álvarez con datos de la Memoria SEP, 1929.

Con respecto al guardarropa, se recomendaba que cada salón tuviera un clóset para los estudiantes. Los corredores se recomendaban con techo alto para no obstruir el paso de la luz. Los patios de recreo debían contar con piso no resbaladizo para evitar el polvo. Particularmente el patio cubierto, necesitaba una superficie de 3 o 4 m por alumno, buena iluminación y mejor ventilación para su uso como gimnasio. Para los talleres (de trabajos manuales) se recomendaban superficies de 80 a 90 m², espacios muy amplios con el fin de que los alumnos tuvieran movilidad adecuada para el desarrollo de sus actividades, juegos y así, no generar aglomeraciones o accidentes. Con respecto a los espacios dedicados a la higiene personal, los baños debían contar con 6, 8 o 10 regaderas en pieza rectangular, con rincones redondos y bien iluminadas para que los alumnos fueran por turnos. Habría una pequeña antesala con gabinetes para que los alumnos se cambiaran de ropa. Los excusados y mingitorios ideales serían con el sistema inglés que incluía el servicio de agua automático, desechando los sistemas como el botón de pie. Se recomendaba un WC por cada 30 alumnos, con piso de cemento, de mosaico y con tabiques separadores pintados de blanco. Los mingitorios debían ser los llamados sanitarios y habría uno por cada salón de clase con buena ventilación que era fundamental. Los bebederos se recomendaban bien distribuidos, de fácil manejo y cuando menos 1 por cada 50 alumnos. Un ejemplo de escuela tipo 1 es la Figura 7 (Memoria SEP, 1929).

Figura 7. Escuela Álvaro Obregón. Exterior, ciudad de México.
Figura 7
Figura 7. Escuela Álvaro Obregón. Exterior, ciudad de México.
Fuente: Archivo Casasola, Fototeca Nacional.

Con respecto a las escuelas tipo de 2 pisos, también se dejaron asentadas algunas indicaciones. Su orientación, ubicación, condiciones de las aulas y materiales, se sujetaban a lo prescrito para las de un solo piso. En cuanto a la superficie del terreno tendría que ser menor, pues podía calcularse por el total que ocuparan los dos pisos. En este modelo se preferirían las clases del piso superior para los años más avanzados, dejando los de abajo para los primeros años. Sin embargo, las escaleras –aparte de las condiciones higiénicas en lo referente a la altura y tamaño de los escalones– debían tener condiciones de seguridad para el libre tránsito por ellas. La proporción de WC era igual a la del primer tipo para el número de alumnos y tendrían que instalarse todos los servicios sanitarios en ambos pisos. El baño debería estar en el piso inferior y el patio de recreo debía tener las dimensiones señaladas en el primer tipo (Memoria SEP, 1929).

Por su parte, en lo relativo a las escuelas al aire libre, conviene apuntar que surgieron en Europa en las dos primeras décadas del siglo XX, y se reconoce a la de Charlottenburg (Alemania) como la pionera. Se crearon bajo una perspectiva higiénico-sanitario para cuidar la salud y la educación de los niños débiles y/o enfermizos con padecimientos como tuberculosis o anemia; su ubicación en espacios alejados de la ciudad era lo más recomendable. Igual que en Europa en América “las características específicas de estos centros podían favorecer la puesta en práctica de los principios pedagógicos de la escuela activa” (Bernal y José, 2000, p. 175). Para el caso mexicano esta propuesta fue presentada por la SEP como un nuevo modelo de arquitectura escolar. Daniel Schávelzon señala que

El proyecto fue de un joven recién graduado, Vicente Mendiola, compañero de estudios de José Villagrán García […] estas escuelas tenían como intención básica romper con el sentido de enclaustramiento de los salones tradicionales. Se los quería abrir hacia espacios exteriores, para que la comunidad pudiera observar lo que allí se hacía. La educación, inmersa en los ideales revolucionarios, debía integrarse a la vida cotidiana del pueblo. Es así como nació la idea de tener aulas sin muros, edificios sin paredes: un verdadero reto a la arquitectura y a la educación (1983, p. 3).

Las referencias sobre el tema en las Memorias SEP (1927 y 1929) especifican que dependían del Departamento de Enseñanza Primaria y Normal. Engracia Loyo (1984, p. 316) afirma que entre la colección de monografías de educación publicadas por la SEP para dar a conocer su obra se publicaron entre otros libros, Las escuelas al aire libre. El planteamiento de estas escuelas incluía principios pedagógicos, económicos y sociales; es decir eran económicas, higiénicas y destinadas para población de escasos recursos. La arquitectura escolar planteaba nuevos esquemas, siguiendo a Schávelzon (1983, p. 3): “todo esto llevó a la realización de estudios detallados sobre sistemas constructivos, orientación, decoración e higiene, pioneros para su época”.

Ahora bien, ¿qué recomendaciones encontramos en las Memorias de la SEP para las escuelas al aire libre hacia finales de la década de 1920? En principio, que tuvieran superficies amplias, mayor que las medidas señaladas en el primer tipo y en un lugar no expuesto a los vientos dominantes. Para abrigar a los niños de la lluvia, se construirían cobertizos con extensión y altura suficiente para cuidar la iluminación y con capacidad para alojar 50 o 60 niños en cada uno. La superficie del suelo debía ser de pasto y estar cubierta por árboles que proyectaran sombra para atender a los alumnos en las horas de mayor calor (Fig. 8). Contarían con patio de recreo y los anexos se construirán en el fondo, siendo la proporción de WC, mingitorios y bebederos como la señalada en escuelas del primer tipo. Habría baños de regadera, y de ser posible, porque el terreno lo permitiera, se instalaría una alberca debidamente acondicionada para fomentar las actividades deportivas al aire libre (Memoria SEP, 1929).

Por lo planteado hasta aquí, reconocemos que la normatividad para los edificios y el mobiliario escolar recibió apoyo del gobierno que autorizó presupuesto para la construcción y reparación de las escuelas de la capital y foráneas porque la cobertura de estas modificaciones dependía del presupuesto federal. También se hicieron reparaciones en muros, entrepisos, puertas, ventanas, sistema sanitario e instalaciones de luz, fuerza y calefacción, en un buen número de escuelas primarias en la capital, foráneas, al aire libre, escuelas técnicas y secundarias, habiéndose gastado en esas obras la suma de $47,813.32 (Memoria SEP, 1929).

Así, el proyecto para el espacio escolar en la década de los años veinte del siglo XX, fue promovido por la SEP que, pese a una situación económica precaria, planteó proyectos innovadores para atender el incremento de la escolarización en un país que favorecía un gran proyecto de industrialización y urbanización. Como lo anota Carlos Ortega (2014, p. 200) .

“en la medida que el sistema político posrevolucionario se consolidó durante la primera mitad del siglo XX, tuvieron lugar nuevos proyectos para conformar una arquitectura escolar nacional en México sobre la base de orientaciones que podríamos denominar como técnico-sociales en materia de salud (eugenesia y profilaxis social), educación (escuela activa y educación socialista) y arquitectura (neocolonialismo, art decó y funcionalismo)”.


Figura 8

Figura 8. Construcción de escuelas al aire libre, Tamaulipas, México 1924-1928.

Fuente: Archivo Casasola, Fototeca Nacional.

Conclusiones

El impulso educativo de la década de 1920 en México tuvo en la SEP a la principal institución reguladora de un proyecto que, basado en la pedagogía de la acción o el aprender haciendo, estuvo centrado en combatir el analfabetismo en el campo y la ciudad, fomentar actividades manuales y de bellas artes, promover actividades al aire libre y gradualmente adecuar y/o construir nuevas escuelas que disminuyeran el déficit de inmuebles escolares heredado del porfiriato. Desde el DPeH, un equipo interdisciplinario de maestros, pedagogos, arquitectos y médicos dictaron lineamientos para que los espacios escolares cumplieran con las necesidades educativas e higiénico-sanitarias de alumnos y maestros. Varias de estas directrices, expuestas en este artículo, son de gran actualidad y nos permiten comprender el vínculo pasado-presente al establecer una conexión del pasado educativo, de sus espacios, lineamientos sanitarios y normas de convivencia escolar con el actual contexto pandémico Covid-19. En el caso mexicano, la llamada nueva normalidad supone un gran impacto no solo en la forma como se habitará nuevamente el espacio escolar, sino en el comportamiento que se espera de alumnos y maestros, base de la vida escolar, cuando retornen a las aulas. Esto servirá para replantear las nuevas necesidades estrechamente vinculadas con la estructura de los espacios escolares, sus aulas, patios, sistemas de limpieza y sanitización de oficinas, áreas deportivas y de trabajo, etc.; así como el fomento de la sana distancia entre estudiantes y profesores que será efectiva en aulas suficientemente espaciosas y no sobrepobladas. Como sucedió desde 1882, nuevamente en el 2020, médicos, arquitectos, maestros, ingenieros, pedagogos, burócratas de la educación se plantean qué medidas de higiene y salud deben desplegarse en las escuelas para evitar el contagio de Covid- 19 entre estudiantes de todos los niveles escolares. Con miras a proyectar el futuro, en el pasado como en la actualidad, el cuidado de la salud de la población mundial está en el centro de una serie de replanteamientos generales de los que no escapan el entorno educativo y sus espacios escolares.

Referencias bibliográficas

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Notas

1- Staples, Anne (2008), Carrillo, Ana María (1999), Chaoul Pereyra, María Eugenia (2005), Meníndez, Rosalía (2013), Ortega, C. (2015). En 2018 se realizó en el DIE -Cinvestav (CDMX) el 1er. Taller sobre Espacios y Arquitectura en la escuela, organizado por Laura Cházaro, Inés Dussel y Carlos Ortega, quienes reunieron a historiadores y arquitectos que aportaron al tema de la arquitectura escolar en América Latina.
2- José Vasconcelos nació en Oaxaca en 1882. Se graduó como licenciado en Derecho en 1907. En 1920 aceptó la propuesta del presidente interino Adolfo de la Huerta para dirigir la Universidad Nacional desde donde escribió la Ley de Educación aprobada en 1921. Fundó la Secretaría de Educación Pública. Es un personaje indispensable en la historia de la educación en México. Véase, entre otros, Fell (2000), Domínguez (2010), Vasconcelos (2011)
3- Médico, político y escritor mexicano. Nació en 1888 en Ciudad Carmen, Campeche y murió en 1939. Estudió medicina en la Universidad Nacional de México, graduándose en 1911. Se vinculó con los presidentes Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928), ocupó el cargo de Secretario de Educación Pública durante la presidencia de Calles, de 1924 a 1928, y de 1930 a 1931, durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio.
4- Moisés Saénz nació en Monterrey, Nuevo León en 1880. Se formó como maestro normalista en Jalapa y ocupó la Subsecretaría de Educación Pública (1924-1928). Durante estos cuatro años destacó como promotor de la escuela rural. Era un reconocido estudioso de la filosofía y de la pedagogía de John Dewey. Véase: Britton (1972).
5- En un balance general del contenido de este fondo documental perteneciente al Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública (AHSEP) encontramos información relacionada con: conferencias sobre salud e higiene escolar, guiones radiofónicos, planes y programas de estudio, establecimiento de escuelas, informes de consulados mexicanos en el extranjero acerca de higiene y salud pública, carteles e impreso alusivos a los temas mencionados, solicitudes de botiquines escolares. Por supuesto, incluye cientos de expedientes de inspección sanitaria en escuelas primarias del Distrito Federal.

Notas de autor

(*) Rosalía Meníndez Martínez. Doctora en Historia por la Universidad Iberoamericana, México. Profesora-investigadora de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional. Imparte docencia en los niveles de licenciatura y posgrado. Líneas de investigación: historia de la educación, siglos XIX y XX; historia de los libros de texto; el espacio escolar, siglos XIX y principios del XX.Miembro de la Red de Investigación International Textbook Catalogue como parte del proyecto Global Textbook Resource Center, del George Eckert Institut, Braunschwis, Alemania. Dirección de tesis y proyectos de investigación. Ha publicado capítulos de libros, libros, artículos nacionales e internacionales.

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r_menindez@yahoo.com.mx

(**) María Rosa Gudiño Cejudo. Doctora en Historia por El Colegio de México. Actualmente es profesora de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional (Ajusco). Imparte docencia en nivel de licenciatura y posgrado. Realiza investigación con perspectiva histórica, en las líneas: educación en salud, el cine como instrumento educativo e historia de la educación. Obtuvo el Premio Francisco Javier Clavijero a mejor investigación en los premios INAH 2017 por su libro Educación higiénica y cine de salud en México, 1925-1960. Obtuvo la Rac-Aid-Grant que otorga el Rockefeller Archive Center para realizar una estancia de investigación en 2017. Es autora de libros, múltiples artículos científicos, de divulgación y capítulos de libro.

ORCID:0000-0002-1235-9665

mrgudino@upn.mx

Información adicional

CÓMO CITAR: CÓMO CITAR: Meníndez Martínez, R. y Gudiño Cejudo, M. R. (2020). El Departamento de Psicopedagogía e Higiene y los espacios escolares, una aproximación institucional. México, 1924-1930. A&P Continuidad, 7(13). https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.274

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