Dossier temático
El agua como materia proyectual. Aproximaciones conceptuales a los ciclos hidro-sociales
Water as a project material. Conceptual approaches to hydro-social cycles
A&P continuidad
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN: 2362-6089
ISSN-e: 2362-6097
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 12, 2020
Recepción: 13 Febrero 2020
Aprobación: 18 Mayo 2020
CÓMO CITAR:: Cabrera, I. E. (2020). El agua como materia proyectual. Aproximaciones conceptuales a los ciclos hidrosociales. A&P Continuidad, 7(12), 88-97. https://doi.org/10.35305/23626097v7i12.242
Resumen: El presente artículo invita a una reflexión crítica en torno al abordaje teórico proyectual de los recursos hídricos y su vinculación espacial y social en distintas geografías atravesadas por su existencia. Los conceptos centrales se estructuran en torno a los aportes de referentes del campo de la arquitectura, pero también de la geografía, la filosofía y la literatura, en un planteo plural que abre otras perspectivas de análisis. Sobre estos parámetros de investigación, el artículo busca desplazar la conceptualización de ciclos hidrográficos hacia ciclos hidrosociales explorando otras formas de actuación. Teniendo en cuenta que el enfoque pluridisciplinar colabora en la construcción de una identidad ambiental, los casos seleccionados procuran dar cuenta de las potencialidades del agua como materia específica de diseño. Es posible reconocer en ellos la idea de ciclo hidrosocial ya que parten de considerar el agua como recurso culturalmente constituido, recreando trazas, cartografías, huellas históricas, rituales, formas hoy difusas, como base para volver a pensar la relación planteada.
Palabras clave: territorio hídrico, ciclo hidrosocial, proyecto.
Abstract: This article leads to a critical reflection on the project theoretical approach to water resources, and, their spatial and social interaction with different geographies which are influenced by their existence. The central concepts are structured on the contributions of referents of architecture as well as those of geography, philosophy and literature. Thus, a pluralistic approach enables to address other perspectives of analysis. Grounded on these research parameters, the article seeks to set a shift from the conceptualization of hydrographic cycles to hydro-social cycles by exploring other forms of action. Taking into account the collaboration of the multidisciplinary approach with the construction of an environmental identity, the selected cases attempt to account for the potential of water as a specific design material. Since their analysis starting point is the consideration of water as a culturally-constituted resource which reshapes traces, cartographies, historical marks, rituals and present diffuse forms as a basis for rethinking the proposed relationship; it is possible to recognize their way of conceiving the hydro-social cycle.
Keywords: hydro-territory, hydro-social cycle, project.
El presente artículo propone reflexionar acerca de las relaciones entre el agua y los ciclos hidrológicos en la práctica arquitectónica, desde su papel central en los procesos de construcción y desarrollo del hábitat hasta su rol en tanto materia proyectual. El tema propuesto para este número de la revista convoca al aporte de miradas desde diferentes ángulos, a fin de abordar complejos vínculos teóricos y proyectuales en esta trama de relaciones.
En una primera aproximación, para aquellas geografías atravesadas por la existencia de cursos de agua resulta válido el oxímoron denominado territorio líquido, cuando los rasgos particulares de cada sitio condicionan los modos de actuación, en términos naturales y simbólicos. Sin embargo, los ciclos hidrológicos del agua —inundaciones—, crecidas, correntadas, recurrentes o inesperadas-, son visualizados como situaciones a enfrentar y no como fenómenos naturales posibles de ser incorporados dentro de los procesos proyectuales. La concepción del agua, como elemento vital de los ecosistemas y en la planificación y diseño urbano territorial, requiere desafiar el cisma ontológico que separa las nociones de naturaleza y sociedad, avanzando en vínculos que reúnan estos pares a priori distintos, en un constructo natural-artificial de intensa relación. Algunos autores (Swyngedouw, 2004, 2009; Linton, 2010; Budds, 2012) sugieren desde una disciplina geográfica que el agua circula dentro de un ciclo hidrosocial y reconocen que tanto los procesos hidrológicos como sus datos y conocimientos consecuentes, son moldeados por las actividades humanas de manera subjetiva (Linton, 2010). El concepto de ciclo hidrosocial considera por una parte cómo el agua es manipulada a través de prácticas culturales y simbólicas en tanto parte sustantiva del ambiente físico, y por otra, la forma en que se estructuran las relaciones entre territorio hídrico, pertenencia e identidad de los actores y sus interpretaciones subjetivas. En esta complejidad no exenta de cierta ambigüedad e hibridez, Graciela Silvestri sostiene que para acercarse a los territorios hídricos se requiere de la construcción de un pensamiento situado, “una construcción problemática, donde cualquier reflexión al respecto debe dar cuenta de dimensiones ecológicas, sociales y culturales, que no pueden ser comprendidas en una mirada desterritorializada” (Silvestri, 2016, p. 5).
Este llamado a una mirada territorializada se nutre de la imaginación material [1] del filósofo francés Gastón Bachelard, que alienta relaciones experienciales y cargadas de sensibilidad. Para Bachelard, tanto el agua en sí misma como el territorio imaginado desde sus atributos líquidos deben entenderse en términos relacionales y siempre dinámicos. El agua, precisa Silvestri (2016, p.5), reafirma su presencia y discurre en interacciones que definen la subjetividad de sus habitantes y conforma la ambigüedad de un territorio más líquido que sólido: “con motivos representativos de los hábitos y prácticas de aquellos para quienes el cauce es mucho más que un objeto de contemplación” (Silvestri, 2016, p. 5).
Este artículo recoge una serie de ejemplos específicos, diseminados en un amplio abanico de escalas y contextos, que contribuyen a pensar al agua como material proyectual y artístico o, alternativamente, a la arquitectura como vehículo de los ciclos hidrosociales. Se trata de proyectos que hacen de los ritmos, fuerzas y movimientos del agua su materia proyectual, y que sustituyen la noción del usuario como espectador pasivo por la de un participante activo. Sus dinámicas de permanente adaptación, así como su tendencia a la multiplicidad de variaciones, si bien se trata de experiencias con locaciones más bien disímiles, ofrecen la oportunidad de aprender acerca de la relación entre el agua y la arquitectura tanto de los resultados como de sus procesos.
En este marco, la primera obra a considerar es relevante en tanto traduce esta relación en un hecho acústico. El Órgano de Mar, del arquitecto croata Nikola Basic —en croata y oficialmente, Morske Orgulje—, propone transformar al oleaje del mar en sonido mediante el propio impulso del mar Adriático (Fig. 1). Basic, formado en Sarajevo, revela un apego real al contexto cultural del archipiélago dálmata, entre diferentes componentes tangibles e intangibles del medio ambiente. La búsqueda de una nueva identidad con la costa, es para el arquitecto una oportunidad de establecer un nuevo sujeto con una personalidad propia, donde en la orilla “estemos en contacto directo con los elementos, sin una zona intermedia; buscando nuevas formas de comunicación con el entorno natural y anclando esa interacción potencial con el mar en los principios del proyecto” (Basic en Mosconi, 2013).
Con el antecedente de la creación del Wave Organ[2] en la ciudad de San Francisco, y las intervenciones de Eduardo Chillida y Luis Peña Ganchegui en San Sebastián (Fig. 2), Basic expone al mar como sujeto de acción determinado, de cuyo dominio emerge un instrumento aerófono dominado por la fuerza del choque de las olas [3].
Las notas musicales que desprende la cavidad resonante, aunque sintonizadas, son puramente aleatorias: dependen de cómo la velocidad y el empuje de las olas se imparten contra el órgano. (Fig. 3). La transgresión del arquitecto, —parafraseando a la arquitecta Ana Valderrama— “tiene que ver con hacer aparecer aquello que no es tan visible, con producir una inesperada alteración de lo explícitamente dado, fortalecedora de sus inadvertidas riquezas” (Valderrama, 2007, p. 3). Contribuir al lugar, descubriendo potencialidades hasta entonces ocultas para algunos, ofrece dinámicas de cooperación entre la materia y los actores gracias a la información que intercambian. El agua —y el aire— se humaniza y describe un ciclo hidrosocial cuando asume el rol protagónico de ejecutante del instrumento, que emerge a la superficie en forma de concierto continuo “como si abajo, de donde venía, no pudiera respirar" (Taborda, 2016, p. 130).
Los vínculos inmediatos y físicos son el reflejo del agua como aspecto material de una geografía que repercute sobre el imaginario territorial. El agua aquí pertenece primero al orden de la experiencia vivida, desde el plano de la sensibilidad. La inquietud geográfica de Basic conduce a una unidad física-natural configurada a partir del agua y de los procesos ecológicos derivados de la participación de aquellos involucrados que dan cuenta de su existencia. Sobre este punto, el autor indica que el órgano “ha provocado nuevos usos, nuevos rituales y nuevas formas de comunicación. Esta identificación de los habitantes es igual de importante que cualquier otra cuestión arquitectónica” (Basic, 2013).
La manipulación sincera del territorio hídrico circundante hace de esta obra un claro ejemplo de una búsqueda armoniosa y vital entre la arquitectura y su contexto. Nikola Basic no hace un gesto arquitectónico, sino que posibilita el incesante ir y venir del mar a través de sus dispositivos y genera un espectáculo cultural afectivo con el entorno natural.
Este modo de observar, que relaciona al sujeto con el objeto, se vincula con una intervención artística de la arquitecta mexicana Rozana Montiel, en cuyo argumento el agua es un elemento integrador que trasciende hacia lo perceptivo, lo fenomenológico y lo identitario. En su propuesta para la exhibición México Ciudad de Diseño 2018 (futuro) (Fig. 4), la arquitecta exhibe un trabajo denominado Mesa de Agua donde recompone un antiguo ritual maya de adivinación [4]. Dicho ritual está basado en los diagnósticos ancestrales sobre frecuencias de agua dulce servida en una cuenca para representar al tiempo como sustrato líquido del mundo. Para Montiel,
a tranquilidad del agua en la cuenca queda alterada con la vibración: las ondas amplifican suavemente sus círculos sobre el espejo líquido. En el borde, los bucles que topan con el lindero de la mesa vuelven a su epicentro. El futuro va al encuentro del pasado y ambos horizontes de tiempo colisionan para formar el presente (Montiel, 2018).
Aquí, el agua es considerada una fuerza estructuradora circunscripta a los márgenes de su contención. Los flujos del agua absorben las irregularidades e incorporan los procesos cambiantes, dando forma física a los efectos del tiempo (Fig. 5). El escritor Marcelo Carnero describe una poética similar al advertir un momento en el que el tiempo se vuelve algo, “una cosa indiferente. La memoria se hace dudosa, como si se mirara a través de una cortina de agua” (Carnero, 2018, p. 117). El punto de partida de Montiel es una indagación social sobre el rol del agua en la historia mexicana, sobre la relación proxémica de la sociedad
La transmisión de los procesos de transformación del agua a lo largo del tiempo permite experimentar su potencial de contingencia. El agua asume el accidente, lo imprevisto que favorece la construcción de lazo social e individual, trama activa que invita a reflejarse, deslizarse hasta los bordes y también desbordarse.
El agua procura representar las derivas de la figura del autor y su obra, como un borde continuamente desplazado capaz de arrastrar fragmentos provenientes de otros campos disciplinares. Quienes se adentran en la obra, ya sea bebiendo el agua o arrojando una moneda a la cuenca, producen en ella cambios formales y estéticos. Estas acciones son las que complementan lo que una apreciación estática de la mesa deja deliberadamente ausente o ambiguo. En este acercamiento lúdico, la experiencia resulta diferente según los trayectos y subjetividades de las personas involucradas.
En Italia, cincuenta años atrás, Carlo Scarpa desarrolló esta ambigüedad espacial en su propuesta para el emplazamiento del Monumento a la Partisana —traducción del italiano Monumento alla Partigiana Veneta—, sobre el borde de la laguna de Venecia, frente a la isla San Giorgio Maggiore. Los prismas a diferentes cotas y la escultura de bronce —realizada por el artista italiano Augusto Murer— interactúan con la variación del nivel de la marea, emergiendo sobre la espuma cuando las olas rompen en la dársena (Fig. 6).
El recorrido y la aproximación a la escultura están subordinados a los caprichos de la corriente, que impide establecer los bordes de la obra con exactitud. La acción proyectual es determinante para transcribir las características naturales del recurso como materia, porque es allí donde el agua pasa a ser un lazo de relación con el territorio hídrico. Respondiendo a aquellos procesos de colonización [5] del sociólogo alemán Jürgen Habermas, Carlo Scarpa plantea una idea sencilla, donde según sus palabras “el bronce y la piedra participan de las vicisitudes del elemento vivo de la ciudad, el agua. Las mareas altas y bajas, el fluir continuo del agua favorecen puntos de vista múltiples, siempre nuevos y naturales” (Scarpa, 1964). Como señala el escritor Joseph Brodsky, “el agua altera el principio de horizontalidad, especialmente durante la noche, cuando está calma y su superficie parece pavimento” (Brodsky, 2010, p.7). Y dicha horizontalidad solo se altera con el movimiento. La marea es lo que distingue la laguna de un charco muy grande, y son sus olas las mismas que terminan chocando contra aquello que empujan y rompen.
Para Brodsky, el propio imperativo territorial de Venecia está circunscrito por el agua. En sus Apuntes Venecianos (Brodsky viajaba a Venecia para examinar la acción del tiempo sobre las huellas del agua), que en realidad son estampas poéticas y sugerentes de su propia memoria y experiencia, sus recuerdos personales parecen desdibujarse cuando el agua “los golpea y los rompe en pedazos, aunque al final los recoja y los lleve consigo hasta depositarlos, intactos, en el Adriático” (Brodsky, 2010, p. 40). Tanto Brodsky como Scarpa sintetizan la ciudad como el agua que se refleja, que se transforma y que genera vida. Si en la intervención de Rozana Montiel el agua que interacciona con un ritual antiguo describe un ciclo hidrosocial en tanto escenifica el rol simbólico del elemento como fuente de un poder divino, en la obra de Scarpa la acción queda determinada por las vicisitudes de las corrientes marítimas, cuyo dinamismo descompone en fragmentos la percepción de quien la recorre.
La obra de Scarpa es una respuesta formal a la anarquía, la imagen contenida sobre la intensidad de los ciclos dinámicos del agua que elevan o desaparecen los volúmenes de piedra a merced de sus propias lógicas físicas. Su razón es siempre una evidencia, una incógnita que reinterpreta al agua como esencia del espacio formal resultante.
Asimismo, los estudios para la Casa de la lluvia del arquitecto Juan Navarro Baldeweg (Fig. 7), conviven con aquellos enigmas derivados de la apropiación de los procesos en los ciclos hidrográficos contextuales. Situada en el municipio de Lierganes, en la región española de Cantabria, su nombre se debe justamente a las condiciones climáticas del lugar, un territorio lluvioso que condiciona las características de la vivienda. Cuando la lluvia se escucha a través de una cubierta de zinc, cuando el agua cambia sus texturas y enfatiza su forma, la casa pasa a formar parte del entorno.
Esta atención a los ciclos hidrográficos hace del espacio interior una fracción indisoluble de su proyección hacia el exterior, cuestión que remite a aquella imagen rememorada del poeta Baldomero Fernández Moreno, donde “una casa en la que no se oye el rumor de la lluvia entra en categoría de palacio” (Fernández Moreno, 1968). Esta afirmación es para Baldeweg el dominio fundamental sobre la cual se apoya su resultante material, un sustento que pone en relación su arquitectura directamente con la tempestad y las sinergias externas. El agua deviene así forma y materia, imagen literal y poética del proyecto.
En los bocetos realizados por el propio Baldeweg para la casa (Fig. 7 y Fig. 8), la tempestad impone su presencia en el valor de una trama oblicua. El agua parece fluir a través de la casa, al tiempo que insinúa sobre sus bordes la presencia de una tormenta avasalladora, recreada en trazos y manchas oscuras. La captación de estos acontecimientos por medio de diversas tentativas formales se corresponde a un análisis sensible -que también puede denominarse poético-, donde el autor produce una visión de la realidad formalmente distinta de la que resulta de su estudio objetivo, si bien será coincidente con este en la esencia. En este caso, la obra expresa rasgos esenciales de un ciclo hidrosocial mediante un ejercicio de caracterización selectiva del contexto, que pone de manifiesto las relaciones entre los procesos hidrológicos y la interpretación simbólica y cultural de los mismos.
El agua como recurso en el trabajo de Baldeweg, como así también en los ejemplos citados anteriormente, es legible cuando está culturalmente constituida, cuando su procedencia contextual se refleja en aquellas acciones que la incorporan en base al conocimiento de los servicios ecosistémicos. Parafraseando a la poetisa Muriel Rukeyser, “el agua no solo está compuesta de átomos, sino también de historias” (Rukeyser, 1968, p. 108).
Esta conjunción de eventos en los que intervienen elementos sociales y aquellos propios de la naturaleza, es para el geógrafo Erik Swyngedouw la razón fundamental para la formación y revalorización de un ciclo hidrosocial (Swyngedouw, 2009, p. 56). El agua pasa a ser un lazo de relación con el territorio, que los proyectos seleccionados traducen en estrategias de restitución o regeneración del recurso como parte activa y pieza fundamental de sus obras. Dentro de un ciclo hidrosocial, los actores devienen en sujetos colectivos con identidad propia, involucrados en la conservación de la biodiversidad y promotores de nuevas expresiones de sociabilidad urbana.
En este punto, entonces, es posible afirmar que las actuaciones sobre el territorio hídrico se producen activamente a través de una sostenida interacción entre naturaleza y sociedad. Para Rutgerd Boelens, conforman un relato en el cual los contenidos, los presuntos límites y sus conexiones son producidos tanto por la imaginación como por los sistemas de reconocimiento relacionados: “Esto se manifiesta claramente en cómo los flujos de agua, los sistemas de uso de los flujos de agua y sus ciclos hidrológicos están mediados por intervenciones humanas que enlazan lo físico y lo social” (Boelens, Hoogesteger, Swyngedouw, Vos y Wester, 2016). El reconocimiento de estas situaciones conlleva a reconocer el valor de los actores que participan de su existencia y permanencia, y permiten considerar las contingencias del recurso como material de construcción en el campo de la arquitectura. Estos procesos ayudan a conceptualizar nuevos sistemas relacionales, proveyendo de nuevas direcciones, fuentes de inspiración para el desarrollo de la sociedad y por lo tanto de su hábitat. En este sentido, las intervenciones que recuperan y recrean las condiciones de los recursos hídricos en los proyectos, aportan a una construcción sensible y dinámica del lugar, detonando sentidos, activando prácticas a través de interacciones previstas o inesperadas. Estos espacios buscan integrar a los usuarios no como consumidores de sitios preconcebidos, sino como partícipes necesarios de lugares a configurar una y otra vez. En palabras de Eduardo Maestripieri (2019, p. 18), “interpretar las marcas, las huellas y los registros de una forma de habitar debe permitir la fundamentación del proyecto como voluntad de transformación de lo dado”. Esta voluntad de transformación de lo dado a la que alude la cita precedente, está presente en los proyectos transitados. Las huellas, los registros y experiencias hablan más de actitudes y criterios que de reglas fijas, y se integran al concepto de ciclo hidrosocial en el que se enmarca el artículo, al operar sobre la ambigüedad de un territorio hídrico, en gran medida frágil, desde una posición atenta, abierta y propositiva.
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Notas
Notas de autor
ORCID: 0000-0002-7170-9071
ivancabreraunr@hotmail.com
Información adicional
CÓMO CITAR:: Cabrera, I. E. (2020). El
agua como
materia proyectual. Aproximaciones conceptuales a los ciclos
hidrosociales. A&P
Continuidad, 7(12), 88-97.
https://doi.org/10.35305/23626097v7i12.242
Enlace alternativo
https://www.ayp.fapyd.unr.edu.ar/index.php/ayp/article/view/242 (html)