Dossier temático

Poéticas de lo contingente: arquitectos de la contemporaneidad

Poetics of the contingent: architects of contemporaneity

María Carla Berrini (*)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Claudio Solari (**)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6097

ISSN-e: 2362-6089

Periodicidad: Semestral

vol. 6, núm. 11, 2019

aypcontinuidad01@gmail.com

Recepción: 28 Junio 2019

Aprobación: 02 Noviembre 2019



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.235

CÓMO CITAR: Berrini, M. C., & Solari, C. (2019). Poéticas de lo contingente: arquitectos de la contemporaneidad. A&P Continuidad, 6(11), 98-107. https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.235

Resumen: En la década de 1990, la cultura arquitectónica rosarina produce un aporte capital a la renovación del campo intelectual de la arquitectura en la Argentina. En ese contexto, las obras y los nombres de Gerardo Caballero, Rafael Iglesia y Marcelo Villafañe tienen una proyección y difusión de alcance nacional e internacional. En el marco del proyecto de investigación “El profesional, el experto y el vanguardista. Convergencias y distancias en el ejercicio de la profesión en la larga década del sesenta” y con el objetivo de caracterizar el tipo de profesional arquitecto que emerge en el ocaso de la larga década de 1960 en la Argentina, el presente trabajo se propone abordar las relaciones que dichos profesionales sostienen con la academia y con los modos de hacer arquitectura celebrados a través de sus prácticas, y tensarlos con dos experiencias precedentes. La relación con la academia es revisada a la luz de las experiencias vinculadas a las figuras que orbitan la segunda generación de arquitectos modernos en Argentina y que marcan el inicio del período en estudio. Las prácticas arquitectónicas son puestas en tensión y relación con la figura de Mario Corea.

Palabras clave: Gerardo Caballero, Rafael Iglesia, Marcelo Villafañe, profesional arquitecto, poéticas.

Abstract: Rosario’s architectural culture made a core contribution to the renewal of the Argentinean architectural intellectual field in the 1990s. In that context, the works of Gerardo Caballero, Rafael Iglesia and Marcelo Villafañe had projection and diffusion of national and international scope. Within the framework of the research project "The professional, the expert and the vanguardist. Convergences and distances in the professional practice in the long sixties", and, in order to characterize the type of professional architect emerging in the decline of the long sixties in Argentina, this work aims at pointing out the relations of these practitioners with the academy and with the ways of doing architecture. It also seeks to put pressure on these ways through two previous experiences. The relationship with the academy is reviewed in the light of the experiences linked to the figures of the second generation of modern architects in Argentina who marked the beginning of the period under study. The architectural practices will be both put in tension and related to the figure of Mario Corea.

Keywords: Gerardo Caballero, Rafael Iglesia, Marcelo Villafañe, professional architect, poetics.

Cuando fundamos nuestro Grupo R, lo hicimos por el homónimo grupo que se fundara en Barcelona y por supuesto por la R de Rosario. Sabíamos ya que el grupo R español se creó para introducir los lineamientos de la Arquitectura Moderna en un país dominado por una Arquitectura oficial en época de Franco. Pero siempre quise saber por qué R. Y cuando lo tuvimos [a Oriol Bohigas] aquí, se lo preguntamos. Y nos contestó solamente: porque la letra R es una letra fuerte, nada más. Yo me imaginaba racionalismo, revolución, que se yo, muchas cosas más. Pero por esa necesidad que tiene uno de buscar en interpretaciones, porque finalmente formalizar e interpretar es lo que hacemos, apelaré a la posibilidad que nos da el lenguaje de decir algo y estar leyendo otra cosa. La letra R en sí, el signo dentro del lenguaje, cuando se transforma en palabra aparece el verbo: erre, de errar, de errante. Y esto es lo que me interesa: ¿qué es errar, sino desacertar, no dar en el centro? Desde el Renacimiento hasta nuestros días un orden conceptual nos impide ver el mundo en su verdadera complejidad. La certeza consolidándose en base a simplificaciones. El errante, el nómade, maneja otros tiempos, otros espacios. No va de un punto a otro, sino entre dos puntos. No sigue los caminos. Su hábitat es el viaje (Iglesia, 1995).

En la década de 1990, la cultura arquitectónica rosarina produce un aporte capital a la renovación del campo intelectual de la arquitectura en la Argentina1. En aquel momento, los nombres y las obras de, entre otros, Gerardo Caballero, Rafael Iglesia y Marcelo Villafañe comienzan a reverberar en el país y en el exterior. La aparición en escena de estos arquitectos jalona la figura del arquitecto vanguardista, distintiva de la tradición universitaria argentina de la primera mitad del siglo XX que, en su formación o en sus estrategias de acción y consagración, delinea un profesional liberal y creativo2. Perfil que tiene antecedentes generacionales ilustrativos en figuras como Clorindo Testa o Ernesto Katzenstein. Sin embargo, Caballero, Iglesia y Villafañe no pueden ser asociados a la tendencia cosmopolita y modernizadora, ni a la militancia política, ni a las utopías tecnológicas, que atraviesan la producción de algunos arquitectos, en los inicios de la “larga década del sesenta” (Liernur, 2001, p. 295).

Con sus obras y con sus modos de hacer arquitectura, Caballero, Iglesia y Villafañe representan una ruptura: exhiben tanto el ocaso de la idea del proyecto de arquitectura como transformador de un futuro vinculado a idearios nacionales, sociales, económicos y de innovación tecnológica, como su caracterización en los años 80, signada por el pasado y las ideas de patrimonio y memoria como estrategias de resistencia cultural. Sus producciones dan cuenta de un nuevo régimen de historicidad, que François Hartog (2007) se ha encargado de definir. Son síntomas de un modo diferenciado de la experiencia del tiempo (Fig. 1). En efecto, representan manifestaciones de una cultura regida por el “presentismo” (Hartog 2007, p. 225).

Rafael
Iglesia, Clínica de Fertilización Asistida (2008).
Figura 1.
Rafael Iglesia, Clínica de Fertilización Asistida (2008).
Fotografía: Gustavo Fritegotto.

Tomar registro del tipo de relaciones que, a través de sus prácticas, estos arquitectos han mantenido con la academia y tensarlas con las experiencias precedentes3 de figuras relevantes de la segunda generación de arquitectos modernos en Argentina, nos permitirá esbozar una aproximación más certera de este tipo de profesional, situado en el ámbito local, que emerge en el ocaso de la década de 1980 y, a la luz del concepto de regímenes de historicidad elaborado por Hartog (2007), revelar algunos aspectos significativos que lo diferencian de sus antecesores4.


Integrantes del Grupo R en el acceso al Centro Cultural Parque de España.
Figura 2.
Integrantes del Grupo R en el acceso al Centro Cultural Parque de España.
Fuente: Archivo personal Gerardo Caballero.

Los profesionales y la academia: encrucijadas de una larga década

Pensando en la relación de los profesionales con la academia, encontramos una marca indeleble en el inicio del periodo con el arribo de los arquitectos modernistas llegados de Buenos Aires −Jorge Ferrari Hardoy, Francisco Bullrich, Juan Manuel Borthagaray, Jorge Enrique Hardoy, Carlos Méndez Mosquera, entre otros− y la renovación de la Escuela de Arquitectura de Rosario en 1956. En este acontecimiento radica el anclaje de la arquitectura moderna en el ámbito académico y su concreción en la invención del taller vertical. Cinco años más tarde, como destaca Federico Ricci (2019), Méndez Mosquera escribe un ensayo que titula “Arquitectura y Urbanismo”, uno de los primeros trabajos acerca de la historia de la arquitectura moderna en la Argentina5, en el que explica que el logro fundamental de la segunda generación de arquitectos modernos radica “más en la difusión de ideas −en conferencias o enseñanza universitaria− y en la realización de concursos, que en la erección de edificios” (1961, p. 323). Quedaba así expuesta, por uno de sus protagonistas, la estrategia que los miembros de esta generación aceptaban asumir en la definitiva consagración de la tradición moderna como sinécdoque de arquitectura: su legitimación en la academia y en competencias laudadas por los pares aptas para el ensayo de propuestas radicales en gran parte condenadas a quedar en el papel, antes que en las obras construidas

En estos términos se proyecta la renovación de la Escuela de Arquitectura de Rosario. Si bien Méndez Mosquera reconoce y destaca el precedente de la Escuela de Tucumán, inaugurada en la década de 1940, y establece un marco de cierta continuidad con dicha experiencia, no duda en afirmar que el caso local es una de las conquistas más notorias de la década siguiente: “es este el acontecimiento más importante en lo referente a la enseñanza en este período. Ello, conjuntamente con un cambio total en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires, garantiza y afirma las raíces culturales de la arquitectura moderna argentina” (1961, p. 323). De esta forma, el autor registra en su ensayo —de tono académico— el afianzamiento de un nuevo tipo de profesional arquitecto, cuya figura se vincula fuertemente a la universidad. Condición que el mismo Méndez Mosquera se atribuye y exhibe como una de las principales conquistas de su generación (Ricci, 2019).

Este vínculo de los profesionales con las escuelas de arquitectura lleva implícita la idea de que en la formación de los arquitectos se viabiliza y garantiza, a futuro, la misión transformadora de la arquitectura moderna6. Fundamentalmente, el esquema de generaciones trazado por Méndez Mosquera es la aseveración de “la producción de una historia escrita desde la perspectiva del futuro”, en la cual ese presente es futuro consumado, el pasado es un tiempo superado y el porvenir un horizonte superador. Temporalidad afín a aquello que Hartog define como “régimen moderno de historicidad” (2007, pp. 39-40).

Sobre el final de esta larga década y previo a la apertura democrática en la Argentina, Caballero, Iglesia y Villafañe cursan sus estudios en Rosario y se gradúan, respectivamente, en 1982, 1981 y 1975. En aquel momento, la cultura arquitectónica es condicionada por la puesta en cuestión y el ocaso de los principios de la arquitectura moderna. Funcionalismo, racionalismo estructural y, sobre todo, la idea de la arquitectura como agente de transformación social son puestos en discusión. Una nueva serie de temas y problemas disciplinares, en relación a la forma, el ornamento, el contexto urbano, el regionalismo y el simbolismo, asumen un lugar central en los debates disciplinares. Ese giro en las preocupaciones tiene un nombre, con sus interpretaciones varias y contestaciones: posmodernismo (Mc Load, 2012). No obstante, como señala Graciela Silvestri (2011), en la Argentina, el golpe de Estado de 1976 y los dramáticos sucesos posteriores

evitaron que se desarrollara el debate que, apenas iniciado, no tuvo en nuestro ámbito posibilidades de transmisión didáctica, ni extensión pública. Paradójicamente, en nuestras universidades se estableció una tabla rasa similar a la hipotetizada por tantos modernos: sin pasado.

Sumado a ello, Silvestri da cuenta de la centralidad que tendrán, en aquellos años sangrientos, los usos del pasado para cualquier forma de resistencia e identifica tres líneas de reflexión que “tienen la preocupación por restaurar una disciplina que, en la espiral política, había llegado al borde de la disolución”:

La que se propuso reflexionar sobre la consistencia interna de lo que llamamos ‘arquitectura’; la que advirtió que reflexionar sobre la arquitectura significaba reflexionar sobre su legado, en especial a partir de su compleja relación con los hechos urbanos; y la que se instaló en el terreno de la crítica histórica (Silvestri, 2011, p. 319).

Portada del segundo número de la Revista
de Arquitectura y Urbanismo [041]
Figura 3.
Portada del segundo número de la Revista de Arquitectura y Urbanismo [041]

Portada del octavo número de
la Revista de Arquitectura y Urbanismo[041].
Figura 4.
Portada del octavo número de la Revista de Arquitectura y Urbanismo [041].

A los fines trazados, nos limitaremos a señalar el modo en que, por fuera del ámbito universitario —en solitario— , Caballero, Iglesia y Villafañe se abocan a la reflexión sobre la consistencia interna de la arquitectura. Para estos tres arquitectos y su grupo de pertenencia la academia no es un ámbito de consagración, ni de discusión, ni de interés. Si hay algo que los distingue, es su alejamiento de los claustros de la universidad. Esto se verifica en sus trayectorias personales, en una práctica profesional acallada y unipersonal, en viajes de formación al exterior, en los mecanismos de difusión y promoción de la arquitectura a los que contribuyeron el Congreso la Construcción del Pensamiento (1991), la formación del Grupo R, los ciclos de Conferencias del Parque España (1994-2000) (Fig. 2) y la creación de la revista [041] en colaboración con el Colegio de Arquitectos7.

Rosario supuso un caso excepcional en el concierto nacional de las transformaciones políticas y económicas de la década de 1990, como lo explica Silvia Pampinella, “si hay ocasión para hablar de un fenómeno particular es la proporción inusual de arquitectos preocupados por los valores de la arquitectura” (2006, p. 20). En tal sentido, los intereses del Grupo R se centran en la promoción de la cultura arquitectónica y en la divulgación de modos de ver y hacer arquitectura de referentes de la escena arquitectónica internacional –españoles, portugueses, finlandeses y argentinos emigrados– y, en paralelo, en la puesta en valor de algunos arquitectos y de obras construidas por profesionales de la ciudad –entre otros, Emilio Maisonnave, Augusto Pantarotto y Jorge Scrimaglio–, con los que constituyeron un canon local de referencia. En síntesis: lo global y lo local.

Gerardo Caballero y Ariel Giménez Rita, Plaza Santa Cruz (1989).
Figura 5.
Gerardo Caballero y Ariel Giménez Rita, Plaza Santa Cruz (1989).
Fuente: Archivo personal Gerardo Caballero.

Gerardo Caballero, archivo
personal.
Figura 6.
Gerardo Caballero, archivo personal.
Fuente: Libretas de Dibujos|Sketchbooks, Gerardo Caballero (2019).

Lo antedicho coloca a Caballero, Iglesia y Villafañe en las antípodas de la alianza, celebrada en 1956 y expuesta por Méndez Mosquera (1961), entre los profesionales pertenecientes a la segunda generación de arquitectos modernos y la academia, con la cultura porteña como ámbito de consagración suficiente y adscripta al linaje CIAM. El Grupo R se ocupará de instituir un nuevo canon, con el que ponen en valor y actualizan figuras y obras –hasta entonces– periféricas. Bajo la dirección de Marcelo Villafañe8 es relevante el rol de la Revista de Arquitectura y Urbanismo [041]9 (Fig. 3). Su programa editorial se propone, a todas luces, definir, validar y fundamentar a la arquitectura como hecho material construido, alejado de especulaciones en papel y producto de un saber hacer fundado en una práctica situada, dentro del registro modesto de la ciudad y su mercado inmobiliario.

Junto a las producciones de Pantarotto y Scrimaglio, se difunden en la revista los trabajos de Jano Viotti y Matilde Luetich, entre otros, como ejemplos representativos del buen hacer local. En el último número de la revista (8, 2010) bajo el título de “Arquitecturas vigentes en Rosario” se presentan obras construidas en la ciudad entre 1970 y 1980 y, sin solución de continuidad aparecen, bajo el rótulo de “arquitecturas recientes”, realizaciones de arquitectos con sede en Argentina, Chile, Ecuador y España, cuyo común denominador es la escala doméstica (Fig. 4). Dicho recorte10, convenimos, aspira a poner de manifiesto la calidad y la posible relevancia internacional de arquitecturas producidas en América Latina, celebrando temas recurrentes en relación a las cualidades tectónicas y a la experimentación formal.

En el mencionado número 8 de la revista [041], las categorías de arquitecturas vigentes y arquitecturas recientes funcionan como esferas de pensamiento y de acción; contienen, de manera implícita, la proyección de un halo de tiempo en el que conviven obras construidas a lo largo de cinco décadas. La manera en que los casos son presentados desde el programa editorial evidencia un sentido presentista del tiempo, en el cual el presente se constituye en la categoría más englobante y explicativa, pudiendo definirse, en términos de Hartog, como “un presente masivo, agobiante, omnipresente, que no tiene más horizonte que sí mismo, que crea cotidianamente el pasado y el futuro que, día tras día, le es necesario. Un presente ya pasado antes de haber terminado de acontecer” (2004, p. 11).

Las relaciones establecidas entre estas dos generaciones de arquitectos permiten apuntar algunas líneas sobre las cuales reconocer continuidades y registrar rupturas en lo modos de entender el ejercicio y la legitimación profesional y los regímenes de historicidad en los que se inscriben: el régimen moderno y su crisis.

Rafael
Iglesia, Exploraciones estructurales.
Figura 7.
Rafael Iglesia, Exploraciones estructurales.
Fuente: Archivo personal Gustavo Farías.

 Marcelo Villafañe, Casa Florencia Raigal
(2005).
Figura 8.
Marcelo Villafañe, Casa Florencia Raigal (2005).
Fotografía: Gustavo Salcedo. Fuente: Sumario 041, 10, 49.

El arquitecto vanguardista: una modulación contemporánea

La diáspora que representan Caballero, Iglesia y Villafañe es indisociable de las transformaciones políticas, económicas y culturales operadas en el país en las últimas dos décadas del siglo XX. Sin embargo, a los fines de clarificar el alejamiento de sus modos de hacer respecto a las prácticas de los arquitectos en los años setenta, nos limitaremos a apuntar las disparidades que mantienen con la figura de Mario Corea, en la cual se aúna vanguardia estética con vanguardia política.

Corea se forma en los años de la renovación de la escuela de Rosario de mediados de la década de 1950 y, a posteriori, desarrolla una práctica arquitectónica sostenida en la que articula teoría y praxis con el ejercicio de un rol activo en la transformación de la academia. Estos rasgos delinean su adscripción al perfil del intelectual comprometido característico de los sesenta (Rigotti, 2017; Silvestri, 2014). Exiliado político y radicado en Barcelona desde 1976, se transforma involuntariamente quizás, en un nudo crucial de la red que proyectó internacionalmente a los arquitectos que estamos estudiando. Se constituye en la figura que nos permite hilvanar, en gran parte, la trama de personajes sobre la que se desplegó la renovación de la cultura arquitectónica local y reconocer el rol fundamental que los arquitectos exiliados tuvieron en un proceso gestado en el vacío provocado por la dictadura militar.

La relación de Caballero con Corea es directa. Recientemente graduado y recomendado por su profesor Roberto Shiira –quien, con anterioridad, trabajó junto a Corea–, Caballero se integra en 1982 como colaborador en el estudio de Manino-Gallardo-Corea con sede en Barcelona. Más tarde y a instancias de Corea, accede y realiza una maestría en la Washington University de Saint Louis11. Las relaciones interpersonales, académicas y profesionales establecidas por Caballero, tanto en Barcelona como en los Estados Unidos, son fundantes de las actividades culturales promovidas en Rosario por el Grupo R entre 1991 y 2000.

No obstante, los modos de ver y hacer arquitectura que manifiestan Caballero, Iglesia y Villafañe se diferencian visiblemente de la figura del intelectual políticamente comprometido instituida por la generación precedente. Las posibilidades de asociación de ideas políticas e ideas arquitectónicas, ejemplares en el caso de Corea (Rigotti, 2017), son desterradas en sus trabajos. En las figuras de estos arquitectos emerge más débil el estatuto de artista como modulación contemporánea de la idea de vanguardia, en la cual el enfrentamiento se da como lucha de posiciones definidas por poéticas individuales, diferenciadas en sus modos de hacer, en sus sistemas de valoración y de juicio, en el minado campo de la arquitectura. Las batallas se despliegan en el campo cultural y se distancian de ese tiempo inminente y perentorio en el cual se despliega la política (Groys, 2008).

Con obras de pequeña o mediana escala –tal es el caso, por ejemplo, de la Plaza Santa Cruz, de Caballero y Ariel Giménez Rita (1999) (Fig. 5)–, y por fuera del ámbito universitario, Villafañe, Caballero e Iglesia construyen sus trayectorias individuales en torno al estatuto cultural de la disciplina, preocupados por su difusión y por su promoción. Con un trabajo sostenido de modo independiente, participan de manera activa en concursos nacionales e internacionales de arquitectura y restituyen, a partir de la condición artesanal de sus obras, un sentido artístico a la producción arquitectónica –plausible de revelarse en el característico dibujo a mano de Caballero (Fig. 6), en las exploraciones formales y estructurales de Iglesia (Fig. 7) y en las experimentaciones materiales de Villafañe12 (Fig. 8)-.

Reflexiones finales

La figura de estos profesionales y, fundamentalmente, las experiencias del tiempo que proponen con sus obras, pueden ser consideradas como manifestaciones de pura contemporaneidad que no pretenden detener, ni trascender, solo capturar el instante. Con su producción, dan forma a poéticas de lo efímero y lo contingente de la experiencia arquitectónica, en este caso, como apunta Liernur (2001), marcada por estéticas que se saben al borde de la desaparición en un torbellino de acelerada sustitución y pluralidad. Lo efímero del efecto estético en el umbral mismo de lo indistinguible, lo frágil explotado como un recurso para subrayar –en tono discreto– el drama de la trasmisión de fuerzas, la aceptación de la pequeña escala a tono con las restricciones urbanas y económcas propias de una ciudad de segundo rango donde aceptan moverse, son todos atributos concurrentes con el referido presentismo y una renuncia explícita a las banderas del modernismo heroico.

Estos profesionales pertenecen a una nueva generación y dan cuenta, como señala Torrent (2002), de una nueva manera de hacer arquitectura al sur de América, una nueva etapa, tal vez, sin héroes. Y que nos deja en la escena urbana un legado de obras que apelan a la ausencia de significado, que se han liberado de la opresión del discurso latinoamericanista y que dicen, a su manera: “no al realismo, no al productivismo, no al consumismo de formas y lenguajes”. Manifiestan una nueva alianza entre arquitectura, arte y público, más directa, y capaz de proveer a partir de la arquitectura una experiencia estética de lo contingente en la vida cotidiana.

“Después de todo parece que los noventa resultaron una década fértil en algún sentido. Ambigüedades, imágenes, juegos, experimentaciones, son algunas condiciones que nos permitirán reconocer arquitectura más allá de las vulgaridades que nuestros espacios cotidianos han asumido durante muchos años” (Torrent, 2002)•

Referencias bibliográficas

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Notas

1- La apertura de este ciclo cultural en Rosario queda marcada en 1991 por: el congreso “La Construcción del Pensamiento”, declarado Pre-Bienal de la Bienal de Arquitectura 1992 en Buenos Aires; las conferencias organizadas por el Grupo R entre 1992 y 2000, orientadas a difundir el trabajo de arquitectos de diferentes países europeos y latinoamericanos. El Grupo R fue fundado en 1991 por Gerardo Caballero, Rafael Iglesia, Gonzalo Sánchez Hermelo, Marcelo Villafañe, Rubén Fernández, José María D’Angelo y Rubén Palumbo.
2- Este perfil es comparable con la figura del genio, tratada por Henry-Russell Hitchcock (1947). Ver texto en este número de A&P Continuidad.
3- Fundamentalmente, con los avances en la investigación producidos en el marco del proyecto PICT-2014-0930 “El profesional, el experto y el vanguardista. Convergencias y distancias en el ejercicio de la profesión en la larga década del sesenta” y plasmados en los trabajos de Federico Ricci (2019) y Ana María Rigotti (2017).
4- Una versión preliminar del presente trabajo fue publicada en Berrini y Solari (2018).
5- Véase Liernur (2002).
6- En el ensayo el autor utiliza las expresiones “arquitectura contemporánea” y “arquitectura moderna” indistintamente. Ambas funcionan como categorías de pensamiento y de acción que contienen implícitas la idea de tiempo futuro, progresivo y superador.
7- Para una comprensión más acabada de sus actuaciones, véase el número 15 de la revista Arquis (1998), dedicado a la entonces joven generación de arquitectos rosarinos. Y los trabajos de Juan Manuel Rois (2012), Federico Pastorino (2012) y Carolina Kogan (2014).
8- En líneas generales, el canon de arquitectos y obras consagrado por los editores de la Revista de Arquitectura y Urbanismo [041], está previamente delineado por H. Torrent en el artículo “La ley del meandro o una topografía a la cultura arquitectónica rosarina del Siglo XX”, publicado en la Revista Arquis 1998.
9- La Revista de Arquitectura y Urbanismo [041] es una herramienta de difusión del Colegio de Arquitectos de la Provincia Santa Fe, con sede en Rosario. Si bien sus ocho números, publicados entre el año 1994 y el 2010, exceden los límites temporales propuestos por nuestro trabajo, su programa editorial se convierte en una pieza clave para nuestra investigación.
10- Bajo el rótulo de “arquitecturas vigentes en Rosario” se presentan obras como el edificio para A.R.I.C.A.N.A (1968/69) y la Casa Maidagan (1966-67), del Estudio H; la casa Garibay (1964-71), de Jorge Scrimaglio; el Edificio Ámbito III (1973/75), de Jorge Rosado, Carlos Serra, José Cuesta y Omar Isern; el edificio Solar III y la casa Camp (ambos de 1973), de Augusto Pantarotto y la Casa de Departamentos (1969), de Hermes Sosa, Olga Giustina y Enzo Cavallo. Bajo la rúbrica de “arquitecturas recientes en Argentina, Chile, Ecuador y España”, se publican el proyecto para Ciudad Ribera (2008-09) de Gerardo Caballero, Maite Fernández y Rubén Palumbo; la Casa View (2004), de Diego Arraigada, Mark Lee y Sharon Johnston; la casa en Kentucky (2007) de Mariel Suarez; la Casa AG (2007) de Juan Germán Guardatti y Román Renzo, la Casa De la Cruz (2004/2006) de Rafael Iglesia, la Casa en Bahía Azul (2001) de la chilena Cecilia Puga; la casa Pentimento (2005) de los ecuatorianos José María Saez Vaquero y David Barragán; la rehabilitación del despacho de Arquitectura en Barcelona (2007) de Sebastián Guerrico, Mario Corea y Lluis Morán, entre otros proyectos.
11- En 1985 Corea se traslada a Saint Louis. Con 42 años, es invitado por primera vez a la Washington University a dar clases de Diseño durante un cuatrimestre. La invitación fue promovida por el decano, Constantine Michaelides, su compañero de estudios en Harvard en los años 60. Cabe mencionar que la Washington University de Saint Louis fue la primera en adoptar el programa de Urban Design que Joseph Lluis Sert había implementado en Harvard y fue organizado por primera vez por Fumihiko Maki y Roger Mongomery en 1961. Veáse Berrini (2016).
12- Para una comprensión pormenorizada de las trayectorias y de los modos de obrar de estos autores, véanse los trabajos de Rois (2011a y 2011b), Berrini (2016) y Solari (2019).

Notas de autor

(*) María Carla Berrini. Arquitecta (FAPyD-UNR), docente e investigadora en el área de historia en FAPyD-UNR. Ha cursado estudios de posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella. Actualmente es doctoranda en Arquitectura, en FAPyD-UNR. Publica sus trabajos en revistas y libros especializados y de divulgación. Participa en reuniones científicas en Argentina y en el exterior. Es titular de su estudio de arquitectura, con sede en Rosario (Argentina).

ORCID: 0000-0002-1956-9307

carlaberrini@gmail.com

(**) Claudio Solari. Arquitecto (FAPyD-UNR) y Magíster en Arquitectura (FADU-UNL). Profesor Titular e investigador en FAPyD-UNR. Ha cursado estudios de posgrado en la UTDT, en la FAU-USP y la Maestría en Arquitectura en la FADU-UNL. Ha sido becado por el Programa de Centros Asociados para el Fortalecimiento de Posgrados Brasil/Argentina, por la Universidad de Kassel (Alemania) y por el PROFITE. Publica sus trabajos en revistas especializadas y participa en reuniones científicas en Argentina y en el exterior. Es titular de su estudio de arquitectura, con sede en Rosario (Argentina).

ORCID: 0000-0001-8959-6127

arq.csolari@gmail.com

Información adicional

CÓMO CITAR: Berrini, M. C., & Solari, C. (2019). Poéticas de lo contingente: arquitectos de la contemporaneidad. A&P Continuidad, 6(11), 98-107. https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.235

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