Temas Libres

Diseñar con los vecinos. Proyecto de espacio público en la ciudad de La Rioja

Designing with neighbors. Public space project in the city of La Rioja

Juan Santiago Palero (*)
CONICET; Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), Argentina
Mariel Avila (**)
CONICET; Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6089

ISSN-e: 2362-6097

Periodicidad: Semestral

vol. 10, núm. 19, 2023

aypcontinuidad@fapyd.unr.edu.ar

Recepción: 09 Junio 2023

Aprobación: 23 Agosto 2023



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v10i19.406

CÓMO CITAR: Palero, J. S. y Avila, M. (2023). Diseñar con los vecinos. Proyecto de espacio público en la ciudad de La Rioja. A&P Continuidad, 10(19). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v10i19.406

Resumen: Este trabajo revisa el proceso de diseño participativo realizado durante la primera mitad del año 2023 para la elaboración de un proyecto de espacio público localizado en la articulación de la reserva natural urbana Takú y el barrio Susana Quintela de la ciudad de La Rioja. La experiencia en cuestión recuperó el legado de los pioneros de la participación en arquitectura de vivienda para adaptar sus claves metodológicas en una serie de dinámicas de trabajo intensivo en el territorio. A partir de la observación participante, la revisión crítica de documentos y la reconstrucción del proceso a través del testimonio de informantes clave, este artículo reconstruye las dinámicas implementadas en el territorio para contrastar categorías teóricas preestablecidas. Como aporte a futuras iniciativas participativas de similar escala y complejidad socioambiental, se destaca la importancia de lograr un abordaje colaborativo, y respaldado por el Estado, que garantice un clima de diálogo fluido y escucha atenta, propicio para la emergencia no solo de reclamos sobre aspectos funcionales y de infraestructura, sino también de los anhelos y preferencias de los vecinos del lugar.

Palabras clave: diseño participativo, proyecto de arquitectura, espacio público, reserva natural urbana, barrios populares.

Abstract: This work reviews the participatory design process developed during the first half of 2023 for the elaboration of a public space project dealing with the articulation of Takú -an urban natural reserve- and Susana Quintela neighborhood in the city of La Rioja. This experience recovered the legacy of pioneers in participatory housing architecture by means of the adjustment of its methodological key points to a series of intensive work dynamics in the site. Departing from the participant observation, the critical assessment of documentation and the reconstruction of the process through testimonies of key informants, this article reconstructs the dynamics implemented in the territory to contrast pre-established theoretical categories. As a contribution to future participatory initiatives of similar magnitude and socio-environmental complexity, the importance of a state-backed collaborative approach is emphasized. This ensures a space for fluent dialogue and attentive listening being essential for the emergence of claims not only regarding infrastructure and functional aspects but also the desires and preferences of the local neighbors.

Keywords: participatory design, architecture project, public space, urban nature reserve, working-class neighborhood.

Introducción

El presente trabajo revisa una experiencia impulsada desde la Secretaría de Enlace para el Ordenamiento Territorial y el Desarrollo Sostenible (SEOTyDS) del Gobierno de la Provincia de La Rioja (Argentina). Mediante un acuerdo con el Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat de la Universidad Nacional de Córdoba (INVIHAB UNC) y el Centro de Estudios del Habitar Popular de la Universidad Nacional de Avellaneda (CEHP UNDAV), los investigadores que redactan este artículo se comprometieron a brindar una breve capacitación en diseño participativo, coordinar las dinámicas en el territorio y realizar el seguimiento de proyecto para diseñar una plaza lineal. Este artículo propone describir las dinámicas implementadas en territorio para corroborar en qué medida el proceso realizado responde a una hibridación entre la lógica heterónoma y la lógica de producción en red.

Punto de partida teórico

La participación, como palabra compuesta por el prefijo pars parti- (división o porción), el verbo copere (tomar o agarrar) y el sufijo -tio (acción), remite a la acción de tomar partido en un hecho o proceso. En arquitectura, la participación enfatiza una “presencia activa directa” (Pelta Resano, 2007) de actores usualmente omitidos en los procesos que implica esta disciplina, como, por ejemplo, en la gestión, el diseño, la construcción, e incluso, el mantenimiento de las transformaciones que realiza sobre el ambiente. Siguiendo las ideas exploradas por John Turner (1977), cuando la población se incorpora en estos procesos, consigue resultados espaciales más ajustados a sus preferencias y requerimientos. Al reconocerse como parte de las transformaciones, los vecinos utilizan, cuidan y mantienen los espacios. Este refuerzo de la corresponsabilidad sobre el ambiente permite extender la vida útil de los recursos materiales invertidos, reducir gastos de mantenimiento y evitar reformas costosas.

Desde ese marco conceptual, el diseño participativo despliega este abordaje inclusivo dentro de la actividad proyectual, al incorporar en el proceso de toma de decisiones sobre el diseño a actores usualmente excluidos de los ámbitos de poder. En ese sentido, rompe la habitual jerarquización del proceso que centraliza las decisiones en profesionales del diseño. Este cuestionamiento inicial a las jerarquías facilita su implementación en ámbitos donde se pondera –de manera práctica o retórica– la horizontalidad, y, por el contrario, dificulta su aplicación en ámbitos que responden a estructuras claramente jerarquizadas, como el Estado. Si bien este cuestionamiento de la jerarquización del proceso de toma de decisiones sobre las transformaciones del ambiente construido ha sido implementado desde diversas experiencias de activismo urbano, la hipótesis de este trabajo es que el diseño participativo constituye una herramienta factible de ser incorporada en el repertorio de instrumentos de las políticas públicas implementadas desde dependencias estatales.

Esta tensión entre verticalidad y horizontalidad puede enmarcarse desde la conceptualización de dos categorías teóricas abordadas por los pioneros de la participación en arquitectura: heteronomía y producción en red. La primera hace referencia a una organización jerárquica, piramidal y la segunda como interacción compleja entre múltiples actores. Si bien John Turner (1976) elabora estas categorías cuando aborda el tema del alojamiento (housing), las definiciones pueden ampliarse a la producción de ciudad para incluir el debate sobre el diseño del espacio público.

En el texto El verbo edificar (1976) Turner enfrenta dos tipos de organizaciones. Por un lado, aquellas “que utilizan a la gente [donde] son los organismos centrales los que toman las decisiones locales, estas decisiones necesariamente tienen que poner en ejecución programas y proyectos más o menos normalizados (standardized)” (Turner, 1976, p. 159). Para ejemplificar este tipo de organizaciones menciona al Estado y a las grandes empresas privadas, donde “todas las decisiones en este sistema autoritario van de la cima a la base” (p. 161). Para definir el rasgo característico de estas organizaciones, en el libro Vivienda todo el poder al usuario (1977) utiliza la categoría de heteronomía.

Frente a estas estructuras verticales, Turner contrapone la producción en red para definir teóricamente las organizaciones autónomas, ágiles y flexibles, que la gente utiliza para tomar “las decisiones locales [...] que deben estar al alcance de todos” (Turner, 1976, p. 159). En este sistema abierto, los actores pueden realizar múltiples combinaciones. Al ser el habitante quien “controla cabalmente el diseño” (p. 163), los diversos resultados formales se adecuan específicamente a sus necesidades y posibilidades, como, por ejemplo, en los barrios autoconstruidos.

Del mismo modo, Christopher Alexander define dos maneras opuestas de concebir la forma de la ciudad: una arborescente y otra como semirretículo o semitrama (semilattice). En la estructura arborescente, la decisión sobre el todo define la interacción entre las partes: “ninguna parte de cualquier unidad está enlazada con cada una de las demás unidades, salvo por medio de esta unidad como un todo” (Alexander, 1968). Es decir que la ciudad se conforma a partir de relaciones originadas desde arriba hacia abajo, desde un tronco principal hacia elementos subsidiarios. Por el contrario, la semitrama refleja una interacción compleja entre elementos. La unidad depende de la cooperación entre ellos y de su interacción con el contexto: “su coherencia como unidad deriva tanto de las fuerzas que mantienen juntos a sus propios elementos, como de su dinámica coherencia con el sistema de vida más amplio que la incluye” (Alexander, 1968). En sus resultados formales, estas maneras contrapuestas de concebir la ciudad redundan en diferencias de complejidad, obteniendo ambientes monótonos y simplificados a través de esquemas arborescentes y aportando diversidad y vitalidad desde los modelos de semitrama.

A partir de la caracterización que realizan Turner y Alexander, y de acuerdo a las citas anteriormente revisadas, se establecen una serie de dimensiones contrapuestas (Fig. 1) que nos permiten enmarcar experiencias prácticas según rasgos más específicos de estos polos teóricos en tensión.

Dimensiones de la
heteronomía y la producción en red.
Figura 1
Dimensiones de la heteronomía y la producción en red.
Fuente: Elaboración propia.

Desde un punto de partida teórico, el diseño participativo respondería mejor a la categoría de producción en red, por cuestionar la centralización del proceso de toma de decisiones. Sin embargo, esto no debería impedir la posibilidad de iniciar procesos de diseño participativo desde el Estado, combinando lo mejor de ambas lógicas. De hecho, el mismo Turner admite que heteronomía y producción en red no son categorías excluyentes: “definen un espectro, no una dualidad, ya que hay bastantes combinaciones” (Turner, 1976, p. 162). Y en textos posteriores, propone situaciones intermedias buscando aprovechar del Estado su disponibilidad de recursos y su capacidad para delimitar marcos normativos (Turner, 1980).

Pese a las recomendaciones de Turner, el diseño participativo permanece alejado de las políticas estatales, acotando su radio de influencia a iniciativas puntuales de grupos de trabajo en el marco de programas temporales o diferentes formas de activismo cuya continuidad depende de factores coyunturales volubles. Sin intención de desprestigiar a estos grupos que encuentran en TYIN Tegnestue o Rural Studio referentes internacionales, es preciso valorar el interés pedagógico por acercar las herramientas disciplinares a los problemas cotidianos de una población cuyos derechos han sido históricamente vulnerados. Aunque, por otro lado, estas modalidades de trabajo implican una serie de riesgos de los cuales el diseño participativo podría intentar liberarse. Estos proyectos pueden caer en acciones parciales y, en el peor de los casos, en obras sobreestetizadas que respondan mejor a la intención editorial de mostrarse en revistas y anuarios que al continuo proceso de mejoramiento que realiza la población. Sin insertarse en estrategias más amplias de uso y mantenimiento, pueden degradarse rápidamente, transmitiendo un mensaje contraproducente, como si todo el esfuerzo invertido se desvaneciera inmediatamente con la retirada de los voluntarios (Nerín, 2011).

El trabajo voluntario requeriría, también, una revisión crítica. Al estudiar las pasantías en museos, Hito Steyerl (2014) afirma que el voluntario no cobra por su trabajo. En realidad, lo que gana es la posibilidad de formar parte de una experiencia. Esta posibilidad de ocupar un lugar, redunda en experiencia para su propia formación. Simplificando la ecuación, el voluntario está pagando por su formación. La remuneración que no recibe, es el costo de su experiencia.

Un último riesgo implica caer en un exceso de pragmatismo que se jacta de abordar situaciones problemáticas “con lo que encontraban a mano” (Zabalbeascoa, 2015). Como si el ingenio y la iniciativa fueran suficientes para salir adelante, sin incorporar ningún factor crítico que busque cuestionar o, al menos, revertir las condiciones dadas.

Sobre estos riesgos se concentran las críticas más corrosivas con respecto a los enfoques participativos. Tanto Engels (1975) cuando critica las propuestas cooperativistas de Mülberger, como Burgess (1978) analizando los textos de Turner, o Boano y Vergara Perusich (2016) al revisar Quinta Monroy de ELEMENTAL, todos señalan una desproporción entre la propuesta discursiva y sus alcances prácticos, una naturalización y romantización de condiciones históricamente impuestas, y una desvinculación real de las alternativas políticas para la transformación de la realidad buscando un atajo mediante artilugios técnicos que solamente alcanzan un maquillaje estético provisorio. ¿Es posible liberar al diseño participativo de este campo minado?

Para cuestionar la exclusión del diseño participativo de las políticas urbano-habitacionales, se propone revisar un proceso de diseño participativo encarado desde dependencias estatales con el fin de corroborar su posicionamiento intermedio entre las dos categorías teóricas en tensión: heteronomía y producción en red.

De este modo, se busca posicionar al diseño participativo no solamente como una performática de grupos de activismo itinerante sino, además, como parte del repertorio de herramientas del Estado para intervenir en proyectos de elevada complejidad socioambiental. Si bien el ambiente, como conjunción de sistemas interrelacionados es complejo de por sí, se pretende aludir así a problemáticas que se agravan y complejizan aún más por una histórica postergación y fragmentación en las acciones, que muchas veces ni siquiera intentan abordar las causas, sino esconder sus efectos. Este posicionamiento teórico aún se encuentra en construcción, aunque pueden mencionarse interesantes antecedentes, por ejemplo, en el trabajo de Jorge Mario Jáuregui en las favelas de Brasil (Jáuregui, 2012), Espacios de Paz en los barrios populares de Venezuela (PICO Estudio, 2014) o en la planificación participativa de Mariana Segura en Argentina (Segura, 2018). Desde este punto de vista, el Estado no es un instrumento de cooptación que termina verticalizando toda construcción grupal con la que entra en contacto. Por el contrario, se trata de un ámbito atravesado por las mismas contradicciones que tensionan la sociedad. En esta disputa constante, los sectores que buscan democratizar las estructuras del Estado pueden establecer una sinergia con los grupos que buscan democratizar procesos de menor escala, como la producción de ciudad. En los casos citados, las instituciones estatales amplían su base territorial apoyándose en la acción colectiva que se desarrolla horizontalmente, y, a su vez, estos grupos potencian su alcance, apoyados en los recursos del Estado.

Presentación del caso

El proyecto se localiza en la ciudad de La Rioja (Fig. 1), Argentina, en el costado noreste de la reserva natural urbana (RNU) Takú, en la articulación con el barrio Susana Quintela, que comenzó como una toma de tierras organizada por familias vulnerables y actualmente se encuentra en proceso de integración urbana a través del Plan Angelelli. La SEOTyDS, que impulsa la creación de esta plaza lineal de 3700 m2, ha desarrollado el proyecto de la RNU Takú desde un enfoque integral que incluyó la apertura de una calle vehicular, la creación de un sistema de senderos internos para el recorrido peatonal, un vivero de flora nativa, un memorial para la víctima de un femicidio, y el desarrollo de diversas actividades culturales y educativas que buscan articular las características arquitectónicas del conjunto con las demandas y necesidades de la población del barrio adyacente. Continuando este enfoque, la SEOTyDS se contactó con especialistas en el tema para comenzar a elaborar una metodología participativa que permita abordar el diseño desde la construcción de consensos con los vecinos.

Como particular limitación de este caso, y dado que la plaza a diseñar se ubicaba junto a una barranca inestable (Fig. 2), con escombros y residuos, la SEOTyDS necesitaba el proyecto con premura para coordinar acciones con otras dependencias encargadas de su saneamiento y consolidación. Ante la urgencia del pedido, se optó por implementar acciones puntuales e intensivas en el territorio. Esto suponía todo un desafío, al intentar obtener los beneficios teóricos de la producción en red, pero adaptándose a los plazos de una estructura heterónoma. En dependencias estatales, y a juzgar por experiencias previas de trabajo, las demandas aparecen por una combinación entre reclamos vecinales y compromisos políticos. El proyecto se elabora rápidamente desde áreas de profesionales en diseño (estatales o subcontratadas) que concentran una multiplicidad de encargos siguiendo plazos acotados y sin tiempo para realizar intercambios con la población. El diseño se define cuanto antes para iniciar un largo itinerario en el que el legajo se complejiza (cálculo, presupuesto, visados, licitaciones) para adecuarse a la normativa y a los circuitos presupuestarios vigentes. El tiempo que transcurre entre la formulación de la demanda y la materialización de las obras está mediado por la acción política; por eso, previendo las dificultades en este campo, la instancia de proyecto suele reducirse al máximo.

Localización del proyecto.
Figura 2
Localización del proyecto.
Fuente: Elaboración propia.

Materiales y métodos

En este apartado se describe, en primer lugar, la metodología implementada para este tramo particular de la investigación, orientado a la construcción científica del artículo; y, posteriormente, las claves metodológicas que guiaron la intervención en el territorio, como parte de una investigación más amplia y en proceso.

La posibilidad de iniciar un proceso de diseño participativo desde dependencias estatales evidenciaba una tensión entre verticalidad y horizontalidad. Con la ayuda de los principales teóricos de la participación en arquitectura, esta tensión se tradujo en las categorías teóricas antedichas: heteronomía y producción en red. A su vez, estas categorías teóricas se desagregaron a partir de dimensiones a corroborar en el proceso realizado. Finalmente, los resultados obtenidos en el territorio se contrastaron con las dimensiones teóricas para corroborar en qué medida el proceso realizado responde a una u otra categoría teórica.

Para abordar estos desafíos, se utilizó un enfoque exploratorio, descriptivo, de base cualitativo y guiado por los lineamientos de la investigación-acción participativa que proponen construir conocimiento desde la transformación de las realidades en el territorio. La reconstrucción del trayecto realizado se apoyó en la observación participante, siguiendo a Kawulich (2005), como descripción sistemática de eventos, comportamientos y artefactos en un escenario elegido, utilizando los cinco sentidos. En este caso, el escenario fue el ámbito barrial en el cual se diseñaría la plaza. Los comportamientos se acotaron a la participación de los diferentes actores convocados y los artefactos se referían a los instrumentos empleados en las dinámicas. Como complemento de los cinco sentidos se procedió al registro detallado de las actividades desarrolladas, la recuperación de testimonios de los actores involucrados (vecinos, funcionarios y técnicos) a través de entrevistas semiestructuradas y la revisión pormenorizada de los documentos elaborados por el equipo: gráficas arquitectónicas, banners de difusión, cuadros síntesis, fichas para encuestas, actas, informes, etcétera.

Para desarrollar el proceso capaz de tensionar en el territorio las categorías teóricas de heteronomía y producción en red, se propuso una reformulación operativa de metodologías ampliamente exploradas a partir de la década de los sesenta, orientadas a abordar el proyecto en pie de igualdad con los vecinos, que son quienes mejor conocen los problemas y potencialidades del sitio a intervenir. Este abordaje lleva al ámbito proyectual la intención de Turner (1968) de trabajar con la gente, para complementar auténticas vocaciones de servicio orientadas a trabajar para ella. Si bien existen ejemplos más cercanos, en este apartado se propone ligar las técnicas implementadas con las ideas pioneras para utilizar referencias ampliamente difundidas en el ámbito científico.

También es importante destacar la intención de iniciar el proceso de diseño en la recuperación de las memorias espaciales de la población (Alexander, 1981). En ese sentido, la segunda dinámica desplegada en el sitio buscaba contactar a la población con sus recuerdos, para identificar sus preferencias con respecto a las características del espacio público. En esa primera instancia, se comenzó desde nociones difusas, deseos generales, para sortear restricciones impuestas y tomar como punto de partida los deseos más auténticos y profundos de la población (Livingston, 1995). A lo largo del proceso de diseño, el proyecto debe ir adecuándose a las condicionantes existentes, pero la imaginación colectiva no debe coartarse de antemano.

Cabe destacar que en el tiempo limitado de trabajo, se buscó incluir una amplia gama de dinámicas lúdicas, apelando a un espíritu participativo, usualmente vedado por el productivismo y los roles socialmente asignados. Rompiendo la rigidez de los procesos consultivos, el juego permite que emerjan actitudes solidarias, empáticas, y desestructuradas (Huizinga, 2007), usualmente omitidas por la formalidad de los procesos orientados según fines técnicos.

En la definición del listado de actividades se procuró evitar la jerga arquitectónica asociada a la definición monofuncional de sectores. Por el contrario, se utilizaron actividades con el mayor grado posible de abstracción y neutralidad, identificando usos estables y dinámicos (Habraken, 1979) y fomentando la complementariedad, la dualidad, el solapamiento, lo híbrido e indefinido, para evitar caer en el zoning de usos unívocos (Jacobs, 1967; Goodman, 1972; Lefebvre, 2013).

Por último, y retomando las ideas de Alexander (1981), la metodología incluía dos recorridos grupales por el sitio, primero como reconocimiento general y, posteriormente, para replantear y evaluar –en el terreno– el borrador del anteproyecto. Esta premisa reconoce que las personas tienen pocos elementos para emitir un juicio desde la simple observación de los signos gráficos de un plano: la percepción requiere complementarse en base a las múltiples referencias sensoriales (visuales, auditivas, olfativas y hápticas) en el lugar (Lynch, 1984).

Resultados obtenidos

El proceso comenzó con una jornada de capacitación, previa al trabajo en territorio, junto al equipo de la SEOTyDS[1]. Allí se compartieron algunos conceptos básicos sobre metodologías de diseño participativo y se organizó a los técnicos según roles específicos: guías, observadores, logística y coordinadores.

Los guías interactuaban con el grupo explicando las dinámicas, los observadores registraban información emergente durante el proceso y realizaban tareas más sutiles pero determinantes, como, por ejemplo, graduar la intervención de los técnicos para garantizar la rotación de la palabra. Los encargados de logística abordaban tres tareas complementarias: realizaban el registro audiovisual de las dinámicas; adecuaban la infraestructura para generar un ámbito propicio para la elaboración colectiva de un proyecto y asistían a aquellos participantes que pudieran tener algún inconveniente. Finalmente, los coordinadores –autores de este artículo– se ocupaban de la apertura y cierre de cada dinámica.

La estructura heterónoma del Estado exige ajustar los plazos grupales según su agenda, por eso, los conceptos compartidos durante la capacitación se pusieron en práctica en el terreno en dos jornadas intensivas de trabajo en territorio, divididas según dinámicas, cada una de ellas orientadas a obtener una serie de resultados mínimos. El primer día de trabajo permitiría extraer, a través del diálogo entre técnicos y vecinos, una serie de insumos o indicios proyectuales para realizar un borrador de anteproyecto: las actividades que los vecinos necesitaban o disfrutaban realizar en el espacio público y algunas preferencias generales, como materiales, vegetación e infraestructuras. Durante el segundo día de trabajo se discutiría un borrador de anteproyecto elaborado con estos insumos surgidos de la anterior jornada. Se trataría de un bosquejo momentáneo, porque en él se incluirían, de manera premeditada, algunas disyuntivas surgidas durante su elaboración, con el fin de involucrar a los vecinos en la discusión y en la toma de decisiones. La intención era evidenciar que toda decisión proyectual suscita intereses en tensión, solo que habitualmente las estructuras heterónomas resuelven estas decisiones sin el debate de los vecinos. En este caso, se propuso definirlas desde la construcción de consensos.

La primera jornada de trabajo en territorio, convocada por la SEOTyDS en articulación con la Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social[2], estuvo dividida en tres dinámicas grupales. Comenzó con una sección introductoria, orientada a evidenciar el marco institucional de la iniciativa, presentar al equipo de trabajo y acordar con los vecinos una modalidad de trabajo en función de los intereses compartidos (Fig. 3).

Sección introductoria
para aclarar el marco institucional.
Figura 3
Sección introductoria para aclarar el marco institucional.
Fuente: SEOTyDS.

La segunda dinámica (Fig. 4), de carácter lúdico, se orientó a la construcción colectiva de un diagnóstico de requerimientos y preferencias mediante la evocación de la memoria de los vecinos sobre espacios públicos de la ciudad de La Rioja. Las preguntas y consignas de los guías apuntaban a evocar lugares, espacios preferentemente abiertos y urbanos, mencionados desde el recuerdo cercano o nostálgico, para identificar aspectos que los vecinos consideraban positivos. A modo de juego, alguno de los participantes debía pensar un espacio, y describirlo parcialmente sin mencionar su nombre, mientras el resto del grupo intentaba adivinar de qué lugar se trataba. En realidad, esta base lúdica se enriquecía con preguntas que permitían pasar gradualmente desde la evocación de la memoria hacia la discusión de aspectos a tener en cuenta para una plaza en ese contexto puntual.

Dinámica lúdica para
registrar actividades y aspectos positivos del espacio público.
Figura 4
Dinámica lúdica para registrar actividades y aspectos positivos del espacio público.
Fuente: SEOTyDS.

La tercera dinámica retomó un listado de actividades, registradas por guías y observadores en la instancia anterior, para discutirlas y depurarlas grupalmente. Una vez acotado un listado de usos o actividades, se instó a los vecinos a recorrer el sitio en grupos reducidos (Fig. 5) con el fin de revisar la pertinencia de las actividades elegidas y evaluar sus posibles localizaciones en el terreno. Cerrando la primera jornada, se brindó un refrigerio a los asistentes mientras funcionarias de la SEOTyDS y de la Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social aportaron unas palabras de agradecimiento e invitaron a la próxima reunión en el sitio, pautada para la semana siguiente.

Primer recorrido grupal por
el sitio.
Figura 5
Primer recorrido grupal por el sitio.
Fuente: SEOTyDS.

Luego de esa primera jornada en territorio, el equipo de diseño comenzó a ensayar opciones de anteproyecto en base a los insumos proyectuales y las diferentes variantes de espacialización (o distribución espacial) de funciones propuestas por los diferentes grupos. El equipo, al contar con distintas alternativas de distribución de actividades, debía tratar de conciliarlas, pero identificando los puntos de disenso que, en este caso, se referían a la ubicación del área deportiva y la incorporación de diferentes equipamientos en el acceso a la plaza. Luego de depurar estas alternativas, se confeccionaron tres paneles con las piezas gráficas necesarias para la segunda convocatoria.

Encuesta para conocer
opiniones individuales sobre las disyuntivas planteadas en el borrador de anteproyecto.
Figura 6
Encuesta para conocer opiniones individuales sobre las disyuntivas planteadas en el borrador de anteproyecto.
Fuente: elaboración propia y fotografía de la SEOTyDS.

En el segundo encuentro en territorio, se recibía a los vecinos con una ficha que explicaba los avances logrados, incluyendo una encuesta de opinión individual sobre los aspectos a resolver grupalmente (Fig. 6). Los coordinadores explicaron el borrador de anteproyecto realizado por el equipo de diseño, aclarando que se trataba de un esquema provisorio, por incluir dos disyuntivas que debían resolverse colectivamente. Antes de cerrar la discusión grupal sobre las ventajas y desventajas de cada opción, se instó a los vecinos a realizar un segundo recorrido en el sitio, pero esta vez, el equipo de trabajo había demarcado previamente sobre el terreno –con estacas y cintas de colores– las actividades propuestas por los vecinos, tal como se mostraban en las planimetrías incluidas en el borrador de anteproyecto (Fig. 7).

Segundo recorrido
orientado a la revisión en el sitio del borrador de anteproyecto.
Figura 7
Segundo recorrido orientado a la revisión en el sitio del borrador de anteproyecto.
Fuente: SEOTyDS.

Tras recorrer el lugar, volvió a reunirse el grupo completo para cerrar la decisión colectiva sobre las opciones planteadas y adecuar el anteproyecto según las observaciones de los vecinos con respecto al replanteo en el sitio (Fig. 8). Como cierre de esta segunda jornada se invitó a los vecinos y a las autoridades de la SEOTyDS a compartir su opinión sobre el proceso realizado, anunciando una próxima reunión con fecha a definir, para la presentación del anteproyecto definitivo.

Discusión colectiva de las
alternativas planteadas en el borrador de anteproyecto.
Figura 8
Discusión colectiva de las alternativas planteadas en el borrador de anteproyecto.
Fuente: SEOTyDS.

A través de reuniones virtuales con el equipo de diseño, se incorporaron al anteproyecto las observaciones surgidas en la segunda jornada de trabajo en territorio. Para definir las disyuntivas abiertas en el bosquejo provisorio, se contrastaron las decisiones tomadas colectivamente con las opiniones individuales de las encuestas.

Los planos e imágenes de previsualización alcanzados en el anteproyecto definitivo reflejan una admirable capacidad del equipo de diseño para interpretar los deseos y necesidades de los vecinos desde una estética contemporánea y apropiada a las condicionantes del contexto (Fig. 9 y 10).

Volumetría y planimetría
del anteproyecto elaborado a partir de las dinámicas implementadas en
territorio.
Figura 9
Volumetría y planimetría del anteproyecto elaborado a partir de las dinámicas implementadas en territorio.
Fuente: SEOTyDS.

Renders del anteproyecto
elaborado a partir de las dinámicas implementadas en territorio.
Figura 10
Renders del anteproyecto elaborado a partir de las dinámicas implementadas en territorio.
Fuente: SEOTyDS.

Discusión

A continuación, se enmarcan y problematizan los resultados obtenidos, según las dimensiones de las categorías teóricas enunciadas en la introducción del trabajo, para determinar en qué medida el proceso realizado responde a uno u otro de los modelos en tensión.

Esta experiencia recuperó de la producción en red, aquella dimensión que busca ajustar el diseño según las necesidades y posibilidades del habitante. El hecho de organizar los equipos y las dinámicas según roles específicos no se orientó a la construcción de una estructura de mando, sino a facilitar el control del diseño por parte de los vecinos, y siempre respetando sus capacidades y condicionantes. En lugar de convertir a los habitantes en diseñadores ocasionales, la metodología buscaba rescatar los aportes específicos de cada actor. Contra los esquemas participativos que desdibujan las identidades y responsabilidades de las partes involucradas, Habraken (1979, p. 20) afirmaba que “un residente no tiene por qué ser un diseñador. Normalmente él o ella no tienen interés por el diseño per se, sino solamente en vivir en un ambiente que mejor le vaya a él o ella”. Del mismo modo que “alguien que compra un traje no tiene por qué ser sastre” (p. 20).

Por otro lado, retomando una premisa de la heteronomía, un tramo del proceso de toma de decisiones se mantuvo alejado del ámbito local. La restricción en los plazos de trabajo implicó la necesidad de resolver una parte del proyecto desde la lógica vertical que separa a los habitantes, del proceso de toma de decisiones. Al acotar la interacción con los vecinos a dos jornadas en el sitio, una parte de la toma de decisiones avanzó mediante el trabajo en gabinete, sin la participación de la población local. En este tramo, las decisiones se tomaron teniendo en cuenta las necesidades y preferencias de los vecinos, relevadas como insumos o indicios de proyecto, pero sin participación directa. Mientras la primera jornada cerró con una propuesta de distribución espacial de actividades abstractas, el segundo encuentro comenzó mostrando un anteproyecto más definido, con posibles esquemas de circulación y alternativas de distribución de mobiliarios urbanos.

Si bien los plazos de trabajo exigieron una momentánea separación del proceso de toma de decisiones, esto no impidió su adecuación dinámica al contexto, tal como plantea una de las dimensiones de la producción en red. En la segunda jornada, los avances realizados por el equipo técnico se revisaron íntegramente, resolviendo algunas disyuntivas puntuales (mesas o gradas en el ingreso y ubicación del área de deportes). Aunque más importante fue el hecho de volver a revisar la totalidad de la propuesta en un segundo recorrido por el sitio, para terminar de adecuar el proyecto a la especificidad del contexto. Al visualizar las actividades demarcadas con estacas y cintas en el terreno, los vecinos realizaron cambios significativos como, por ejemplo, incorporar un nuevo sector para actividades lúdicas. Con lo cual, se supera la participación puramente informativa o consultiva (Arnstein, 1969) para cerrar el proceso con dinámicas asociadas al poder ciudadano y la producción en red. Si entre la primera y la segunda jornada en territorio se diseñó para la gente, el cierre de las dinámicas se produce trabajando con ella.

Por último, se mantuvo de la heteronomía la dimensión referida a la subordinación de las partes a un todo. La estructura orgánica (por no decir vertical) del Estado permitió coordinar diferentes equipos técnicos e insertar la intervención en sistemas de mayor escala. El abordaje centralizado pudo constatarse en el liderazgo de la SEOTyDS para coordinar la intervención con la Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social y con el equipo de ingenieros encargado de consolidar la barranca. La incorporación de la plaza lineal a las dinámicas de escala urbana implicó la vinculación con la red de ciclovías y la incorporación de un puesto del sistema público de bicicletas de la ciudad.

Conclusiones preliminares de una experiencia en proceso

Como síntesis de las dimensiones teóricas desplegadas durante el proceso, puede afirmarse que esta experiencia recupera dos de las dimensiones propias de la heteronomía: la distancia de la población local con respecto a uno de los tramos del proceso y la subordinación de las partes a un todo. Por otro lado, se reinterpretan dos dimensiones de la producción en red: el control del diseño por parte del habitante y la adecuación de los resultados a la especificidad del contexto.

Para cerrar este encuadre teórico del diseño participativo, en lugar de intentar posicionarlo en una o en otra lógica, quizás resulte necesario comprender su posicionamiento intermedio, como una hibridación de las disciplinas proyectuales para acoplar lo mejor de cada uno de los polos planteados, o una especie de pensamiento de frontera entre la heteronomía y la producción en red. Quizás sea una posible respuesta al interrogante abierto por Henri Lefebvre cuando se preguntaba por la distancia existente entre el espacio representado de los técnicos (arquitectos, urbanistas, ingenieros) y el espacio de representación de la cotidianeidad de la población: “¿Qué hay en el medio? ¿Qué ocupa el intersticio entre las representaciones del espacio y el espacio de representación? [...] ¿La imaginación? Quizás, pero por qué y para quien” (Lefebvre, 2013, p. 102). Probablemente el diseño participativo logre llenar ese vacío como una imaginación colectiva que se sirve del conocimiento experto y los recursos –hasta ahora concentrados en estructuras piramidales– para transformar las condiciones de vida de la población históricamente postergada.

Retomando la hipótesis planteada, el proceso realizado evidencia la posibilidad de guiar una experiencia de diseño participativo desde dependencias estatales, corroborando algunas dimensiones propias de la categoría heteronomía y otras dimensiones asociadas a la categoría de producción en red. Como parte del reajuste teórico que promueve toda contrastación empírica en el territorio, podría sumarse al modelo teórico de la heteronomía alguna dimensión vinculada con el fuerte mensaje simbólico de la acción encarada desde el Estado.

En líneas generales se transmite un mensaje con respecto a la responsabilidad del Estado como estructura a cargo de funcionarios elegidos mediante mecanismos electorales, que deben dar cuenta sobre su capacidad de incidencia en el territorio. En particular, la experiencia realizada expresa o transparenta una asunción de roles y responsabilidades sobre el espacio público. Además de recuperar el punto de vista de los vecinos, fortalece el vínculo entre las dependencias estatales –responsables del diseño, construcción y mantenimiento de los espacios– y la ciudadanía, que usa, disfruta y cuida lo construido.

Referencias bibliográficas

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Notas

[1] La SEOTyDS está a cargo de la Arq. Paula Garello. El equipo de diseño de esta dependencia está conformado por: Arq. Micaela Rearte, Arq. Melisa Cortés Ibáñez, Arq. Sabrina Cortés Ibáñez, Arq. Alejandro Romero, Agustina Zalazar McEwen, Ignacio Lúquez, Gabriel Quinteros y Agustín Arnedo. También participaron como colaboradores a lo largo de todo el trabajo: Lic. Ángela Alcaráz, Lic. Noelia Luna, Paula Abarca, Efraín Tello y Tamara Vega.
[2] La Secretaría de Desarrollo Territorial e Inclusión Social está a cargo de Romina Guzmán. El proceso desarrollado también fue acompañado por Carolina Britos como representante del Registro Nacional de Barrios Populares en la provincia de La Rioja.

Notas de autor

(*) Juan Santiago Palero. Investigador del CONICET en el Centro de Estudios del Habitar Popular, especializado en diseño participativo de vivienda de interés social. Doctor en Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Docente en el Departamento de Arquitectura Urbanismo y Diseño de la UNDAV y en la Maestría en Gestión y Desarrollo Habitacional de la UNC. Fue becario del CONICET, dirigido por Ana Falú, y becario posdoctoral de la Asociación Universitaria Iberoamericana de Posgrado, en Sevilla, bajo la dirección de Esteban de Manuel Jerez. Entre 2006 y 2014 trabajó en la Dirección de Hábitat Popular y en la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad de Córdoba.

ORCID: 0000-0002-3994-2607

juansantiagoarqpalero@gmail.com

(**) Mariel Avila. Arquitecta egresada de la Universidad Nacional de La Rioja. Becaria doctoral del CONICET bajo la dirección de la Dra. Cecilia Marengo y la codirección de la Dra. Ana Laura Elorza en el Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba.

ORCID: 0009-0003-9447-8135

mariel.avila@mi.unc.edu.ar

Información adicional

CÓMO CITAR: Palero, J. S. y Avila, M. (2023). Diseñar con los vecinos. Proyecto de espacio público en la ciudad de La Rioja. A&P Continuidad, 10(19). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v10i19.406

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