Dossier Temático
Arquitectura: cien años de formación en la provincia de Santa Fe. Instituciones, actores y debates en la definición del espacio académico en la región del Litoral
Architecture: one hundred years of education in the Province of Santa Fe. Institutions, actors, and debates in the definition of the academic space in the Littoral Region
A&P continuidad
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN: 2362-6089
ISSN-e: 2362-6097
Periodicidad: Semestral
vol. 9, núm. 17, 2022
Recepción: 07 Agosto 2022
Aprobación: 01 Noviembre 2022
CÓMO CITAR: Müller, L. A. y Parera, C. (2022). Arquitectura: cien años de formación en la provincia de Santa Fe. Instituciones, actores y debates en la definición del espacio académico en la región del Litoral. A&P Continuidad, 9(17), doi: https://doi.org/10.35305/23626097v9i17.390
Resumen:
En el marco de la convocatoria para celebrar el centenario de la formación de profesionales de la arquitectura en la región del Litoral, el presente artículo analiza una serie de factores que jalonaron distintos momentos relevantes en la definición de su perfil. En particular, el arco temporal del trabajo se inicia con la creación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral en 1923, articulando su paso a la Universidad Nacional de Rosario en 1968 y el restablecimiento de esta carrera en la Universidad Nacional del Litoral en 1985, con la actual Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Interesa considerar las características que definieron los distintos planes de estudios y propuestas de modificación, los actores a cargo de políticas institucionales, el estudiantado como protagonista, entre otras condiciones que, en conjunto, a lo largo de un siglo y en distintas instituciones, contribuyeron a definir el perfil de la formación disciplinar en la región.
Palabras clave: arquitectura, enseñanza, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe.
Abstract:
Within the framework of the call to celebrate the centenary of architecture professional education in the Littoral Region, this article analyzes a series of factors featuring different relevant moments in the definition of this professional profile. In particular, the time frame of the text begins with the creation of the School of Architecture of the National University of Littoral in 1923, articulating its transition to the National University of Rosario in 1968 and the reinstatement of this career at the National University of Littoral in 1985, in the current Faculty of Architecture, Design and Urbanism. It is interesting to consider the characteristics that defined the different curricula and the modification proposals, the actors in charge of institutional policies, the key role of the student body. These are among other conditions that, all together, contributed to shape the profile of disciplinary education in different institutions of the region throughout a century.
Keywords: architecture, education, National University of Littoral, Santa Fe.
Primeras instituciones para la formación de arquitectos en Argentina
En las primeras décadas del siglo XX la oferta para la formación de arquitectos en Argentina era limitada[1]. En 1901, se había creado la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (EA UBA) en el seno de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, contando entre sus primeros egresados a Manuel Torres Armengol, quien a finales de la década de 1920 sería el proyectista del edificio para el Rectorado y Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral en la ciudad de Santa Fe. Por su parte, desde 1892 la Facultad homónima de la Universidad Nacional de Córdoba otorgaba el título de ingeniero arquitecto, como el obtenido por Ángel Guido, profesional fuertemente comprometido con las instituciones académicas y profesionales de la provincia de Santa Fe. Ambas propuestas, nacidas en espacios de formación de ingenieros, respondían al modelo politécnico centroeuropeo, que se caracterizaba por el predominio de las asignaturas técnicas en el plan de estudios, con un abordaje eminentemente basado en la adquisición de instrumentos analítico-científicos capaces de abstraer el conocimiento empírico.
Sin embargo, el reconocimiento de la progresiva diferenciación en las prácticas y la demanda por una especialización disciplinar estimularon sendos debates, impulsando procesos de transformación institucional. Por un lado, la EA UBA encargó una sustancial revisión del Plan de estudios en 1914, acentuando la formación artística y el dominio de la técnica de composición de la mano de nuevos docentes fieles al modelo impartido en L’École des Beaux Arts de París. Por otro lado, el título de Ingeniero Arquitecto que ofrecía la UNC fue suprimido en 1918, incorporándose en 1923 la formación especializada con la creación de la Escuela de Arquitectura (EA UNC) (Núñez, 2015). También en esta línea puede entenderse la creación en 1923 de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral (EA UNL) en el marco de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria (FCMFQN) con sede en Rosario, donde se dictaba la carrera de Ingeniería Civil.
Estas tres instituciones, ubicadas en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Rosario, constituyeron la oferta inicial para la formación de arquitectos en el país, convencidas que “no debía el arquitecto aprender ni menos materias, ni materias menos difíciles que el ingeniero; debe aprender otras materias, tener otras aptitudes”, como afirmaba por estos años el arquitecto Carlos Altgelt (1909, p. 150), activo agente del campo profesional argentino.
Debates en torno del modelo formativo de la EA UNL
El proceso de creación de la EA UNL se jalonó con numerosos acontecimientos institucionales sucedidos en pocos años. Con el impulso de los debates en torno a la Reforma Universitaria de 1918, al año siguiente se inició el proceso de nacionalización de la Universidad de Santa Fe, fundando la UNL. Esta fue considerada hija de la Reforma, ya que fue la primera en organizarse luego de aquel hito democratizador de la enseñanza universitaria iniciado en Córdoba y sostenido con el convencimiento de profesores y estudiantes[2]. Al momento de su concepción la cobertura regional de la UNL fue amplia; estaba compuesta por una sede central en la ciudad de Santa Fe –donde funcionaba el rectorado– y filiales en las ciudades de Rosario, Paraná y Corrientes. Entre sus primeras facultades es posible mencionar la de Ciencias Jurídicas y Sociales y la de Química Industrial y Agrícola, con asiento en la ciudad de Santa Fe; la de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria, y la de Ciencias Médicas, en Rosario; la de Ciencias Económicas y Educacionales en Paraná, así como la de Agricultura, Ganadería, Industria y Afines en la ciudad de Corrientes, buscando sentar bases sólidas para el desarrollo social, económico y productivo del área de influencia (Piazzesi y Bacolla, 2015). En 1922 se aprobó el primer Estatuto que, directamente basado en los principios reformistas, instituía el cogobierno de una comunidad universitaria laica, abierta, libre y autónoma. Ese mismo año se produjo su inauguración oficial y un año después la asunción de su primer Rector electo por el Consejo Superior, Pedro Ernesto Martínez.
Retomando el objeto de estudio, la EA UNL fue gestada dentro de la FCMFQN solo cuatro años después de la creación de la universidad, bajo el impulso de numerosos técnicos constructores egresados de la Escuela Industrial de la Nación anexa, que no querían trasladarse a Buenos Aires para continuar sus estudios. También formaron parte de la iniciativa dos profesores de la carrera de Ingeniería Civil, los arquitectos Ángel Guido y Juan B. Durand, que identificaban la necesidad de una formación independiente (Cicutti, 1984). En su primera cohorte se inscribieron cuarenta y tres estudiantes, dejando en evidencia el interés suscitado por la propuesta. Sin embargo, las limitaciones presupuestarias existentes en la nueva institución forzaron a que se mantuviera un fuerte tronco común con la carrera de Ingeniería Civil (Ordenanza, 1924) Esto explica el innegable peso alcanzado por las asignaturas tecnológico-constructivas que definieron su plan de estudios inicial, como puede observarse en la Figura 1.
Sin embargo, a poco de ser creada la EA UNL algunos docentes y un grupo de estudiantes cuestionaron el sesgo técnico del plan de estudios vigente, presentando en 1925 un proyecto que aspiraba marcar un perfil diferenciado de los arquitectos en relación de aquel de los ingenieros civiles. Con esta misma idea es posible identificar en los años siguientes una sucesión de cambios, mayormente a partir de la inclusión de nuevas asignaturas de carácter teórico, como Teoría de la Arquitectura, Historia de la Arquitectura y Urbanismo, que buscaban equilibrar la balanza en la doble naturaleza –arte / técnica– de la disciplina (Müller y Parera, 2010).
Indudablemente, se trataba de una inquietud generalizada. Diversas reflexiones reproducidas por estos años en revistas especializadas argentinas permiten identificar la preocupación por definir las características específicas que debía tener la formación de los arquitectos, dejando en evidencia incluso posicionamientos críticos a la modalidad local. Esto queda reflejado, entre tantos otros, en el artículo “La crisis arquitectónica”, de Wladimiro Acosta, publicado por Nuestra Arquitectura en 1930, en el que denostaba abiertamente al modelo Beaux Arts, que proponía “conocimientos incompletos en cuestiones de técnica e higiene” (Constantinowsky, 1930, p. 591). También se evidencia en el artículo “El nuevo camino en la enseñanza de la arquitectura”, incluido en Revista de Arquitectura en 1936, en el que Eugenio Steinhof acusaba al mencionado modo como “estéril método de la copia o adaptación de estilos históricos” (p. 295).
A su vez, el tema había sido eje de discusión en encuentros profesionales, como el III Congreso Panamericano de Arquitectos realizado en 1927 en Buenos Aires, en el que se propuso establecer las “formas y orientación para la enseñanza de la ciencia de la Construcción en las facultades de Arquitectura de América” (III Congreso, 1927, p. 314). Lo mismo sucedió en el Congreso Internacional de Arquitectos, realizado en la ciudad de Milán en 1933, cuyas conclusiones en torno a la necesidad de “un tipo de estudios que proporcione sobre la base de una vasta cultura general, una sólida preparación científica complementada con los estudios de arte” (p. 18) fueron analizadas por el arquitecto Rafael Sanmartino en 1936. Por último, también es posible mencionar el análisis del plan de estudios vigente en la EA UNL realizado por uno de sus docentes, el arquitecto Ermete De Lorenzi, quien en 1932 presentó un informe para su modificación, destacando “la imperiosa necesidad de intensificar la enseñanza de los cursos interesantes a la profesión y aliviar aquellos que constituyen especialidad de otras actividades” (p. 13). Con un posicionamiento similar pocos años después el arquitecto José Micheletti, también a cargo de algunas asignaturas en la escuela litoraleña, sugirió un nuevo plan en el que se profundizaran los aspectos artísticos y teóricos de la disciplina (Micheletti, 1942), extendiendo la carrera a seis años y organizando ciclos de profundización que tras su aprobación permitieran a los estudiantes dominar cabalmente la composición arquitectónica (Fig. 2).
Las múltiples opiniones sobre los modelos formativos estimularon el debate y contribuyeron a definir un nuevo plan de estudios para la EA UNL, que fue aprobado en 1935 (“Aprobación del Plan”, 1935). La nueva estructura incluyó pocas modificaciones en cuanto a asignaturas, siendo el aspecto más sustancial la extensión del cursado a cinco años a partir de la reducción de las horas semanales, en sintonía con la duración de las EA UBA y EA UNC. Esta medida redundó en un aumento de la matrícula, ya que habilitaba la posibilidad de estudiar a aquellos interesados que necesitaban trabajar para sostenerse. Si para 1930 se habían recibido los primeros nueve arquitectos, para finales de la década se había acumulado más de un centenar (Bragagnolo, 1994).
La década de 1930 fue un período de consolidación para la Escuela en particular, y para la Universidad en general, concretamente tras la superación de los avatares económicos generados con la crisis financiera disparada por la quiebra de la bolsa de valores en Nueva York y, en el contexto interno, tras la estabilización institucional posterior al golpe de Estado de 1930. En estos años, numerosas facultades como la de Química Industrial y Agrícola en Santa Fe, y la FCMFQN en Rosario (Fig. 3) pudieron trasladarse a sus nuevas sedes recientemente construidas. Lo mismo sucedió con el Rectorado en la capital provincial, el edificio más representativo para la UNL desde el plano simbólico (Collado, 2019).
Quiebres políticos y transformaciones curriculares
El golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional en 1943 marcó el cierre del período de estabilidad institucional descrito. En los dos años siguientes, se sucedieron cuatro interventores en la gestión rectoral de la UNL. En febrero de 1945, ante la crítica situación interna provocada por la resistencia de los estamentos docente y estudiantil, y también por un cambio de las políticas del gobierno militar en relación a las universidades, se resolvió volver a llamar a elecciones de estudiantes y profesores para reponer los Consejos Directivos, y normalizar el gobierno universitario. Como consecuencia, en abril de ese año fue electo Josué Gollán y repuesto en su cargo de Rector. Sin embargo, un nuevo cambio de rumbo en las disposiciones federales fue definido mediante la Ley Nacional nº 13.031 de 1947, la que –entre tantas otras medidas– dictó la supresión de la autonomía de las universidades y la elección de sus autoridades. Es por ello que, en 1948, el arquitecto Ángel Guido, docente de la EA UNL y protagonista de su gestación, fue designado como Rector por el Poder Ejecutivo Nacional. Desde este cargo destacado impulsó el pedido de independización de la EA UNL respecto de la FCMFQN, tomando como referencia el logro obtenido por su colega Ermete De Lorenzi, quien también había sido docente en Rosario, al conseguir en 1948 la emancipación de la EA UBA respecto de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y su transformación en Facultad de Arquitectura y Urbanismo (Cravino, 2012). Guido también encabezó la demanda por el desarrollo de un proyecto para una Ciudad Universitaria, la que concentraría las diversas unidades académicas dispersas en la región. Si bien ninguna de estas dos gestiones logró frutos durante su mandato, sentaron las bases de anhelos futuros.
La mencionada legislación sobre la educación superior también plasmaba cuestiones centrales del ideario peronista en relación a la ampliación de las posibilidades de acceso a las universidades. En este marco, la escuela litoraleña promovió cambios en su propuesta formativa a partir de una reducción en los requisitos de ingreso y un incremento en las asignaturas obligatorias del plan de estudios (Blanc, 2022)[3]. El cursado de la carrera de arquitectura se extendió a seis años, contando con un ciclo preparatorio en los dos primeros años y un ciclo de aplicación en los cuatro restantes; rasgos afines a la propuesta recientemente publicada por el arquitecto rosarino José Micheletti (1942).
La celeridad en los cambios se mantuvo por estos años, ganando en intensidad con el golpe de Estado de 1955. Tras el derrocamiento del Presidente constitucional Juan D. Perón la nueva ley sobre la educación superior fue derogada, a partir de lo cual las universidades recuperaron su autonomía. A su vez, gran parte de los cuerpos docentes de las universidades argentinas fue removido. En el caso de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo UNL (EAyU UNL), como ya era denominada por estos años, implicó el apartamiento de profesores con amplia trayectoria académica, como fue el caso de Ángel Guido, y el ingreso de jóvenes profesionales. A su vez, un destacado arquitecto de Buenos Aires, Jorge Ferrari Hardoy, fue convocado en 1956 por las autoridades interventoras como Delegado organizador. Es así que desde esa función fueron convocados –entre otros egresados de la UBA– Carlos Méndez Mosquera, Alberto Le Pera, Juan Manuel Borthagaray y Francisco Bullrich, incorporando un posicionamiento renovado a la propuesta formativa vigente. Si bien estos profesores solo participaron pocos años en la escuela rosarina, marcaron fuertemente el perfil de sus ayudantes de cátedra, quienes tras su partida asumieron los cargos titulares (Cicutti, 1984). El arquitecto Bullrich, quien había cursado estudios en la Hochschule für Gestaltung de Ulm entre setiembre de 1954 a junio de 1955, fue designado decano entre 1958 y 1959. Según expresa Claudia Shmidt, “el aporte de Bullrich a esta experiencia colectiva se verifica en la puesta en práctica de programas tomados del modelo conocido en su posgrado en Ulm” (2015, p. 108). De este modo, los contenidos de la carrera se orientaron según referencias contemporáneas, pensadas para un ejercicio profesional concreto, con fuerte acento en lo técnico y en relación con el contexto productivo. Desde esa perspectiva encaró también los cursos de historia a su cargo (Fig. 4).
En esta línea debe ser leído el nuevo plan de estudios aprobado en 1957, el que buscaba redefinir el perfil profesional de los egresados; “el arquitecto contemporáneo debe poseer un serio dominio de su técnica, una metódica capacidad creadora y un profundo conocimiento del medio y sus problemas” (Plan, 1957). La incorporación de algunas asignaturas, como Visión –a partir de la experimentación con materiales y sus expresiones– o Integración Cultural –tomando conceptos de la sociología y la filosofía–, también respondían a la renovada mirada aportada por el cuerpo docente recientemente consolidado. A su vez, como parte de la reestructuración se volvió a cambiar la denominación de la Escuela, reemplazando Urbanismo por Planeamiento, en consonancia con la mirada técnica que predominaba por estos años sobre la ciudad (Rigotti, 2012).
Diversificación de la oferta académica
A lo largo de la década de 1950 y principios de la siguiente se multiplicaron y se consolidaron las opciones para cursar la carrera de Arquitectura en las universidades del país, dejando en evidencia el reconocimiento de la necesidad de formar profesionales capacitados en esa disciplina para desarrollar las políticas de reconversión económica encaradas por el Estado (Parera, 2020). En 1950 se creó la Escuela de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad de Cuyo con sede en San Juan, mientras que en 1952 sucedió lo propio con el Departamento de Arquitectura de la Universidad de La Plata. Ese mismo año el Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán –creado como Escuela de Arquitectura en 1939– fue transformado en Facultad de Arquitectura y Urbanismo; asimismo, en 1954 la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba fue convertida en facultad. Por otro lado, con la autorización de crear universidades en el ámbito privado a partir de la Ley Nacional n° 14.557 de 1958, se acentuó el proceso de expansión del sistema universitario nacional. Bajo el amparo de esta legislación, en los años siguientes se crearon numerosas instituciones laicas, entre ellas la Universidad de Mendoza –con la innovadora propuesta formativa del arquitecto italiano Enrico Tedeschi–, la Universidad de Belgrano y la Universidad Argentina de la Empresa, y también confesionales, como la Universidad del Salvador y la Universidad Católica de Salta.
De interés para el tema abordado en este artículo resulta la creación de la Universidad Católica de Santa Fe en 1960, en la que fue organizada la Facultad de Arquitectura (FA UCSF) con sede en la ciudad de Santa Fe. El joven arquitecto Efrén Lastra, graduado de la FAU UBA en 1957, fue convocado para definir un perfil de formación disciplinar en el que los principios confesionales ocuparan un rol destacado. Más allá de estos contenidos diferenciadores, el plan de estudios había sido organizado en torno a asignaturas muy similares a las que eran ofrecidas a menos de 200 kilómetros en la EAyP UNL, según comentó Lastra en una entrevista personal realizada por Cecilia Parera en 2007.
Con una decena de ámbitos para la formación de arquitectos, cuyos modelos formativos no diferían en gran medida entre sí, serían otros aspectos los que permitirían la individualización de cada institución. En el caso litoraleño, los últimos años de la década de 1950 y los primeros de la siguiente constituyeron un período de estabilización. En términos generales, el desarrollo de la propuesta para la construcción de la Ciudad Universitaria en Rosario, en terrenos ferroviarios en desuso, generó gran expectativa en relación a la posibilidad de contar con espacios de enseñanza propios y adecuados a las necesidades específicas de la disciplina (Fig. 5). En particular, el proceso de consolidación se verificó en EAyP UNL en diversas cuestiones, como la estabilización del cuerpo profesoral local –entre ellos César Benetti en las asignaturas de Arquitectura e Iván Hernández Larguía en las de Historia– tras la progresiva partida de los docentes porteños. En esta línea amerita mencionarse la creación del Instituto de Arquitectura y Planeamiento en 1957 –a partir de las gestiones de Jorge Ferrari Hardoy– y del Instituto de Diseño Industrial –propuesto por Gastón Breyer y Jorge Vila Ortiz, entendiendo a la investigación y a la extensión como piezas claves para el mejoramiento del medio (Monti, 2013). La consolidación del renovado espacio académico también se manifestó en la publicación, desde 1963, de la revista Arquitectura y Planeamiento –de la que A&P Continuidad es heredera–, creada con la voluntad de contribuir en la circulación de ideas relacionadas con las áreas disciplinares abordadas en la EAyP UNL (Fig. 6)[4].
También fueron relevantes las visitas de reconocidos personajes de la teoría, la historia y la crítica internacional para dictar seminarios y conferencias, como Nikolaus Pevsner en 1960 y Reyner Banham en 1968. Estas visitas eran organizadas por el Instituto Interuniversitario de Historia de la Arquitectura (IIDEHA), agrupación universitaria creada en 1957 para fomentar la capacitación de docentes. También en este marco se realizaron encuentros, seminarios y conferencias en distintas sedes, como Tucumán, Córdoba, La Plata, por ejemplo, contando con la visita de Giulio Carlo Argan, en 1961, Joshua Taylor en 1963, Fernando Chueca Goitia en 1964 y Vincent Scully en 1965 (Gutiérrez y Paterlini, 2007). Teniendo en cuenta que Francisco Bullrich e Iván Hernández Larguía se encargaban de organizar las actividades del IIDEHA en Rosario, va de suyo que su inserción como docentes de la EAyP UNL significó un gran aporte a los campos de la historia, la teoría y la crítica.
Este período de expansión y consolidación de la cultura, en general, y de las universidades, en particular, se vio cercenado en 1966 con un nuevo golpe de Estado. La virulencia alcanzada durante la dictadura encabezada por el general Juan Carlos Onganía puede ser ilustrada con la represión sufrida por estudiantes y profesores que se movilizaron para manifestarse en contra de una nueva intervención a las universidades, violento acontecimiento conocido como La noche de los bastones largos (Buchbinder, 2005).
A pesar del clima de incertidumbre generado en el ámbito universitario, hacia finales de la década de 1960 se concretó una demanda que las siete dependencias de la UNL ubicadas en la ciudad de Rosario venían solicitando hacía tiempo, la creación de la Universidad Nacional de Rosario (UNR)[5]. Con esta medida la UNL dejó de contar con numerosas carreras en su oferta académica, entre ellas arquitectura y medicina[6]. Dos años después, en 1970, el reciente rector José Luis Cantini aprobó la independización de la ahora EAyP UNR, transformándose en Facultad de Arquitectura y Planeamiento (FAPyD UNR, 1970). Estos desdoblamientos, auspiciosos en el plano organizativo para las unidades académicas del sur provincial, implicaron un debilitamiento del movimiento estudiantil, lo que indudablemente resultó beneficioso para el gobierno de facto (Piazzesi y Bacolla, 2015).
Los acontecimientos en torno al segundo gobierno constitucional del Presidente Juan D. Perón –iniciado en 1973– y el golpe de Estado de 1976 abrieron un nuevo período de agitación e inestabilidad política. Las universidades argentinas se vieron fuertemente afectadas por una permanente política represiva, así como la inmediata imposición de la pérdida de autonomía y la amplia cesantía del personal docente y no docente por una supuesta seguridad nacional. En este marco, las facultades de arquitectura más pequeñas se constituyeron en espacios propicios para recibir docentes expulsados de los grandes centros de agitación política; tal fue el caso de Adrián Caballero e Iván Hernández Larguía, hasta ese momento vinculados respectivamente a las cátedras de Urbanismo e Historia en FAPyD UNR, que encontraron acogida en FA UCSF. El retorno a la democracia en 1983 fue una oportunidad para recuperar el pleno ejercicio de las libertades cívicas, en general, y plantear un reacomodamiento de las estructuras académicas existentes, en particular. En el caso de la UNL, generó el marco adecuado para el retorno de la carrera de Arquitectura a su oferta académica (Molina, 2003).
1985: la carrera de Arquitectura nuevamente en la Universidad Nacional del Litoral
En el breve período democrático de la década de 1970, entre julio de 1973 y marzo de 1976, en el seno de la FA UCSF, algunos grupos de estudiantes generaron una tibia expectativa acerca de que se pudiera contar con la enseñanza de la carrera en la universidad del Estado. Si bien esta idea no alcanzó a tener ni fundamentos ni consecuencia, permaneció latente entre algunos docentes y profesionales del medio.
Al llegar a su fin la larga y cruenta dictadura, el optimismo generado por los primeros años del gobierno del presidente Raúl Alfonsín renovó las expectativas de aquellos que anhelaban una facultad de arquitectura estatal en la capital santafesina. Por otra parte, a mediados de 1984 se profundizó una crisis en la FA UCSF; los estudiantes habían comenzado a organizarse reclamando –entre otras cuestiones– la normalización de las cátedras, pidiendo que los cargos fueran concursados. Sin embargo, un cambio en la política interna del Arzobispado provocó que las tensiones aumentaran sin resolverse.
La situación se agravó, los estudiantes montaron carpas frente a la sede arzobispal –en la plaza en la que coincide también la Casa de Gobierno provincial– e iniciaron una huelga de hambre, entre otras acciones que fueron acompañadas por algunos profesores (Fig. 7). El conflicto escaló, tomando estado público en los medios de comunicación, y se comenzaron tratativas con el Dr. Benjamín Stubrin, entonces Rector Normalizador de la UNL, a quien se le hizo llegar la propuesta de crear una Facultad de Arquitectura en la universidad nacional.
Numerosos docentes y estudiantes avanzaron con esta idea hasta presentar un plan de factibilidad al Ministerio de Educación de la Nación, mientras las expectativas iban adquiriendo condiciones cada vez más favorables. La solución comenzó a tener consistencia, la noticia de que se podía garantizar la continuidad de los estudios en la universidad nacional provocó que estudiantes, profesores y destacados profesionales fueran convocados para preparar un plan de la carrera y la organización institucional de una nueva facultad, que fue elaborado en los meses del verano entre 1984 y 1985.
La Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral (FAU UNL) comenzó a funcionar en marzo de 1985, ocupando como su sede el Comedor Universitario, de alto valor simbólico para la unidad académica naciente por recuperar un espacio cerrado por la dictadura. Una característica singular es que la carrera de Arquitectura debió desarrollarse en todos sus niveles y al año siguiente tuvo sus primeros egresados, ya que a los estudiantes que migraron de la FA UCSF se les reconocieron las materias aprobadas mediante una tabla de correspondencias definida por un consejo de asesores. Este primer ciclo fue llevado adelante por el arquitecto César Carli, designado decano normalizador. En 1989 se produjo la normalización definitiva siendo elegido el arquitecto Hugo Storero como primer decano de la FAU UNL (Consejo Superior UNL, 1985). Años más tarde, al incorporar a su oferta académica carreras de diseño –Comunicación Visual e Industrial– pasaría a ser Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral (FADU UNL). En términos edilicios la consolidación también se vio verificada con el traslado a la Ciudad Universitaria UNL en 1998, logrando así espacios más adecuados para el desarrollo de las actividades de docencia e investigación (Fig. 8).
Revisiones
En coincidencia con la expresión del ingeniero Gabriel del Mazo –uno de los protagonistas de la Reforma Universitaria de 1918– al referirse a que la UNL “fue levantada por muchachos” (Conti, 2005, p. 15), se podría decir lo mismo de la institución analizada en este artículo. La EA UNL fue creada en 1923 a partir de un reclamo estudiantil por un espacio académico con independencia disciplinar. En esta línea también es posible mencionar los sustanciales cambios introducidos en el plan de estudios y en las líneas de líneas de investigación en la segunda mitad de la década de 1950, vinculados a la consolidación de un cuerpo docente joven. Finalmente, la restitución de la carrera en 1985 también fue gestada por un nutrido grupo de estudiantes que anhelaban una propuesta formativa laica y gratuita.
Este ciclo que se cumple en 2023 –los cien años de la enseñanza de la carrera de arquitectura en la provincia de Santa Fe, que se inician con la creación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral– es testimonio tanto de los avatares, transformaciones, y debates de la disciplina y de la arquitectura misma, así como de los vaivenes sociales, políticos y económicos de la República Argentina.
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Notas
Notas de autor
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ceciliaparera@gmail.com
Información adicional
CÓMO CITAR: Müller,
L. A. y Parera, C. (2022). Arquitectura: cien años de formación en la provincia
de Santa Fe. Instituciones, actores y debates en la definición del
espacio académico en la región del Litoral. A&P Continuidad, 9(17),
doi: https://doi.org/10.35305/23626097v9i17.390
Enlace alternativo
https://www.ayp.fapyd.unr.edu.ar/index.php/ayp/article/view/390 (html)