Reflexiones de maestros

¿Biología como diseño? La biología sintética y la historia de ascenso de la zoepolítica

Biology as Design? Synthetic Biology and the Rise of Zoepolitics

Martin Müller
Humboldt-Universität Berlin, Alemania
Juan Ignacio Chia (Traducción)
Universidad Nacional de Rosario; Christian-Albrechts-Universität zu Kiel, Alemania, Argentina
Florencia Fernández Méndez (Traducción)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6089

ISSN-e: 2362-6097

Periodicidad: Semestral

vol. 8, núm. 15, 2021

aypcontinuidad@fapyd.unr.edu.ar



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v8i15.358

CÓMO CITAR: Müller, M. (2021). ¿Biología como diseño? La biología sintética y la historia de ascenso de la zoepolítica (Traducción Juan Ignacio Chia y Florencia Fernández Méndez). A&P Continuidad, 8(15), pp. doi: https://doi.or[1]g/10.35305/23626097v8i15.358

As long as the genetic code for a particular trait is known, scientists can use CRISPR to insert, edit, or delete the associated gene in virtually any living plant’s or animal’s genome. This process is far simpler and more effective than any other gene-manipulation technology in existence. Practically overnight, we have found ourselves on the cusp of a new age in genetic engineering and biological mastery – a revolutionary era in which the possibilities are limited only by our collective imagination (Doudna y Sternberg, 2017, p. xiii) [Desde que se conoce el código genético de un rasgo en particular, científicos pueden utilizar CRISPR para insertar, editar o eliminar el gen asociado de manera digital del genoma de cualquier planta o animal vivo. Este proceso es mucho más simple y efectivo que cualquier otra tecnología de manipulación genética existente. Prácticamente de la noche a la mañana, nos encontramos en la cúspide de una nueva era en ingeniería genética y dominio biológico, una era revolucionaria en la que las posibilidades están limitadas solo por nuestra imaginación colectiva]

Las ciencias prometeicas de nuestros días están signadas por una radical configurabilidad de la vida y la naturaleza. Los discursos de las tecnociencias se caracterizan por prácticas de transgresión y gestos de factibilidad ilimitada que allanan el camino hacia una cultura del transhumanismo. Sus procedimientos de generación de mundos llevan el concepto de engineering a las dimensiones más pequeñas de la materia (in)animada, como así también a los más vastos ciclos planetarios. No hace mucho, Frédéric Neyrat argumentó que el llamado a una terraformación antropocena se expresaría con mayor claridad en la voluntad de fabricación de la biología sintética: “[T]he production of life has become the principal piece of a will towards a limitless terraforming” (Neyrat, 2019, p. 52) [La producción de la vida se ha convertido en la pieza principal de una voluntad hacia una terraformación sin límites]. La biología sintética actual desarrolla nuevas formas de vida híbridas para aplicaciones industriales, trabaja en la resurrectio de especies extintas hace ya mucho tiempo para la preservación de ecosistemas en colapso, planea el re-diseño genómico de especies enteras e interviene mediante CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) selectivamente en la línea germinal humana: biopolítica y ciencia aplicada se tornan indiferenciables y se unen para formar un nuevo méta récit.

En el análisis de esta convergencia se encuentra una de las más urgentes demandas de las disciplinas del diseño como así también los estudios culturales y de medios. Sin embargo, a pesar de la evidente actualidad y delicadeza del tema, le falta a la teoría de la biopolítica una puesta en perspectiva contemporánea, que desarrollaré con el concepto de zoepolítica[1]. En ello, parece sumamente interesante que el faire vivre de Michel Foucault –como anhelo constitutivo del biopouvoir alrededor de 1800– experimente hoy una actualización inaudita como voluntad concentrada de los esfuerzos tecnocientíficos. ¿O cómo podrían entenderse las frases ya citadas de la coinventora del procedimiento CRISPR, Jennifer A. Doudna, y la fórmula allí contenida de una nueva era del biological mastery por medio de tecnologías de ingeniería? Mi fórmula voluntad de diseño se entiende como una puesta en perspectiva crítica de ese concepto mismo de diseño de la biología sintética, tal como se expresa en los proyectos en curso en torno al CRISPR y gene-drive. La fórmula remite a la unilateralización del concepto de diseño como engineering. Porque el hacer y el configurar biotécnico es en mayor medida un arte ingenieril clásico, tal como se ejecutó desde el siglo XIX y se impulsó cada vez más fuertemente: como la fabricación, manipulación y control de cosas naturales. En este contexto, debe tomarse la fórmula de biological mastery de Jennifer Doudna de manera absolutamente literal, pues designa la dominación humana sobre la naturaleza, la cual debe doblegarse a la voluntad de los ingenieros. El diseño aparece aquí como dispositivo antropomorfo y teleológico, en el que la idea preconcebida –o mejor dicho la ideación del objeto de ingeniería– es implementado hacia el interior del artefacto. La denominada mastery se alimenta de la voluntad de control absoluto del biomaterial, de las moléculas y de los genomas, los cuales hacen (deben hacer) las veces de receptores pasivos de las ideaciones humanas.

En comparación con la pretensión hegemónica de la biología sintética en el ámbito de las tecnociencias surge, sin embargo, la pregunta sobre si esta versión unilateral y demasiado moderna del concepto de diseño como engineering no sería hoy un enfoque anticuado. De todas maneras, esto sugiere una mirada hacia las verdaderas disciplinas del diseño, como también hacia las disciplinas afines, como por ejemplo la ciencia de los materiales. En su heterogénea tradición del concepto de diseño, estas han desarrollado y ensayado estrategias completamente opuestas: el diseño aparece en ellas como una interacción adaptativa, colaborativa y simbiótica de materiales con el entorno natural (Schäffner, 2019). Son concepciones del diseño que quieren dejar atrás la lógica fatal y enteramente destructiva del amo y del esclavo, de la voluntad creadora y del material pasivo. Esta alteridad debe tenerse siempre en cuenta, al menos en la medida de lo posible, cuando se pronuncia la palabra diseño en el marco de la biología sintética.

CRISPR. La urgencia de la edición del genoma

El CRISPR se trata originariamente de un mecanismo molecular de enzima y ARN, con el que bacterias y arqueas reconocen y rechazan ataques de virus. Es decir, una suerte de sistema inmune, con el que una célula de forma continua se repara a sí misma, recortando autónomamente elementos indeseados y segmentos de la cadena de ADN, y reemplazándolos con nuevas secuencias. En el año 2012, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna consiguieron convertir este mecanismo molecular, que transcurre en la célula, en una herramienta biotécnica. Con ayuda del CRISPR pueden modificarse genomas enteros con una precisión nunca antes vista (Doudna y Charpentier, 2014). El CRISPR es considerado como nueva herramienta universal de la biología sintética, puesto que es aplicable a todos los seres vivos, incluidos los seres humanos.

El gran relato de la bioingeniería se compone, en cambio, de un bricolage de microhistorias, que yo quisiera denominar, recurriendo a Donna Haraway (2018, p. 53), engineering tales. Junto a las bacterias reprogramadas (Fong, 2014) que, por ejemplo, filtran agua contaminada o fabrican materiales costosos, la biología sintética optó por un género eco-mito-poético, en el que se corporiza la reflexión casi ilimitada sobre la factibilidad: en los laboratorios de la Harvard Medical School y bajo la supervisión de George Church, uno de los más renombrados biotecnólogos de nuestros días, se trabaja en la resurrección del mamut lanudo (Shapiro, 2015). El ADN del animal prehistórico, que hace poco fue hallado en tierras árticas, ha de ser procesado de tal forma que pueda ser gestado, luego de una inseminación artificial, por un elefante hembra, un pariente lejano del Mammuthus primigenius, extinto hace miles de años. La finalidad del proyecto, el cual es posibilitado por los métodos de la biología sintética, es una cuestión plenamente de escatología climática: se planea llevar a los majestuosos mamuts lanudos del laboratorio de Harvard al Polo Norte, donde, según explica Church, se propagarán de a centenares para proteger el vulnerable ecosistema del ártico (Neyrat, 2019, p. 52).

Junto al programa denominado De-Extinction para la conservación de la biodiversidad, CRISPR será utilizado para una gestión de la población de mosquitos que transmiten la malaria. Se planea inscribir, en el laboratorio, dentro del genoma de algunos mosquitos Anopheles, una resistencia al parásito de la malaria unicelular llamado plasmodium, para luego soltarlos en la naturaleza. Una vez infiltrada en la población esta modificación genética, se transmite por herencia de manera continua (gene drive). En las generaciones subsiguientes podrían reproducirse, entonces, solamente los mosquitos sin los parásitos de la enfermedad: “A CRISPR-Cas9 gene drive construct targeting this same sequence spread rapidly in caged mosquitoes” [Una construcción del drive genético CRISPR-Cas9 que inscribe en esta misma secuencia se propagó rápidamente en mosquitos enjaulados], de acuerdo a un estudio del Department of Life Sciences del Imperial College de Londres, “reaching 100% prevalence within 7-11 generations while progressively reducing egg production to the point of total opulation collapse” (Kyrou, Hammond, Galizi, Kranjc, Burt, Beaghton y Crisanti, 2018) [alcanzando el 100% de prevalencia dentro de 7-11 generaciones mientras progresivamente se reducía la producción de huevos al punto del colapso total de la población].

El hecho de que los bioingenieros ya no se den por satisfechos con la reconstrucción y la optimización evidente de la vida no humana, se da a entender por acontecimientos en torno a una tecnología CRISPR como los siguientes: en noviembre del 2018 vinieron al mundo Nana y Lulu. El genoma y la línea germinal de las bebés fueron editados por el biofísico He Jiankui con ayuda del CRISPR. -I aisló, antes de la fertilización, un receptor en el genoma e inmunizó a las gemelas contra el VIH[2]. El catedrático de la Southern University of Science and Technology en Shenzhen afirma que con las gemelas trajo a la vida a los primeros humanos genéticamente editados. Como era de imaginarse, hubo gran indignación al hacerse público que había intervenido en la línea germinal y la fertilización sin autorización de las autoridades competentes y contraviniendo el derecho chino vigente. Aun antes de la publicación de los datos documentados del experimento, había dado a conocer esta intervención realizada de incógnito a través de su canal de YouTube, el 25 de noviembre de 2018.

Un diagnóstico de la condición tecnoestética de nuestro presente lleva ínsita la pregunta por la formulación contemporánea de una teoría de lo zoepolítico mismo. En lo sucesivo sondearé, por lo tanto, una constelación problemática fundamental: sobre la base de un análisis de la biología sintética y del discurso en torno al CRISPR ha de preguntarse por la puesta en perspectiva y la historización –en términos de tecnología de poder– de la zoepolítica contemporánea. En la interpretación aquí propuesta, la síntesis de biología y tecnología ingenieril, que es impulsada desde el año 2004 como una disciplina institucionalizada y globalmente activa, es una tercera proliferación de aquel “invadir la vida enteramente” (Foucault, 1983, p. 166), que fue precedida, desde un punto de vista genealógico, por el tan discutido nacimiento de la biopolítica alrededor del 1800 y la invención del código genético en la década de 1940.

1800. Faire vivre: vivificación del poder

Si se trata aquí de un análisis de una constelación contemporánea del poder, este se apoya, entonces, en un malestar histórico-analítico así como epistémico respecto del acervo actual de figuras biopolíticas en el ámbito de la teoría y del pensamiento; es decir, se apoya en la pregunta acerca de lo que estas pueden todavía explicar en nuestro presente tecnocientífico, de ecología de medios (Sprenger, 2019; Schrape y Sprenger, 2018; Hörl, 2017), postmetabólico (Müller, 2018) tecno- y antropoceno (Povinelli, 2016) así como –de aquí en adelante– de escatología climática. Esto se vuelve especialmente evidente cuando uno se pregunta por la tecnicidad y el alcance de ese gobierno de lo vivo: en los estados nacionales de la modernidad europea se desarrolló en el umbral del siglo XIX un tipo de poder postsoberano y protocibernético, cameralista y no menos policial-disciplinario, que se dedicó a la administración de lo vivo en el espectro entre las microdimensiones de los sujetos corporales humanos y el cuerpo colectivo de la población. La sexualidad y reproducción humana hizo las veces de lugar de articulación y conexión entre ambos polos (Foucault, 1983, p. 173). También el medio, circundando a los cuerpos y a la población, se instrumentalizó con el propósito de ejercer el poder. Para ello fue decisivo el proceso de reconfiguración de la urbanidad como espacio regulable (Foucault, 2006, pp. 38 ss.).

No es, por ello, casualidad, que el nacimiento de la biología y el nacimiento de la biopolítica alrededor del 1800 –o sea, la ciencia de la vida y el deseo de su regulación– sean del mismo momento histórico-discursivo. Más allá de este momento bisagra, la categoría de vida biológica no fue ya presentada como una categoría metafísica, sino, como puede formularse siguiendo a Jean-Luc Nancy: zoe aparece como téchne (Nancy, 2002, p. 119)[3]. Merced a esta apropiación tecnológica de la vida, esta pierde su ahistoricidad y permite la introducción de nuevas estrategias que apuntan a proteger la vida, a controlarla y finalmente, por medio de procedimientos técnicos y mediales, a reforzarla en su vitalidad. Con su implementación estratégica creciente, los procedimientos naturo-artificiales de reforzamiento y producción de vida (humana) incluyeron los “datos geográficos y climáticos del medio, que buscan integrar en el contexto funcional de la sociedad, para así aprovechar sus potenciales positivos, naturales. La biopolítica va con la naturaleza y no contra la naturaleza (Muhle, 2013, p. 236). Hacer vivir se tornó el núcleo protocibernético de una economía política centrada en la zoe en la modernidad[4]. Michel Foucault, quien constató la relación de producción de poder de cuerpos humanos, sexo, población y medio, nunca pudo concluir de manera acabada su historia y teoría de la zoepolítica. No obstante, intentó hacer justicia a la vivificación del poder alrededor del 1800, implantando en su propia teoría un punto de rotura controlada: un poder que se apropia de la vida para gobernarla, dominarla, reforzarla y, para finalmente hacerla, se somete a sí mismo a la lógica de la proliferación constante. El poder como tecnología toma en cuenta una incompletud incesante y productiva que se debe al carácter cuasiviviente de la zoepolítica y de los dispositivos engendrados por ella. “Estos mecanismos de poder, estos procedimientos de poder deben ser vistos como técnicas”, explica en Maschen der Macht [Redes del poder], “es decir, como procedimientos que fueron inventados, que son perfeccionados y que siguen desarrollándose sin cesar. Hay una verdadera tecnología del poder o, mejor, de los poderes, que tienen su propia historia” (Foucault, 1999, p. 179). Esta apertura procesual, orientada al objeto, que tiene el concepto de zoepolítica es, de cierto modo, su piedra angular histórica. ¿Cómo habría de entenderse esta apertura sino como una exhortación a teorizar? Con el establecimiento del concepto de vida cibernético, de la teoría de la información, comienza un nuevo paradigma, que supera el disciplinamiento de los cuerpos, la biopolítica clásica de la población y la modulación del medio y que, sin embargo, está en continuidad con los elementos iniciales del hacer-vivir. En mi interpretación genealógica no se sustituyen sencillamente unos a otros los paradigmas esbozados a continuación. Los tres paradigmas se implican recíprocamente, transcurren de forma paralela, se complementan y se intersectan: los tres paradigmas son always co-present (Povinelli, 2016, p. 19). Aún hoy la zoepolítica de la población es omnipresente (Rose, 2006).

1943. Informática de la dominación: invención e implementación del código genético

La segunda proliferación en la historia de la zoepolítica puede reconocerse en la invención del código genético en la década de 1940[5]. El código genético se convirtió en condición de posibilidad de un nuevo paradigma zoepolítico que –para utilizar una imagen de Haraway– se estableció por debajo de la reproducción sexual. El gran relato de la interpretación maquínica de la vida en el medio de esos procesos moleculares autoactivos, que esperan en el fundamento hipotético de la materia su desciframiento cultural-técnico, ponen de manifiesto una profundización e intensificación radical del saber-poder zoepolítico. Su ícono es la máquina molecular (Grote, 2019). “El organismo es una máquina que se construye a sí misma”, así prospera Jacques Monod en 1970 (Monod, 1970/1982, p. 55). Un momento central, genealógico del concepto de vida -universal y basado en el código- se remonta hasta las especulaciones de Erwin Schrödinger sobre la pregunta “What is Life?” en 1943 y como escena primigenia de la fórmula actual “biology is technology” [biología es tecnología] (Carlson, 2010). Las especulaciones de Schrödinger sobre el fundamento físico, constitutivo de las entidades vivientes están signadas por lo autogenerativo. El físico austríaco partía de que un “código miniatura se corresponde de forma exacta con un plan de desarrollo altamente complejo y determinado hasta en el más mínimo detalle y tiene de algún modo la habilidad de llevar a cabo su ejecución” (Schrödinger, 1989).[6] El actor decisivo en la búsqueda de la prima causa era el código operativo mismo. Así dice en uno de los pasajes más contundentes de Schrödinger: “Las estructuras cromosómicas contribuyen simultáneamente a producir el desarrollo que prefiguran. Son al mismo tiempo legislación y poder ejecutivo, plan del arquitecto y operarios del constructor” (p. 41).

En el desciframiento de la construcción estructural del ADN por James Watson y Francis Crick con la cooperación de Rosalind Franklin (1953) y la subsiguiente proclamación del dogma central (1958) puede identificarse un movimiento histórico-discursivo ulterior. Mientras este tiempo estaba marcado por la especulación y la matematización, les tocó a François Jacobs y Jacques Monod, en la década de 1960, inscribir el discurso de la información genética en los mecanismos regulativos de la química celular. Con ello es condenado tanto el concepto de vida como también la comprensión experimental de sus procesos materiales al destierro en la cibernética y la teoría de la información. La historia de la segunda escalada de la zoepolítica, que comienza con Schrödinger, se caracterizó por una voluntad molecular de saber, y hubo de continuar escribiéndose hasta el desciframiento del genoma humano (Kay, 2005, pp. 7-10).

El segundo paradigma, que se corporiza en los discursos del código genético, está bajo el signo de un acceso hipotéticamente inmediato a la vida, la zoe misma. El poder sobre la vida –para recurrir a la famosa fórmula de Max Bense– se desliza desde la década de 1940 soterradamente bajo la piel del mundo. Ya en 1970 se leen las palabras de François Jacobs: “El código genético es hoy conocido casi por completo. [...] Todos los organismos, desde el ser humano hasta la bacteria, parecen ser capaces de interpretar cualquier mensaje genético sin equivocarse. El código genético parece ser universal, y su clave es conocida por todo el mundo viviente” (Jacob, 2002, p. 295). Con el salto hacia la dimensión abisal de lo molecular y el postulado de la universalidad simbólica y real del código genético, el poder rebasa su centralidad y limitación moderna en la vida puramente humana y la microfísica de los cuerpos, para establecer, en el nivel de escala molecular, un “campo de operación esencialmente más poderoso” (Haraway, 1995, p. 50). En esta disolución molecular-epistémica de los límites del poder yace un enorme potencial de expansión, que posibilita una búsqueda de vida más allá de la especie humana. Mientras la expulsión del espíritu de las humanidades se impulsaba, un nuevo idealismo debía encontrar su entrada en las ontologías, epistemologías y narrativas de la biología molecular (Weigel, 2006, p. 27). Jacques Monod hizo, asimismo, en el año 1970, un resumen filosófico sorprendente sobre el poder de acción del código genético universal: “A los biólogos de mi generación les correspondió revelar la casi-identidad de la química celular en toda la biosfera. Desde 1950 se estaba seguro de esto, y cada nueva publicación lo confirmaba. Las esperanzas de los ‘platónicos’ más convencidos fueron más que correspondidas” (Monod, 1970/1982, p. 99)[7].

De manera simultánea, y en esto se muestra una heterodoxia inaudita, el concepto de vida experimentó una radical reducción y purificación de su complejidad, cuando la vida apareció como una máquina molecular controlada por un código lineal y alfanumérico. “Por sobre el control del sucio caos de cuerpos y poblaciones”, así dice la valoración del alcance zoepolítico del código genético que realiza Lily Kay, “el poder sobre la vida debería considerarse en el nuevo paradigma de la comunicación, y ser ejercido en un metanivel incorrupto: en el control de flujos de información, de la secuencia, de la palabra y del texto” (Kay, 2005, p. 55). El acoplamiento del concepto de vida y del pensamiento maquínico auguró un alcance máximo del direccionamiento epistémico de los cuerpos y sistemas vivos a través de un código de mando de estatus casi-metafísico. Esta honda transformación epistémica, promovida por Jacob, Monod y otros biólogos moleculares, fue considerada por Michel Foucault como el Nuevo Testamento de la biología (Foucault, 2002, p. 126). La zoe apareció como una téchne molecular, basada en el código y legible por las máquinas. Sobre la base del concepto de vida, formado cibernéticamente, se establece una nueva zoepolítica, que Donna Haraway intentó captar con la fórmula de informática de la dominación: “La biopolítica de Foucault es solo un débil presentimiento del campo mucho más amplio de la política cyborg” (Haraway, 1995, p. 34). Incluso cuando el concepto de vida esbozado aquí, en su tecnicidad universal, constituyó el fundamento de la bioeconomía tecnocientífica global (Cooper, 2008; Thacker, 2006), puede reconocerse, precisamente en el momento culminante del dramático desciframiento del genoma humano en el año 2003, una cierta refracción del segundo paradigma. Si bien en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX se había consumado una transformación fundamental de los conceptos tradicionales del cuerpo y de la salud, precisamente los resultados del genoma humano secuenciado aceleraron una crisis del concepto de gen. Aquel “biopoder [molecular], el poder de la información genética […] prometió mucho más de lo que razonablemente puede cumplir” (Kay, 2005, p. 9). En el momento del estado de emergencia discursivo se llega a una inversión digna de considerar: después del milenio, de golpe, se despide un concepto de vida omniabarcativo, que únicamente podía derivarse del ADN, pero los procesos y mecanismos moleculares ya probados fueron redefinidos, sin demora, como instrumentos, protocolos y estándares de una biología práctica, que supo afirmarse de pronto como una nueva ingeniería. El discurso icónico del ‘Libro de la vida’ debería ser reemplazado por la frase apodíctica de Richard Feynman: “What I cannot create, I do not understand” [Lo que no se puede crear, no lo entiendo].

2004. Making life from scratch [creando vida de un esbozo]: biología sintética como zoepolítica

La datación y localización histórico-discursiva de una escalada ulterior de la zoepolítica tiene lugar en el año 2004. En ese año se celebra, en el Institute of Technology de Massachusetts, la primera conferencia sobre biología sintética, la SB 1.0. En esta suerte de Macy Conference para biólogos moleculares, informáticos, químicos, diseñadores, nanotecnólogos y antropólogos culturales, se constituyó un nuevo campo de investigación (Rabinow & Bennett, 2012).[8] En los años siguientes, la disciplina habría de independizarse y establecer estándares mundialmente válidos. El 20 de mayo de 2010, la biología sintética hizo un avance muy notorio y ampliamente discutido. El pionero de la biotecnología y empresario, Craig Venter (2010), anunció frente a la prensa mundial que se había desarrollado, en su laboratorio, el primer genoma bacteriano artificial y con ello, creado nueva vida. La bacteria llamada Mycoplasma laboratorium o Synthia sería la primera especie biológica cuyo código genético ha sido enteramente escrito por el hombre en computadora. Si el proyecto del genoma humano estaba aún bajo el ejido del código genético, al que se debía leer y descifrar, la biología sintética va significativamente más allá: en la actualidad, genomas enteros –mediante CRISPR u otros procedimientos– han de ser fundamentalmente editados o incluso re-escritos. Este supuesto escribir y la lógica de la escritura condujeron a una suerte de explosión de la imaginación de futuros biológicos, a más tardar desde mediados de la década del 2000, que se abren paso como promesas técnicas y proyectos prometeicos, los cuales ocurrirán más bien en medio de la sociedad y no a puertas cerradas en los laboratorios.

La sinopsis de los ejemplos recogidos en este texto, provenientes del campo de la biología sintética –desde el genoma bacteriano de Venter hasta los mosquitos gene-drive, pasando por las tareas de resurrección del mamut lanudo hasta la manipulación de la línea germinal de Nana y Lulu– oscilan entre entornos y cuerpos individuales, entre molécula y ecósfera, entre humanos y no humanos, entre vida y no-vida. Los procedimientos esbozados evocan, por así decirlo, la pregunta acerca de un denominador común de la producción, acerca del principio de su tecnicidad. Para la modernidad este era, según Foucault, la sexualidad y la voluntad de saber vinculada a ella. Hoy en día, por el contrario, el gobierno y la regulación de los cuerpos y de los entornos son complementados y, a veces, sustituidos por un engineering de cuerpos vivos y conjuntos ambientales. Este nuevo espectro del tercer paradigma zoepolítico es acompañado por aquello que Frédéric Neyrat, en la cita transcripta al comienzo, denomina voluntad ilimitada. Este lema hiperbólico se refiere aquí al sustantivo compuesto terraforming. Dejando por un instante la Tierra a un lado, se cae en la pregunta acerca de la tecnicidad de esa modelación y configurabilidad (supuestamente) ilimitada. Una posible respuesta nos conduce a George Church. En la monografía Regenesis informa sobre la concepción fundamental acerca de la tecnicidad que la biología sintética tiene como condición de posibilidad de la voluntad de modelación ilimitada de lo vivo. Los procedimientos de la biología sintética fundamentan un tercer paradigma de la zoepolítica, el cual se apoya en una comprensión explícita de la formalidad de la escritura y de la performatividad molecular del genoma. George Church y Edward Regis escriben: “[B]iological organisms could be viewed as a kind of high technology, as nature’s own versatile engines of creation” [Los organismos [b]iológicos podrían ser vistos como una suerte de alta tecnología, como los motores de creación versátiles de la propia naturaleza] (Church y Regis, 2012, p. 4). Los autores no pierden la oportunidad de desplegar la historia natural del genoma como gran relato: “It’s the story of a once invisible being, nameless for eons, now called, the genome” [Es la historia de un ser alguna vez invisible, sin nombre por eones, ahora denominado, el genoma] (p. 15). El genoma (en singular) se vuelve aquí sujeto de una longue durée inouïe [larga duración inusitada] que comenzó hace miles de millones de años con la emergencia de la vida planetaria:

The appearance of DNA some 3,900 million years ago makes it the most ancient of all ancient texts. […] The original ancient text is written in the genomic DNA of every being alive today. That text is as old as life itself, and over 1030 copies of it are distributed around the earth, from 5 kilometers deep within the earth’s crust to the edge of our atmosphere, and in every drop of the ocean. A version of this text is found in each nucleated cell of our bodies, and it consists of 700 megabytes of information (6 billion DNA base pairs). It contains not only a rich historical archive but also practical recipes for making human beings (p. 38). [La aparición del ADN hace aproximadamente 3,900 millones de años atrás lo convierte en el más anciano de todos los textos antiguos. […] El texto antiguo original está escrito hoy día en el ADN genómico de cada ser vivo. Ese texto es tan antiguo como la vida misma, y más de de 1030 copias se han distribuido por todo el planeta, desde los 5 kilómetros de profundidad dentro de la corteza terrestre hasta el borde de nuestra atmósfera, y en cada gota del océano. Una versión de este texto se encuentra en cada célula nucleada de nuestro cuerpo, y consta de 700 megabytes de información (6 billones de pares de bases de ADN). Contiene no solo un rico archivo histórico, sino también recetas prácticas para hacer seres humanos]

En esta narrativa de bioingeniería aparece la vida basada en el ADN como una tecnología eónica, no humana y es descripta como una ‘máquina de fabricación’ de miles de millones de años.[9] La figura de la ‘vida como alta tecnología’ avanza hacia el centro de una teoría de la biología sintética. El discurso del genoma se concretiza cuando entra en juego el concepto de programa genético: “Just as computers were universal machines in the sense that given the appropriate programming they could simulate the activities of any other machine, so biological organisms approached the condition of being universal constructors in the sense that with appropriate changes to their genetic programming, they could be made to produce practically any imaginable artifact”.[Del mismo modo en que las computadoras eran máquinas universales en el sentido de que, dada la programación adecuada, podían simular las actividades de cualquier otra máquina, los organismos biológicos se aproximaban a la condición de ser constructores universales en el sentido de que, con los cambios adecuados en su programación genética, se les podía hacer producir prácticamente cualquier artefacto imaginable.]. (Church y Regis, 2012, p. 4). El genoma de un organismo es explicado por Church y Regis como una tecnología universal de fabricación, cuyo output material es controlado por el código de programación genético inherente: “A living organism, after all, was a ready-made, prefabricated production system that, like a computer, was governed by a program, its genome” [Un organismo vivo era, después de todo, un sistema de producción ya confeccionado, prefabricado que, como una computadora, estaba regido por un programa, su genoma] (p. 15)

En este pensamiento, la fabricación de vida aparece como un discurso de conformación y configuración. Los procesos moleculares de codificación son ahora apropiados como elementos operativos de un pensamiento proyectual, signados por command-and-control. Se supone que las entidades biológicas reprogramadas en el plano del genoma fabrican artefactos ideados por el ser humano de manera biológica, a partir de sí mismas[10]. En este paradigma, los artefactos son producidos, no por máquinas, sino por organismos:

Given the profusion and variety of biological organisms, plus the ability to reengineer them for a multiplicity of purposes, the question was not so much what they can be made to do but what they can’t be made to do, in principle. After all, tiny life forms, driven solely by their own natural DNA, have, just by themselves, produced large, complex objects: elephants, whales, dinosaurs. A minuscule fertilized whale egg produces an object as big as a house. So maybe one day we can program an organism, or a batch of them, to produce not the whale but the actual house [Dada la abundante y variedad de organismos biológicos, sumado a la habilidad de la re-ingeniería para múltiples propósitos, la pregunta no era tanto qué se les podía obligar a hacer, sino qué no se les podía obligar a hacer, en principio. Después de eso, pequeñas formas de vida, impulsadas solo por su propio ADN produjeron, por sus propios medios, largos y complejos objetos: elefantes, ballenas, dinosaurios. Un minúsculo huevo de ballena fertilizado produce un objeto tan grande como una casa. Por lo que tal vez un día podamos programar un organismo, o un lote de ellos, para producir no la ballena, sino la casa actual] (Church y Regis, 2012, p. 7).

Esto puede entenderse como una apropiación consecuente de la frase de Monod sobre la vida como máquina autoconstructiva. Lo vivo aparece en este gran relato de la bioingeniería ya no como un recurso limitado, sino como medio de producción para la materialización inmediata de proyectos humanos. El discurso de George Church no queda bajo ningún punto de vista en la imaginación tecnológica. Antes bien, surgen bajo su dirección prácticas concretas de ingeniería con el fin de un radical redesign (Smith, 2019, p. 1). Su equipo presentó en mayo de 2019 un nuevo procedimiento CRISPR, con el que se pueden realizar hasta 13.000 operaciones de programación de manera simultánea en el curso de un proceso de edición.

Perspectiva

Con el nacimiento de la zoepolítica alrededor de 1800, la vida se convierte en objeto de procedimientos de control y refuerzo, que se vuelven efectivos en el plano del cuerpo de la población y del medio que lo circunda. El biopoder que surge con ello logra (solo) de manera mediata –merced a la concatenación sistemática de saberes y cuerpos– reforzar la zoe. Faire vivre es, por lo tanto, más bien un hacer-mundo, en el que las condiciones óptimas son creadas; condiciones bajo las que la vida humana, la salud y la vitalidad prosperan. Asimismo, el poder moderno sobre la vida está ligado al concepto de reproducción y, por tanto, a la sucesión de las generaciones. La vida le prescribe a los procedimientos de refuerzo un orden temporal. La vida en su esencia, tal como sintetiza Foucault, se encuentra en un estado permanente de retirada y se evade constantemente de los dispositivos modernos de poder. El segundo paradigma de la zoepolítica que comienza a proliferar junto a las especulaciones de Schrödinger acerca de la pregunta sobre la cuestión vital, parece satisfacer el deseo de inmediatez de una manera nueva, cuando la biología molecular, a través de sus dispositivos matemáticos y, posteriormente, experimental-empíricos reconoce, en la célula viva una especie de principio platónico de formación bajo la forma del código de programación genético sin sujeto. El biopoder intenta alcanzar –mediante el pensamiento de código– las lógicas procesuales fundamentales, moleculares y universales de la vida misma.

En el curso de la tercera proliferación, las lógicas procesuales de lo autogenerativo y el saber del segundo paradigma se convierten en elementos de una ingeniería molecular que pretende asir a toda la vida planetaria. Si este biopoder es capaz de mantenerse bajo el signo de una engineering aún en real-life-conditions, lo que promete o lo que pasará a la historia de la técnica y la biología como una nota al pie brillando, como un fuego fatuo, eso lo demostrarán los años porvenir, acaso siguiendo el ejemplo de los mosquitos modificados en el laboratorio: “On 1 July [2019], the group released a test batch of mosquitoes – genetically engineered but not yet equipped with gene drives – in a village in Burkina Faso” [El 1° de Julio de [2019], el grupo liberó un lote experimental de mosquitos – genéticamente modificados pero aún no equipados con impulsores genéticos – en una aldea de Burkina Faso] (Scudellari, 2019, p. 160).

La naturaleza viva en el espectro del genoma individual, de una especie completa o de un conjunto ambiental abarcativo se ha convertido, a través de la biología sintética, en proyecto; del mismo modo, el genoma humano. A través de CRISPR pueden examinarse transformaciones de la línea germinal –y con ello parece cumplirse el rêve de biopolitique moderne de la manera más inmediata–, las cuales son transmitidas por herencia a las generaciones subsiguientes. A los bioingenieros les resulta conveniente que también los cambios fundamentales del patrimonio, que fueron estudiados con CRISPR no puedan ser ya cabalmente comprendidos. Aquí surge la pregunta sobre la formación teórica zoepolítica: ¿qué significa para la historia de las técnicas de gobierno de la población humana y sus entornos, cuando el poder puede inscribir inmediatamente su voluntad en la línea germinal? Doudna y Sternberg intentan hacer encajar la profusión zoepolítica de acontecimientos del CRISPR en la imagen de una historia de progreso, en la que la historia de la naturaleza se torna bruscamente historia de la técnica, cuando escriben:

For the roughly one hundred thousand years of modern humans’ existence, the Homo sapiens genome has been shaped by the twin forces of random mutation and natural selection. Now, for the first time ever, we possess the ability to edit not only the DNA of every living human but also the DNA of future generations – in essence, to direct the evolution of our own species. This is unprecedented in the history of life on earth. It is beyond our comprehension. And it forces us to confront an impossible but essential question: What will we, a fractious species whose members can’t agree on much, choose to do with this awesome power?” [Hace/durante aproximadamente cien mil años de la existencia de los humanos modernos, el genoma de los Homo sapiens ha sido moldeado por fuerzas dobles/gemelas de mutación aleatoria y selección natural. Ahora, por primera vez en la historia, poseemos la habilidad de editar no sólo el ADN de todo ser humano viviente, sino también el ADN de futuras generaciones - en esencia, para dirigir la evolución de nuestra propia especie. Esto es inédito en la historia de la vida en la tierra. Y esto nos fuerza a realizar una pregunta imposible pero esencial: ¿Qué haremos nosotros, una especie fraccionada de miembros que no pueden acordar en mucho, con este increíble poder?] (Doudna y Sternberg, 2017, p. xvi)

Pero eso no es suficiente: el énfasis de la constructibilidad transversal y multiescalar puede reconocerse además como una respuesta demasiado humana al estado de necesidad discursivo que nos sale al encuentro en la fórmula de la escatología del antropoceno. La preocupación político-vital, que hoy es posible pensar con Donna Haraway, yace en un antagonismo de los poderes, en la confluencia contraproducente de dos grandes relatos: de la constructibilidad radical de la vida biológica en tiempos de su amenaza eminente.

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El texto se publicó por primera vez en alemán y fue traducido –con ligeras actualizaciones– al español: Martin Müller: “Nach CRISPR. Zur dritten Proliferation der Biopolitik (1800/1943/2004)” en: Rebekka Ladewig/Angelika Seppi, Milieu Fragmente. Technologische und ästhetische Perspektiven, Leipzig: Spector Books, 2020, pp. 331-344. El autor agradece el apoyo del clúster de excelencia Matters of Activity. Image Space Material, patrocinado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG) en el marco de la estrategia de excelencia del Estado federal y de los Estados federados – EXC 2025.

Martin Müller (PhD). Codirige, en la Humboldt-Universität de Berlin, el Matters of Activity, scientific excellence cluster. El clúster tiene como objetivo crear una base para una nueva cultura de materiales. Su visión central es redescubrir lo analógico en la actividad de imágenes, espacios y materiales en la era de lo digital. Biología y tecnología, mente y material, naturaleza y cultura se entrelazan de una manera nueva. En este contexto, la investigación y el desarrollo interdisciplinario de prácticas y estructuras sostenibles es una preocupación central. En este entorno, se llevan a cabo seis proyectos, con más de 40 disciplinas, que investigan sistemáticamente estrategias de diseño de materiales y estructuras activas que se adaptan a requisitos y entornos específicos. El clúster se centra en un nuevo papel del diseño, que está surgiendo en el contexto de la creciente diversidad y el desarrollo continuo de materiales y formas de visualización en todas las disciplinas.

Los temas de investigación del Dr. Martin Müller son: Teoría de la biología sintética y edición del genoma, historia de la biopolítica, genealogías del tecnoceno, teoría de lo posmetabólico. Profesor invitado en la Universidad de Waseda en Tokio (2019), Universidad de Buenos Aires (2017), Université Paris-1 Panthéon-Sorbonne (2013), Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York (2012).

Algunas de sus publicaciones recientes: “Nach dem metabolischen Bruch”, en: Texte zur Kunst, nro. 110, 2018; “Zoë als Téchne. Zum Paradox möglicher Menschen in der Synthetischen Biologie”, en: Lucci et al. (eds.): Potential regieren, 2018; “Neues aus dem Menschenpark”, en FAZ, nro. 211, 11/09/2019, p. 4.

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Notas

N. de T. Utilizaremos para la traducción de Zoëpolitik el término zoepolítica: la palabra zoe proviene del griego (ζωή) y se utiliza para referirse a la vida de todo ser vivo. El autor profundizará en el transcurrir del texto acerca de la denominación y apropiación de este término.
[1] El concepto foucaultiano de biopolítica se concentra exclusivamente en la política poblacional moderna y debería utilizarse solamente para esta constelación histórica. Mi concepto de zoepolítica apunta a una historia más profunda del ascenso que trascienda a las constelaciones modernas. El concepto historiográfico de escalada lo tomo de Friedrich Kittler, para aplicarlo en el análisis de los distintos acontecimientos de escalada hacia el interior de la historia del poder y del saber de la zoepolítica. La ‘voluntad de hacer vivir’ surge alrededor de 1800. Se intensifica y escala de modo específico en la 'revolución molecular' y posteriormente en el nacimiento de la biología sintética. Casi en homología con ello se lee la historia de Kittler de los medios de comunicación como una sucesión iterativa de escalada(s) tecnomediales: “una serie de escaladas estratégicas” (Kittler, 1993, p. 188).
[2] Recientemente fue posible, por primera vez, eliminar por medio del CRISPR el agente patógeno del VIH del ADN de ratones vivos (Prasanta Dash, 2019).
[3] El concepto de zoe se utiliza en su versión antigua, como es sabido, para la vida físico-corporal (del griego zóon: ser vivo). Zoe designa además la cualidad de lo vivo, lo cual es característico de plantas, animales, humanos y dioses. El concepto de bíos atañe, por el contrario, (solamente) a la vida humana con respecto a la posibilidad del ‘vivir bien’ como individuo y el modo de vida en la comunidad. (Müller, 2018).
[4] Una genealogía del antiguo concepto de vida y los contornos de un “dispositivo (zoo)económico” contemporáneo se encuentran en Lucci (2014).
[5] Lily E. Kay había observado –con razón– que el código genético universal era un invento epistemológico. En ese sentido, el código no fue sencillamente descubierto, sino inscripto en la vida. Cf. Kay (2005).
[6] La monografía es una versión revisada de la conferencia homónima celebrada en Dublín en 1943.
[7] Para una historia lograda del choque entre filosofía y biología (molecular) en Francia, puede v. Erdur (2018).
[8] Sobre los comienzos disciplinares de la biología sintética, puede v. Roosth (2017).
[9] En el modelo (de pensamiento) de Drexler de la máquina molecular, que se caracteriza por su posibilidad de auto-fabricación, se encuentra un modelo ideal a seguir para la nanotecnología: “En las células, las máquinas moleculares primero transcriben ADN, copiando su información para hacer «cintas» de ARN. Entonces, así como las viejas máquinas controladas numéricamente forman el metal basándose en instrucciones almacenadas en cinta, los ribosomas construyen proteínas basándose en instrucciones almacenadas en hebras de ARN” (Drexler, 1990, p. 6).
[10] La biología sintética se caracteriza por una ingeniería de código clásica porque literalmente inscribe lo simbólico en el material como código de comando. Para un pensamiento de diseño opuesto que encuentra las operaciones (simbólicas) en la materia, cf. Schäffner (2018).

Información adicional

CÓMO CITAR: Müller, M. (2021). ¿Biología como diseño? La biología sintética y la historia de ascenso de la zoepolítica (Traducción Juan Ignacio Chia y Florencia Fernández Méndez). A&P Continuidad, 8(15), pp. doi: https://doi.or[1]g/10.35305/23626097v8i15.358

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