Dossier temático
Ambiente y bienestar social en la ciudad: experiencias y renovados desafíos para las estrategias urbanas
Environment and social welfare in the city: experiences and renewed challenges for urban strategies
A&P continuidad
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
ISSN: 2362-6089
ISSN-e: 2362-6097
Periodicidad: Semestral
vol. 8, núm. 14, 2021
Recepción: 27 Febrero 2021
Aprobación: 15 Junio 2021
CÓMO CITAR: Fedele, J. (2021). Ambiente y bienestar social en la ciudad: experiencias y renovados desafíos para las estrategias urbanas. A&P Continuidad, 8(14), doi: https://doi.org/10.35305/23626097v8i14.299
Resumen: Los sistemas ambientales y sociales que sustentan la vida urbana parecen enfrentar importantes desafíos a partir del costo de la pandemia, el efecto del cambio climático y la persistencia de la exclusión social. Ante estos desafíos, algunos estudios y prácticas indagados en el artículo pulsan las posibilidades de renovar los enfoques y métodos de la planificación urbana. El interrogante es cómo planificar una forma urbana sensible simultáneamente con los sistemas ambientales y sociales que soportan los espacios construidos. Esto es, cómo regular la urbanización para que no altere el funcionamiento biológico de los sistemas de soporte vital por impactos ambientales, o destruya por mercantilización de sus relaciones los sistemas de promoción social de igualdad y derechos basados en el estado de bienestar. Por ello, convocan interés las prácticas que ensayan incorporar articuladamente métricas sobre el desempeño del servicio ecosistémico y aspectos sociales en los procesos de planificación y participación ciudadana. La crisis de la pandemia ha puesto en evidencia una vez más la interconexión entre la problemática ambiental y social, implicando a las ciudades ya que ambiente y bienestar social son componentes que sustentan estructuras y vidas urbanas de calidad.
Palabras clave: urbanización, planificación, ambiente, desarrollo social, estrategias urbanas.
Abstract: The environmental and social systems that sustain urban life appear to face significant challenges: the costs of the pandemic, the effects of climate change and the persistence of social exclusion. When dealing with them, some of the studies and practices discussed in this article explore the possibilities for renewing urban planning approaches and methods. The question is how to plan an urban form sensitive to both environmental and social systems supporting built spaces. This means how to regulate urbanization so that it does not alter the biological functioning of life-supporting systems through environmental impacts, or destroy the systems of social promotion of equality and rights based on the welfare state through the commodification of their relationships. For this reason, practices that attempt to orderly incorporate metrics on ecosystem service performance and social aspects into planning and citizen participation processes are of interest. Once again, the pandemic crisis has highlighted the interconnection between environmental and social issues. This implies the involvement of cities because environment and social welfare are components that underpin the quality of urban structures and lives.
Keywords: urbanization, planning, environment, social development, urban strategies.
Las estructuras urbanas encuentran tensiones contenidas en sus procesos de transformación, que ponen en crisis los ecosistemas territoriales y requieren su regulación, si se pretenden alcanzar parámetros de sustentabilidad. La problemática de la creciente artificialización del ambiente y los efectos contaminantes de las actividades en el espacio urbano interpelan a las políticas públicas sobre la ciudad. Y plantean un horizonte de debates y conflictos. A continuación, el propósito es esclarecer el contexto de agudización de la crisis de los sistemas de soporte de las ciudades, con evidencias y episodios que nos den cuenta de la dimensión problemática de las tendencias de urbanización y sus impactos ambientales. Ello, para luego indagar en un modelo explicativo con capacidad orientadora de la planificación urbana en ese contexto y explorar experiencias consecuentes. Siguiendo el interrogante de cómo planificar una forma urbana atenta a los sistemas ambientales y sociales que soportan los espacios construidos, el sentido es avanzar con aportes en nuevas formas de encuadre para pensar el territorio ante los desafíos planteados.
Contextos: agudización de la crisis de los sistemas de soporte de las ciudades
Un nuevo contexto está interpelando la orientación de las prácticas de planificación y las estrategias de intervención en las ciudades y territorios. Es evidente que la pandemia implicó un shock de inevitable atención y consecuente necesidad de respuesta. Sin embargo, situaciones nada desligadas sino justamente inherentes a la misma han comenzado a plantearse como elementos de ineludible referencia a la hora enfocar las prácticas urbanísticas.
Existen dos circunstancias vinculadas a la comprobación empírica del ámbito científico y la conflictividad social expresada judicialmente. Adquieren interés por la capacidad de catalizar procesos que serán de inevitable atención si se quiere mejorar la calidad de los territorios, y si el campo de los estudios que tienen a ese territorio como su objeto de estudio pretende insertarse en los procesos de transformación.
La primera de ellas es un estudio que ha comprobado que la masa artificial ha superado a la masa viviente (Elhacham, Ben-Uri, Grozovski, Bar-On, y Milo, 2020). En términos globales, el conjunto de infraestructuras, edificios construidos y objetos fabricados por el hombre, denominado masa antropogénica, supera al conjunto de materia orgánica generada por la naturaleza, denominada biomasa. Concretamente sitúa en un billón de toneladas ambas masas con ligera ventaja a las de origen antropogénico. Pero dados los actuales ciclos de reproducción de ambas, siempre según este estudio, las proyecciones arrojan que, en el 2040, la masa artificial duplicará a la biomasa. En contraste, la relación estaba invertida a principios del siglo XX, siendo que la masa producida por la sociedad solo alcanzaba 3 % de la biomasa total (Fig.1).
El incremento de la producción humana se vio acelerado cuando el hormigón y otros materiales se hicieron más disponibles, siendo el conjunto de construcciones el principal componente de masa artificial. Asimismo, la reducción de materia orgánica se produce a través de cambios en la agricultura y la deforestación como consecuencia de cambios de uso del suelo.
Esta métrica de los productos materiales construidos y fabricados (Krausmann, Lauk, Haas, y Wiedenhofer, 2018) proporciona una caracterización cuantitativa y simbólica de una nueva etapa en los procesos de construcción del territorio. La superación global sobre la materia orgánica vuelve la atención a los procesos artificiales y entre ellos, de forma protagónica por su impacto, a los procesos de construcción y urbanización con los cambios de usos del suelo que contiene.
Las políticas públicas sobre las ciudades y todos los instrumentos de actuación urbanística no pueden desentenderse de estas cuestiones. Justamente, muchas iniciativas van asumiendo a distintas escalas estos asuntos: por ejemplo, gobiernos de algunas ciudades desarrollan planes urbanos frente a los efectos del cambio climático con acciones sectoriales particularizadas en normativas de edificación, ordenamiento de la expansión y crecimiento o redefinición del transporte y la movilidad. Pero también, agencias de gobernanza supranacionales como la Unión Europea, con un emblemático Plan de Recuperación cuyas acciones se basan en un “pacto verde” como estrategia central de un crecimiento sostenible basado en principios de transición ecológica (Comisión Europea, 2019; 2020). La ayuda financiera de este plan se canaliza a nivel nacional, con programas como en el caso de España con la rehabilitación energética de edificios que subsidia refacciones en un ingente parque edilicio (MITMA, 2020).
La segunda circunstancia es un fallo judicial que da cuenta de cómo estas cuestiones tienen un efecto en lo social. Luego de distintas instancias administrativas, una sentencia judicial de 2020 en el Reino Unido reconoce la contaminación ambiental como causa de muerte de una persona en 2013 (Taylor, 2020). Hasta el momento, la contaminación había sido una cuestión estadística a través de una asociación de fenómenos (Royal College of Physicians, 2016, p. 79), o un cálculo global al estilo de la organización internacional T&E Transport & Environment, que estima que el aire contaminado provoca unas 40.000 muertes en el Reino Unido. Sin embargo, ahora existe el antecedente que fija jurisprudencia de un reconocimiento individualizado de una muerte vinculada a la contaminación, incorporando dicha causa en el certificado de defunción. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) el fallo “sienta un precedente mundial” (Santos, 2020).
La decisión del londinense Tribunal Forense de Southwark indica a la contaminación como el “factor que contribuyó significativamente tanto a la inducción como a la exacerbación” de la enfermedad de la víctima de 9 años. El juez que llevó adelante las actuaciones, a partir de la denuncia de familiares apoyada por organizaciones, recabó datos sobre los niveles de contaminación del aire cerca del domicilio de la niña. Comprobó que superaban los límites legales establecidos por la Unión Europea según las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el período de los tres años anteriores a la muerte investigada.
La niña que vivía a solo 25 metros de la altamente transitada vía South Circular Road en el distrito de Lewisham de Londres, durante esos tres años que investigó el juez, fue ingresada por dolencias en el hospital 27 veces. Además, coincidían esos ingresos hospitalarios con las fechas de las mediciones de mayor nivel de contaminación. En sus estancias en el hospital no se le informó expresamente sobre la incidencia de la contaminación en su enfermedad, tal como se hace en casos de tabaquismo, diabetes u obesidad, ejemplos sobre las que se han desarrollado políticas públicas en notorio contraste a la ausencia con respecto a los efectos de la contaminación en la salud.
El incumplimiento con la reducción del nivel de dióxido de nitrógeno (NO2) y la falta de información dada a la madre son ámbitos de incumbencia de las autoridades locales y sanitarias, abriendo un cauce sobre sus responsabilidades y programas públicos. Todo un desafío político que implica pensar los territorios en la intersección donde lo ambiental se cruza con la salud, el bienestar y las responsabilidades gubernamentales. Un horizonte de conflictos, a partir de demandas que irán creciendo paralelamente, se va verificando de forma más precisa: los efectos de alteraciones ambientales, la instalación de estos temas en la agenda pública y su repercusión institucional como esta actuación judicial.
Los interrogantes se vinculan al modo de atender y reconducir estas dinámicas nocivas para el ambiente y la salud en la planificación de los espacios construidos, así como también que los procesos de urbanización no alteren el funcionamiento biológico de los sistemas territoriales de soporte vital, ni destruyan los sistemas de promoción social de igualdad y derechos basados en el estado de bienestar. Ambos, sistemas de soporte vital y promoción social son componentes que sustentan estructuras y vidas urbanas de calidad, los que –contrariamente a los episodios reseñados– pueden evitar mayores pérdidas de masa orgánica como de vidas humanas. En este sentido, es importante avanzar en una metodología que incorpore registros de estos fenómenos y permita dar fundamentos para abordarlos con políticas públicas y acciones sobre el territorio.
Modelo: representación métrica del problema ambiental y social
Las figuras geométricas son útiles para describir las características de un sistema, ya que sus componentes y relaciones estructurales quedan condensadas en una visualización. El sistema urbano fue modelado de distinta manera. Pero, además, lo urbano posee una complejidad creciente, en cuanto nuevas demandas y condicionantes se van sumando en el tiempo, o tal vez no fueron incorporadas porque no se dimensionaban adecuadamente y las consecuencias se presentan con urgencia a posterior. El ambiente es una de estas dimensiones con las actuales crisis; y las necesidades sociales potenciadas por los fenómenos de desigualdad y emergencias sanitarias es otra.
A diferencia de los tradicionales modelos urbanísticos como los de Sjoberg (1960) o Burgess (1925), el modelo de la economista Kate Raworth (2018) no es un modelo espacial propiamente dicho del sistema urbano, pero sí es una herramienta para pensarlo a partir de la representación de determinados indicadores. Dicha modelización tiene la capacidad de reconstruir las determinaciones e interrelaciones de un sistema complejo de índole territorial. Denominado de simpática manera como economía donut, o su traducción economía rosquilla, reconstruye en una corona circular las condiciones de un espacio de vida procesando las determinaciones simultáneamente de la parte exterior (ambientales) e interior (sociales) de esa corona. Un círculo dentro de un círculo. En la parte exterior del círculo mayor están representadas las necesidades ambientales. En el círculo menor quedan representadas las necesidades sociales. Y en el medio, la corona o rosquilla, queda el producto del procesamiento de ambas necesidades o determinaciones: el espacio tanto ambientalmente seguro como socialmente justo donde una población puede prosperar.
Las necesidades ambientales se concentran en 9 items a los que atender. A partir de trabajos del campo de estudios denominado “ciencias del sistema tierra”, referencia nueve procesos fundamentales que en conjunto regulan la capacidad de sostener sin alteraciones las condiciones ambientales y evitar su degradación a nivel planetario (Rockström, Steffen, Noone, 2009). La idea es que se desempeñen como advertencia para las intervenciones materiales y las actividades de las sociedades, en la medida que se evalúen efectos de las mismas sobre estos procesos. Identifica a: biodiversidad, conversión de uso del suelo, extracción de agua dulce, carga de nitrógeno, contaminación química, océanos, capa de ozono, contaminación atmosférica y cambio climático.
Las necesidades sociales están condensadas en 12 ítems, entre los que sobresale la garantía de acceso al alimento, agua, saneamiento, energía, educación, sanidad, vivienda, trabajo, información y participación social. Todos ellos sistematizados dentro del marco de lo definido por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (2015) y las normas internacionales de derechos humanos que han establecido el derecho de toda persona a esos bienes básicos, así como también los últimos avances en términos de igualdad de género y equidad social (Fig.2).
Así planteado en su formulación abstracta, se convierte en una herramienta para aplicar al escenario de un territorio. Cargando de información sobre cómo se desenvuelve un espacio en términos de impacto ambiental y desarrollo social, se obtiene una visualización dinámica del estado de situación sobre un conjunto de indicadores vinculados al conocimiento científico del ambiente y los parámetros sociales de bienestar. Indicadores, además, que se interrelacionan midiendo efectos concurrentes y evitando caracterizar como externalidad –fuera del alcance calculable inicial de políticas o proyectos– aspectos tanto ambientales como sociales de las acciones en el territorio.
Las cuñas oscuras que irradian fuera de la corona representan la ponderación de los efectos en el ambiente de las construcciones y actividades de ese territorio puesto en observación. Las cuñas oscuras por debajo de la corona con los indicadores sociales representan la proporción de personas que, en el territorio que se analiza, carecen de los elementos esenciales, y por ello, se enfrentan a la inseguridad y la indefensión que experimentan las comunidades e individuos en sus condiciones de vida (Ranworth, 2018, p. 78). Así, el esquema se transforma en un marco donde cuestiones como el clima, la salud, el empleo, la vivienda, el cuidado y la comunidad quedan ponderadas visualmente y de forma simultánea (Fig. 3).
La simultánea consideración de las condiciones ambientales y de desarrollo social es una característica relevante de este esquema de corona porque permite equilibrar políticas y acciones sectoriales. Es probable que muchas intervenciones ambientalmente positivas tengan costos y pongan en crisis modelos de desarrollo. Hay sociedades que pueden asumir dichos costos por sus excedentes y otras no, por sus déficits sociales. Esta correlación de esferas ambientales y sociales implica evitar soluciones universales y contextualizar prioridades buscando equilibrios, a la vez que hace converger las mejoras a nivel global en ambos campos.
Sociedades con alto desarrollo económico tienen altos impactos ambientales de su sistema productivo y márgenes de su corrección dados sus indicadores de desarrollo tanto económico como social. Mientras que sociedades con mayor vulnerabilidad social presentan urgencias en esta esfera cuando incluso el impacto ambiental de sus actividades productivas es mucho menor a nivel global (Anguelovski, Shi, Chu, Gallagher, Goh, Lamb, Reeve, y Teicher, 2016). El caso del transporte público –por su impacto ambiental y su prestación social en cada circunstancia– es un ejemplo de este análisis interrelacionado, necesario para evaluar políticas. El enfoque interrelacionado de indicadores permite esta administración de acuerdo al contexto de cada territorio, a la vez que posibilita tender a una convergencia en términos de interdependencia y cooperación entre ciudades y territorios para las necesarias políticas de actualización global dado el carácter del problema. A modo de avance en este sentido, un trabajo de la Universidad de Leed (O’Neill, Fanning, Lamb, y Steinberger, 2018) desarrolló una herramienta comparativa global de estos indicadores a nivel países usando la corona como matriz de datos[1].
La idea de servicio ecosistémico remite a los beneficios que los habitantes de un territorio tienen a disposición libremente para el desarrollo de su vida, como aire limpio, agua filtrada, suelos saludables, polinización, entre otros. Se trata de comenzar a aplicar métricas de desempeño del servicio ecosistémico de la construcción y actividades de un territorio para visualizarlos en un estado de situación general. Cuanto más largas son las cuñas que sobresalgan de la corona, peor será el impacto negativo y la necesidad de transformaciones del territorio y sus usos. Igual criterio es, con respecto al interior de la corona, con los indicadores sociales y sus cuantificaciones. Cuanto las cuñas más se alejen de la corona hacia al centro, más necesidad de intervención en esos aspectos.
Con estas características, el esquema de la corona constituye una herramienta válida para organizar el conocimiento del territorio y proyectar sus transformaciones, y con ello, un interesante instrumento para la planificación. Es una forma de analizar, entender y pensar el territorio. Hace inteligibles procesos vinculados a las problemáticas sustanciales actuales y abre un debate sobre las necesidades de operar en sus dinámicas. Adicionalmente, esta capacidad de visualizar un estado de situación potencia las posibilidades de participación social, ya que habilita el debate y la definición colectiva entre los actores, por tener la capacidad de sistematizar –de forma inteligible– sus elaboraciones y consensos sobre la matriz que aporta.
Experiencia: prácticas con intervenciones ambiental y socialmente sensibles
Las ciudades son el registro de los claros paralelos entre el cambio climático y las inequidades sociales. Ambas crisis con el daño a las infraestructuras y la cohesión social afectan principalmente a las comunidades de bajos ingresos. Por ello, ciudades como Boston o New Orleans han respondido asumiendo estos desafíos, trabajando a nivel local y con el apoyo de coaliciones de ciudades, aunando cooperación técnica y esfuerzos. Son ejemplos a resaltar porque justamente en ese momento iban en contra de la administración federal que se había retirado de estos temas durante los últimos años. Sin embargo, y a pesar de la renuncia al Acuerdo de París por parte de la administración Trump, en dirección contraria siguieron comprometidas con los objetivos de reducción de carbón, elevando los estándares de emisiones para los edificios, invirtiendo en empleos verdes y en la movilidad sostenible, acondicionando espacios y reordenando usos en la ciudad promocionados como políticas tanto climáticas como de salud para la peatonalidad, la bicicleta y el transporte público. Ello, en el marco de una preparación sistemática para futuros impactos climáticos, fortaleciendo la respuesta de salud pública a las olas de calor y protegiendo costas del aumento del nivel del mar, la intensificación de las tormentas e inundaciones. “El valor de la sustentabilidad está incrustado en todo lo que hacemos a nivel de ciudad: desde cómo diseñamos nuestras calles hasta dónde construimos nuestros parques y qué tipo de programas de capacitación laboral financiamos” (Walsh y Cantrell, 2020).
Este tipo de ejemplos de políticas en ciudades es lo que puede ser sistematizado y potenciado en el esquema de la corona de Ranworth. En efecto, están implicados los mismos problemas y herramientas para su abordaje que en los debates generales, que alcanzan a todas las ciudades. De hecho, Portland acaba de iniciar en 2020 un proceso de planificación junto con el equipo de Ranworth, articulando las metodologías del esquema de la corona, coincidente con la experimentación de su peor calidad de aire en su historia por los incendios forestales que tuvieron lugar en la costa oeste, un fenómeno presente en diferentes geografías incluidas también las ciudades del litoral argentino con los incendios en el delta.
Luego de algunas experiencias iniciales (Sayers y Trebeck, 2014; Sayers, 2015; Cole, 2015), el caso más avanzado en la utilización del esquema de la corona es el de Amsterdam. La ciudad contrató a Ranworth en la universidad local Applied Sciences University, desde donde se organizó una red que, junto con las autoridades locales, incluyó a diversas asociaciones civiles y científicas, organismos públicos y actores sociales en una coalición llamada Amsterdam Donut Coalition[2]. El trabajo participativo tuvo por finalidad construir un “retrato de la ciudad”, a partir de la recopilación de datos, puesta en discusión con el análisis de escenarios y elaboración de propuestas (Doughnut Economics Action Lab, Biomimicry 3.8, C40 Cities, & Circle Economy, 2020) (Fig. 4).
La labor de equipos técnicos y el producto del proceso participativo dieron por resultado ese retrato de situación (City of Amsterdam & Circle Economy, 2020) y una Hoja de Ruta 2020-2025 (Circle Economy, 2019) con más de 200 proyectos en el primer bienio 2020-2021 (AA.VV., 2020). Se agrega además un mecanismo de monitoreo (City of Amsterdam, 2020). Todo ello configura un conjunto de documentos que condensan un proceso de planificación de la ciudad en base al enfoque del esquema de la corona. En sí mismo el esquema es el soporte metodológico y disparador del debate social: no proporciona soluciones directas a los problemas, sino que configura un proceso de entendimiento y discusión que ayuda a encontrar las soluciones y programar acciones de intervención.
Este es el rol y cualidad sobresaliente, por su capacidad de habilitar un proceso de planificación con base social de discusión, a partir del cual genera fundamentos para la toma de decisiones en las políticas públicas. Y condensa en ese proceso la problemática del ambiente y el bienestar característica del contexto contemporáneo.
El concepto fundamental orientador del planteo de la corona es el de economía circular. Y es notoria también su proyección en las propuestas e intervenciones que promueven en Amsterdam. La lógica por la administración de los flujos físicos de recursos, con la consiguiente evaluación de entrada de los materiales vírgenes como la producción de desechos, está presente en la mayoría de las estrategias e intervenciones. Y alcanza a las intervenciones urbanas, a los usos y actividades de los espacios como a la regulación de las formas construidas.
El plan de iniciativas se estructura en tres cadenas de valor con capacidad de influir y lograr resultados sobre las políticas de la ciudad articuladas con actores sociales. Esas tres cadenas son: flujos residuales orgánicos y de alimentos, bienes de consumo y entorno construido.
Sobresale el carácter coordinado de las acciones programadas que se encuentran descriptas en los documentos citados previamente. En cuanto a las estrategias vinculadas al entorno construido, una de las intervenciones de mayor escala morfológica se visualiza en la transformación del lado sureste de la ciudad. Las intervenciones en IJburg hacen de acciones insignia de la ciudad donde estos paradigmas están incluidos. Los futuros barrios de este conjunto de sectores como por ejemplo Centrumeiland están diseñados para producir cero emisiones y priorizar la vivienda social y el acceso a la naturaleza. Los cimientos se sentaron mediante procesos que no dañan la vida silvestre local ni exponen a los futuros residentes al aumento del nivel del mar. Si bien la urbanización de este sector de Ámsterdam venía siendo programada y ejecutada por la administración, a partir de las estrategias planificadoras más recientes del enfoque de la corona, están profundamente orientados a la sostenibilidad con los proyectos nuevos y en curso, programándose una población de 45.000 habitantes. Cuenta con el renovado parque Diemerpark, que es el más grande de la ciudad en un entorno de vinculación con el paisaje de espacios abiertos.
También se destaca por esta última característica, la intervención de Buiteneiland, que será la última isla del conjunto de IJburg. El proyecto consiste en un parque con desniveles y extenso espacio para la naturaleza con programas para la recreación, el deporte y la cultura. Esta isla tendrá, cuando esté finalizada, un área de 45 hectáreas con abundante vegetación y agua, a las que se agregarán la construcción de un máximo de 500 viviendas. Y la forma de llevar a cabo el proyecto es circular, ya que se reutilizarán tierras de otras partes de la ciudad para esta construcción (Fig. 5, 6, 7).
En cuanto a la ciudad consolidada, se han intensificado la optimización de los tejidos existentes con la introducción de estándares para la sostenibilidad y el uso circular de materiales para los contratistas en todos los edificios de públicos. La eficiencia energética, como el control sobre el flujo de materiales y la producción de desechos, son principios rectores en las regulaciones e intervenciones edilicias.
Para la incorporación administrativa de estos principios rectores en la edificación, dentro de las incumbencias del gobierno local, fue clave la adopción del esquema de la corona en el proceso de planificación. Porque aportó una capacidad de hacer visibles procesos y efectos del impacto de la edificación sobre la escala ampliada a nivel ambiental. Con esa visibilidad, se amplían las posibilidades de intercambio y participación sobre estos temas, se los instala socialmente y se acelera su adopción en las políticas urbanas.
La matriz de la corona es una herramienta eficaz para canalizar propuestas. Su analítica es receptiva y movilizadora de ideas e iniciativas más específicas, que, a veces, conllevan inconvenientes en su conocimiento, legitimación y adopción. Por ejemplo, las propuestas de la Agencia Ecológica de Barcelona sistematizadas en la Carta para la planificación ecosistémica de las ciudades y metrópolis (Rueda, 2018) comparte el mismo enfoque, a partir de orientaciones ecológicas. Pero no posee la misma capacidad de síntesis que las imágenes de la corona que condensan la visión holística. En cambio, la Carta sí contiene definiciones y prescripciones operativas para la transformación en una dimensión morfológica. Por ello, sería interesante la complementación con el enfoque de la corona de Raworth, que aporta sus capacidades analíticas, tanto a nivel de conocimiento como de difusión, potenciando la implicación ciudadana en estos temas.
Esta experiencia sobre Amsterdam destaca el aporte de este enfoque a las prácticas en curso, ya que la tradición y producción de la ingeniería holandesa encuentra una articulación con una concepción de planificación actualizada en lo ecológico y social. La abstracción espacial, la lejanía emocional y el desapego político que a veces destilaba esa ingeniería en su acción sobre el territorio, encuentra en estas iniciativas una resignificación a través de una particular forma de incorporación de los paradigmas ecológicos y sociales emergentes.
A futuro: escalar la ejemplaridad de las intervenciones
La pandemia del COVID-19 a tal punto ha provocado una alteración global sin precedentes, que llevó a los gobiernos más allá de sus ideologías a la necesidad de recomponer sus capacidades operativas de protección de la población. Tanto en las acciones contra los efectos de las alteraciones ambientales como en la atención social del bienestar. Luego de una etapa de procesos generalizados de desregulación y mercantilización de servicios urbanos, las infraestructuras del cuidado como los equipamientos sociales y las políticas de redistribución de bienes urbanos adquieren otra dimensión y rol en este contexto.
El esquema de la corona permite ver todos los problemas en una imagen y así logra movilizar a la sociedad abriendo nuevos cauces innovadores en las políticas públicas. De la experiencia de Amsterdam sobresale esa movilización en una red de asociaciones que promueven iniciativas y ponen en discusión las formas en que se construye y vive la ciudad. Hay una gran mayoría de pequeñas acciones nada desdeñables, las principalmente vinculadas a la economía circular, que son un buen disparador.
Sin embargo, dadas las actuales condiciones, es probable que necesiten escalarse para alcanzar un mayor impacto estructural, objetivo último de toda práctica de planificación. Amplificarse de manera que logros como el de un sector de Amsterdam como IJburg sean incorporados como acción general desde la política pública, la cual debería desempeñar un rol más activo y material transcendiendo la organización participativa.
La corona de Raworth condicionó la urbanización en IJburg promoviendo elementos ecológicos de economía circular, optimización de materiales y técnicas constructivas, sensibilidad por el entorno natural, entre otras mejoras sobre lo que había postulado en el proyecto inicial. Y también dejó su sello incorporando valores sociales, incrementando el parque de vivienda pública para atender el déficit de accesibilidad de amplios sectores. Es por estas cuestiones y logros que este impulso debería multiplicarse dentro de la estructura territorial y no quedar remitido a intervenciones ejemplares de sectores. Por el contrario, debería insertarse en un plan de alcance metropolitano con acciones integrales distribuidas en un vasto territorio.
Ello para dar una respuesta acorde en su alcance con la problemática del contexto descripto a partir del cual emergen inevitables responsabilidades sobre las estrategias urbanas. El creciente conocimiento de los efectos en los sistemas ambientales de la masa antropogénica, constituida en gran proporción por las construcciones y los desechos producidos por las actividades que se desarrollan en ellas, como la conflictividad derivada por los efectos contaminantes sobre las personas, obliga a repensar las formas del conocimiento y la planificación para administrar el proceso de urbanización.
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Notas
Notas de autor
fedele@curdiur-conicet.gob.ar
Información adicional
CÓMO CITAR: Fedele, J. (2021). Ambiente y bienestar social en la ciudad: experiencias y
renovados desafíos para las estrategias urbanas. A&P Continuidad, 8(14),
doi: https://doi.org/10.35305/23626097v8i14.299
Enlace alternativo
https://www.ayp.fapyd.unr.edu.ar/index.php/ayp/article/view/299 (html)