Editorial

Sobre los espacios educativos en el presente

Present educational spaces

Daniela Cattaneo (editora) (*)
CONICET. Universidad Nacional de Rosario, Argentina
María Silvia Serra (editora) (**)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6097

ISSN-e: 2362-6089

Periodicidad: Semestral

vol. 7, núm. 13, 2020

aypcontinuidad01@gmail.com



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.295

CÓMO CITAR: Cattaneo, D. y Serra, M. S. (2020). Sobre los espacios educativos en el presente. A&P Continuidad, 7(13). https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.295

Es de larga data el cuestionamiento hacia las instituciones educativas, tanto por el lugar que cumplen –o deberían cumplir– en sociedades desiguales como la nuestra, como por sus modos particulares de ordenar la enseñanza y el aprendizaje. No obstante, en los últimos años asistimos a un proceso acelerado de cambios en torno a la transmisión de la cultura y el conocimiento. Las transformaciones tecnológicas y las modalidades históricas de relaciones sociales tensan la escena pedagógica, evidenciando también los signos de agotamiento de los modelos de arquitectura escolar hegemónicos, abogando por nuevas o renovadas respuestas. En este contexto, al que se suma la contingencia sanitaria a escala global de 2020, el presente invita a reflexionar, quizás como pocas veces en la historia, sobre la dimensión espacial de los edificios escolares. Revisitar los fundamentos y las relaciones entre arquitectura, pedagogía y espacios para el aprendizaje se ha vuelto un imperativo. Abonar la arquitectura escolar como tema de investigación y reflexión es parte de esta urgencia.

En Argentina, y en toda Latinoamérica, continuamos reivindicando a la experiencia escolar como un espacio de inclusión irremplazable al colectivo social. Por ello, seguir promoviendo en las escuelas de arquitectura al programa escolar como ejercicio de las cátedras de proyecto y construyendo edificios escolares podría interpretarse como acciones de legitimación, de defensa de la escuela pública y, si se quiere, de resistencia. No obstante, resulta innegable la necesidad de actualizar el debate pedagógico y arquitectónico, albergando otras modalidades que dialoguen con los contextos socioculturales concretos y alentando a repensar más allá del edificio, en ambientes y distintos tipos de espacios educativos. Ello implica integrar variables que involucran la memoria, lo subjetivo, la experiencia, el hecho biográfico; también, ensayar otras formas capaces de interactuar de un modo más dinámico con otras lógicas del formato escolar como la no gradualidad, la jornada extendida, los medios digitales, la participación comunitaria, la vinculación de la escuela con la sociedad a través de diversos programas. Aquí se incluye la responsabilidad e involucramiento del Estado en la puesta a disposición de espacios para enseñar y aprender, con proyectos que puedan albergar diferentes voces, realidades y perspectivas.

Este número de A&P Continuidad partió de una invitación a cuestionar, trascender y problematizar el edificio y el programa escolar desde la dimensión amplia y pública de los espacios educativos. Alentó la reflexión sobre la arquitectura escolar como tema de investigación, con el presupuesto de que ha devenido en un tema de investigación y de que en los últimos años se han multiplicado los trabajos en torno a ella. La conjunción fue, desde el comienzo, partir de una propuesta editorial conjunta entre la arquitectura y la pedagogía, a la que se integraron autores, autoras y pares evaluadores de ambos campos.

Este ensayo de interdisciplina invitó a salir de la zona de confort, a tomar distancia de las posiciones donde nos sentimos seguros y seguras para abrir la posibilidad a lo extranjero, a otros conocimientos que interpelan nuestras certezas y posiciones disciplinares. Y tuvo una excepcional respuesta desde países diversos (Uruguay, México, Brasil, España, Argentina) por lo que tenemos el privilegio de incluir contribuciones de nombres autorizados en los estudios sobre la arquitectura escolar, así como de docentes e investigadores e investigadoras noveles. Todos ellos componen un relato que invita a recorrer nuevos o renovados abordajes sobre los espacios educativos en distintos momentos, desde distintas perspectivas y en su vinculación con otras disciplinas, actores, obras y eventos, en clave histórica y también desde el presente.

La primera sección, Reflexiones de maestros, representa en este número la oportunidad de revisitar un libro canónico de la Historia de la Educación, Educación Popular de Domingo Faustino Sarmiento, y ponderar desde allí el lugar adjudicado a la edilicia escolar en la conformación de los sistemas educativos modernos. La dimensión material, espacial y territorial de la escuela era entendida ya hacia 1849 como parte fundamental a la hora de hacer posibles los procesos de escolaridad que se proyectaban para los países de la patria grande. Las recomendaciones realizadas por Sarmiento para los edificios escolares han tenido muchas revisiones desde que fueron escritas; sin embargo, todavía, y especialmente en tiempos donde volvemos sobre ellos ya sea por su suspensión o por su necesaria readecuación, no deja de sorprender la vigencia de algunos conceptos y pautas allí enfatizadas.

En la sección Conversaciones nos sumergimos en esos desafíos contemporáneos en Argentina. A través de la figura de Margarita Trlin tenemos la posibilidad de adentrarnos en la cocina de los programas nacionales de relevamiento y construcción de escuelas en el país de las últimas décadas, sus búsquedas, logros y también temas pendientes. Comienza aquí a plantearse el tema de normativas e indicadores en clave de derechos que atravesará toda la publicación. Asimismo, la importancia del abordaje interdisciplinario, que caracteriza la trayectoria de Trlin y cuaja en la Especialización en Arquitectura para la Educación que dirige. Su mirada nos permite poner estas discusiones en el contexto de los debates de la arquitectura en tanto ciencia social, a la vez que abre caminos desde el diseño, la gestión de espacios educativos, la docencia, la investigación y la práctica extensionista.

El Dossier temático se compone en esta oportunidad de diez trabajos. Los cinco primeros parten de abordar los espacios educativos para el presente como un problema complejo que implica, entre otras cuestiones, reconocer su dimensión histórica, por lo que son presentados en clave cronológica.

Comenzamos con la contribución de Verónica Toranzo, “El Instituto Nacional (del Caballito), 1890-1898. Un espacio para la educación que quiso nacer como público”. La autora presenta esta singular experiencia pedagógica –en su vinculación con el viaje de Pablo Pizzurno como delegado del Consejo Nacional de Educación argentino a la Exposición Internacional de París de 1889– donde los cursos primarios, secundarios y comerciales se organizaron en talleres, gimnasios, patios y jardines distribuidos en tres lugares –Caballito, Flores y el centro–, conectados con un servicio de ómnibus especiales. Esta experiencia fue basal en la generación de reformas en la educación pública, especialmente en relación a la Enseñanza Manual y el origen del Sistema Argentino de Educación Física.

El trabajo de Rosalía Meníndez Martínez y María Rosa Gudiño Cejudo, “El Departamento de Psicopedagogía e Higiene y los espacios escolares, una aproximación institucional. México, 1924-1930”, nos introduce en la institucionalización del proyecto educativo mexicano a través de la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921, durante el gobierno del primer presidente posrevolucionario Álvaro Obregón. Ahonda en los postulados teóricos que subyacen en el delineamiento de escuelas públicas urbanas en México, incorporando la variable espacial en un entramado donde convergen mobiliario, libros de texto y programas de estudio y cuyo centro era la atención a la salud física y mental del niño. Las autoras ponen en evidencia la mediación proyectual como patrimonio reservado al medio urbano, las inspiraciones que supusieron los contactos con los postulados de la Escuela Nueva y la productividad del abordaje interdisciplinario de maestros, pedagogos, arquitectos, ingenieros y médicos. Desde esta perspectiva, se persigue pensar la historia a modo de cantera de estrategias posibles en el actual contexto pandémico.

La investigación de Martín Fusco “Retorno a la tradición en la escuela sin pasado. La Escuela Normal Superior de Córdoba (1941-1943): arquitectura, innovación y contradicciones” resulta un interesante avance sobre la asociación entre modernidad de gestión y experimentación proyectual a través de los códigos de la arquitectura moderna aplicados a la edilicia escolar por los cuerpos técnicos del Estado, en este caso a partir de la gobernación de Amadeo Sabattini en la provincia de Córdoba. El trabajo presenta a la Escuela Normal, concebida como sede del Instituto Pedagógico, con un programa profundamente transformador. El edificio, punto cúlmine de la construcción de una serie de establecimientos escolares modernistas, apela sin embargo a códigos de composición clásicos y a un lenguaje neocolonial. El trabajo pone en evidencia la productividad de trascender los análisis disciplinares para pensar en cómo el engranaje técnico-burocrático del Estado se subordina a la impronta humanista, americanista, regionalista de su programa pedagógico.

El aula como elemento articulador de la estrategia espacial es un tema de investigación, debate y crítica siempre vigente. En este registro se inscribe la contribución de Alfredo Peláez Iglesias “El aula como mobiliario. Estrategias modernas para un escenario escolar contemporáneo”. En Uruguay, una de las especulaciones proyectuales de mayor impacto en este registro fue el Aula Integral del Ministerio de Obras Públicas en sus sucesivas versiones desde 1955 hasta 1970 y cuya apoyatura teórica se sustentaba en los postulados de la Escuela Nueva, una unidad espacial repetible que en su agregación era capaz de configurar a casi todo el edificio escolar. Peláez Iglesias vuelve sobre la vigencia de sus estrategias proyectuales, sustentadas en la capacidad de adaptar y transformar el espacio de múltiples formas, a partir de la relación estrecha entre arquitectura y mobiliario, propia de este dispositivo autosuficiente y de generosas dimensiones. La estructura portante hace posible la disolución de límites de la unidad, asemejándose a auténticos paisajes de aprendizaje, convirtiendo a la escuela en una unidad repetible y en aula a todos los espacios de la escuela. Esta concepción del escenario educativo más allá de un recinto delimitado es una de las principales características para una interpretación arquitectónica de la pedagogía nueva en nuestros días.

Por último, el artículo de María Florencia Serra y Florencia Fernández Méndez, “Arquitectura escolar en el siglo XX: aproximaciones desde cuatro publicaciones latinoamericanas recientes”, integra miradas desde la arquitectura y la pedagogía para componer un relato sobre la arquitectura escolar a escala nacional a partir del análisis de cuatro textos de Argentina, Chile, México y Uruguay. En el cruce de las disciplinas, las autoras replican en su estrategia el esfuerzo de estos textos por generar un conocimiento abarcativo que excede el siglo XX, por sistematizar desarrollos, encontrar puntos comunes y a la vez identificar casos y estrategias extraordinarias, abonando el camino para futuros abordajes, sumatoria de casos y cruces disciplinares en torno a la arquitectura escolar.

Los cinco trabajos siguientes abordan problemáticas estrictamente contemporáneas donde la arquitectura escolar permanece como territorio de disputas.

En sintonía con el trabajo de Peláez Iglesias sobre las especulaciones proyectuales en torno al aula integral, presentamos la contribución de Miranda Nedel Zamberlan y Miguel Antonio Buzzar sobre “El Future Classroom Lab de Bruselas: modelo internacional de la clase del siglo XXI”. Los autores problematizan la difusión internacional de modelos globales de espacios escolares, donde la educación como derecho de los Estados se ve supeditada a las lógicas del mercado y a un rol creciente de las organizaciones supranacionales en la producción de arquitectura para escuelas públicas. Los autores alertan a los arquitectos ante aquello que detectan como una réplica de modelos donde la apelación a la innovación y a la flexibilidad parecería eximir del debate crítico. Y con ello, también se desvinculan de modelos pedagógicos y de tiempos, lugares e infancias específicas, que tienen especial relevancia en el debate latinoamericano.

El trabajo de Isabel Durá Gúrpide, “Nuevos tiempos, nuevas escuelas. Líneas de trabajo para definir la arquitectura escolar del siglo XXI a partir del caso de Mendoza” coloca a la infraestructura edilicia como un elemento clave en el contexto de las desigualdades de condiciones que compromete a los contextos más vulnerables, siendo este un aspecto ineludible para garantizar la seguridad sanitaria ante el retorno a la presencialidad. La autora remarca el urgente estudio de soluciones que permitan un aprovechamiento eficaz de todos los espacios de la escuela y contribuyan a garantizar la escolaridad con el parque escolar existente. En este sentido no refiere a novedades ni cambios radicales sino a aspectos que ya se contemplaban previamente y se demandaban desde distintos ámbitos en relación a los cambios educativos, sociales y medioambientales del siglo XXI. Así, la crisis sanitaria actual más que traer nuevas demandas, ha puesto en evidencia la problemática existente y la urgencia de su resolución.

Clara Eslava Cabanellas y Ana Fernández Angosto se suman al debate a través de “El tejido vivo de las relaciones humanas en el espacio de la escuela infantil” en el contexto de las recientes transformaciones implementadas en las escuelas infantiles municipales de Madrid, particularmente a partir de los anteproyectos de algunas de las escuelas nuevas. La teoría ecológica de Urie Bronfenbrenner, donde la interacción con el ambiente se comprende como clave en el desarrollo humano, se aborda aquí como principio del diseño de entornos escolares en sus distintas escalas y en base a interacciones e interdependencias; así, se vincula el microsistema con la unidad del aula, el mesosistema al conjunto del centro, el exosistema al contexto local del barrio y el macrosistema a la ciudad y la comunidad educativa a una escala global. El trabajo de campo es aquí el modo en que las autoras enfatizan para dar cauce al necesario protagonismo de la comunidad.

El trabajo de Guido Prada “El encuentro como proyecto. Jardines comunitarios y producción social del hábitat” aporta a la discusión a partir de la especificidad y singularidad de la educación inicial en Argentina. Prada refiere a la lógica de la necesidad que motoriza la acción, con el fin de garantizar un derecho que está siendo vulnerado o desatendido por parte del Estado. Y encuadra el conjunto de acciones individuales o colectivas en el marco de los estudios en torno a la producción social del hábitat analizando con estas lentes y desde el campo disciplinar arquitectónico los procesos de autoconstrucción, de resignificación y reutilización espacial de los jardines comunitarios.

Cerrando esta sección el trabajo de Alejandra Castro y Mariano Faraci, “Espacialidad y procesos de escolarización. Repensar la coexistencia de la multiplicidad, la habitabilidad y la igualdad” aborda la interdisciplina como opción metodológica y epistemológica para pensar la espacialidad como territorio común, donde el espacio es un constructo social, tiene dimensión histórica y política, y se constituye en las interacciones. Esta concurrencia de miradas, perspectivas y voces es trabajada desde la investigación y la docencia de grado, incorporando la variable del trabajo de campo en un conjunto de escuelas públicas de nivel secundario de la ciudad de Córdoba. Vuelve a aparecer aquí como tema el desafío de las políticas públicas educativas de garantizar el derecho a la educación, y es en esta clave que se piensa también la espacialidad, más exactamente cómo contribuir al derecho a la educación en clave de espacialidad. Una espacialidad anclada, al decir de los autores, en territorios con historias sedimentadas, multicapas, en ebullición y producto de los intercambios y diferencias entre los actores sociales y los contextos históricos cambiantes.

La sección ensayos se compone en esta oportunidad de dos contribuciones de importantes referentes en los estudios en torno a la arquitectura escolar en Argentina.

En el primero de ellos, “Una escuela ocupa mucho espacio”, Lucía Espinoza utiliza al programa escolar para repensar la actual situación de crisis de la crítica arquitectónica, volviendo sobre algunos de sus principales puntos de apoyo. Reivindica, por sobre las obras singulares y el sello de autor, la tradición proyectual que se revisa intramuros como parte de su práctica, colectiva, sistemática y cotidiana desde las oficinas técnicas estatales que diseñan desde los prototipos, los planes y los concursos hasta la normativa o los manuales operativos que rigen cada proyecto. Enfatiza la importancia de atender a aquellas arquitecturas menos rimbombantes, aquellas tipologías que fueron construidas a partir de una larga sumatoria de revisiones, muchas descalificadas como producciones burocráticas y, por ello, ausentes de las selecciones canonizadas. Espinoza sitúa a la arquitectura escolar en el contexto de otros problemas proyectuales en debate, como por ejemplo los inherentes a las mutaciones del espacio público y la civilidad en la ciudad contemporánea, así como también, en el contexto de una cadena de discusiones interdisciplinares y producción colectiva.

Como cierre, presentamos el trabajo de Teresa Chiurazzi, “Para una arqueología del dispositivo escolar” donde la autora vuelve sobre el recorrido histórico en el que se definieron las características y dimensiones del dispositivo escolar entre los siglos XIX y XX. El texto obliga a desnaturalizar lo naturalizado, estableciendo relaciones entre el tiempo de vida (y sobrevida) de los edificios, de las normas (su emisión y su vigencia) y de las acciones (en el sentido de lo común: lo institucional, lo pedagógico, lo educativo, lo social, lo colectivo). Propone como hipótesis que las dificultades mayores para pensar otro modo de habitar la escuela se originan en las normas y en las acciones más que en la contundencia del dispositivo material, remarcando a lo largo de la historia una notable capacidad de adecuación. El desnaturalizar las normas habilitaría así el revisarlas, multiplicando los modos de alojar las acciones con dos objetivos de incidencia arquitectónica: recuperar el parque escolar (longevo y reciente) y, en la coyuntura de la pandemia, volver a habitar la escuela.

Finalmente, el Archivo de Obras presenta en esta oportunidad el relato gráfico de la Escuela Santiago del Estero de Rosario, inaugurada en 1956. Esta es una de las últimas obras peronistas y también una de las pocas donde desde la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la Nación el estilo californiano, ampliamente difundido, dejó paso a la experimentación modernista, combinando los postulados corbusieranos con recursos de la arquitectura regionalista brasilera. El archivo se compone por maravillosos planos de su legajo original obtenidos en el Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública, redibujos realizados ad hoc a partir de aquellos por Lara Pendino y María Laura Valerio y fotografías de Walter Salcedo. La vigencia y sutileza de este proyecto escolar de exquisita factura queda así en evidencia, del mismo modo que su lamentable estado actual.

En síntesis, este número de A&P Continuidad configura un estado de la cuestión sobre el espacio y la arquitectura escolar desde una perspectiva con pretensión interdisciplinaria, que recoge muchas de las principales voces de nuestra región dedicadas al tema. En el presente complejo que habitamos, esperamos poder sumar nuevas dimensiones a un debate que asume la necesidad de encontrarnos en las aulas como espacios de aprendizajes compartidos, pero que no elude la importancia de revisar las históricas formas de los edificios escolares, en pos de potenciar ese encuentro.

Notas de autor

(*) Daniela Cattaneo. Arquitecta (UNR, 2000). Doctora en Humanidades y Artes (UNR, 2011). Investigadora Adjunta CONICET con sede en el CURDIUR. CONICET-UNR. Diplomada superior en Infancia, Educación y Pedagogía por FLACSO Argentina. Directora de A&P Continuidad. Profesora Adjunta de Diseño Arquitectónico. Escuela de Ingeniería Civil. FCEIA-UNR. Miembro de la Comisión Académica del Doctorado en Arquitectura, UNR. Codirectora del proyecto de extensión “Diseño y espacio educativo”. Campo de investigación referido a la historia, teoría y crítica de la arquitectura escolar, al proyecto y gestión de espacios educativos y a las vinculaciones entre arquitectura y pedagogía.

ORCID: 0000-0002-8729-9652

cattaneo@curdiur-conicet.gob.ar

(**) María Silvia Serra. Profesora en Ciencias de la Educación (UNR). Magister en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional del Litoral y Doctora en Ciencias Sociales por la FLACSO. Profesora Titular Ordinaria e Investigadora de la cátedra de Pedagogía del Departamento de Formación Docente de la UNR. Directora de la Escuela de Ciencias de la Educación de la UNR (2011-2015).

En los últimos años se encuentra investigando sobre el vínculo entre la educación y la cultura, atendiendo especialmente a las aperturas de los procesos educativos frente a las transformaciones del mundo contemporáneo. Actualmente es Directora de la Maestría Educación, Imagen y lenguajes contemporáneos, que está radicada en el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la UNR y es Coordinadora Académica de la Especialización en Proyecto, Planificación y Gestión de Arquitectura para la educación de la UNL.

ORCID: 0000-0003-3839-5397

maria.silvia.serra@gmail.com

Información adicional

CÓMO CITAR: Cattaneo, D. y Serra, M. S. (2020). Sobre los espacios educativos en el presente. A&P Continuidad, 7(13). https://doi.org/10.35305/23626097v7i13.295

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