Conversaciones

De urbanistas a planificadores. Matices de la transformación de la disciplina urbana en América Latina

From urbanists to planners. Transformation nuances of urbanism in Latin America

Arturo Almandoz Marte (*)
Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
Alejandra Inés Monti (**)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6097

ISSN-e: 2362-6089

Periodicidad: Semestral

vol. 6, núm. 11, 2019

aypcontinuidad01@gmail.com

Recepción: 01 Agosto 2019

Aprobación: 11 Octubre 2019



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.225

CÓMO CITAR: Monti, A. I. y Almandoz Marte, A. (2019). De urbanistas a planificadores. A&P Continuidad, 6(11), 18-25. https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.225

Resumen: La presente entrevista indaga en la transformación del rol de los profesionales avocados a la disciplina regional y urbana, en el período comprendido entre mediados de la década del cuarenta y finales de los años sesenta. Centrando la conversación en la comprensión del pasaje de la figura del urbanista a la de planificador, se proponen iluminar nuevas aristas del debate que, sobre la base de la comprensión histórica del devenir disciplinar, posibilitan una lectura minuciosa de este desplazamiento de orden teórico y práctico. La estrategia de una mirada en clave latinoamericana de los trabajos de investigación de Arturo Almandoz Marte lo convierten en un interlocutor clave para la comprensión de los matices que adquiere la disciplina en lo referido a las ideas, los actores, los referentes y las indagaciones sobre la formación de profesionales vinculados a las necesidades del Estado en el período de estudio.

Palabras clave: expertos, planificadores regionales y urbanos, América Latina.

Abstract: This interview explores the transformation of the role of professionals committed to regional urbanism between the mid-forties and the late sixties. Focusing the conversation on the comprehension of the passage ranging from the figure of the urbanist to that of the planner, the proposal is to illuminate new thematic threads of a debate based on the historical perspective of the disciplinary development which enables a thorough reading of this theoretical and practical shift. The strategy of a Latin American approach for the research of Arturo Almandoz Marte turns him into a key interlocutor for understanding the disciplinary nuances in terms of ideas, actors, referents and inquiries dealing with the training of professionals linked to the needs of the state throughout the time period addressed by this study.

Keywords: experts, regional urban planners, Latin America.

Este número de la revista invita a reflexionar sobre las diferentes variantes que adquieren las prácticas arquitectónicas y del urbanismo en la segunda posguerra. Centrando la conversación en la conversión de la figura del urbanista en experto, se propone un diálogo que aborda las condiciones de una renovada disciplina en el continente que, bajo el influjo de las políticas desarrollistas, requiere de un corpus profesional adaptado a los nuevos escenarios de los Estados. La configuración de equipos técnicos capaces de integrarse a las nuevas oficinas de planificación estatales, las asesorías internacionales, las misiones técnicas y la configuración de centros de formación, investigación y asistencia técnica van a marcar el devenir profesional que abandona las prácticas individuales en pos de la configuración de equipos interdisciplinarios de trabajo formados bajo las más avanzadas prácticas de la planificación regional y urbana de cuño desarrollista.

Para avanzar en este progresivo pasaje a la figura del experto en la región conversamos con el urbanista venezolano Arturo Almandoz Marte quien, desde sus inicios hasta la actualidad, indaga a través de su producción en la historia de la disciplina, partiendo de un abordaje que entrecruza ideas, actores, proyectos e instituciones en el cambiante contexto latinoamericano. Estas aproximaciones convierten a Arturo y a sus investigaciones en referentes ineludibles de los estudios urbanos en perspectiva histórica, subrayando en esta oportunidad un período clave de la transformación de la disciplina que, desde una óptica latinoamericana, permite identificar los matices que caracterizaron este proceso en cada uno de los países de la región.

Alejandra Monti. En tus libros1 sitúas el desplazamiento de la matriz disciplinar en América Latina del urbanismo a la planificación entre mediados de la década del 40 y finales de los 50. ¿El motor de este corrimiento nace del seno de los propios urbanistas? ¿Cuál fue su rol en este proceso y cuáles fueron los mecanismos de reconversión en la figura del planificador?

Arturo Almandoz Marte. Más que ser atribuible a los pioneros mismos, la reconversión del urbanista al planificador es explicable, a mi juicio, por factores de naturaleza diversa. Comenzando por el epistemológico, recordemos que el urbanismo en sus distintas denominaciones idiomáticas –urbanisme, urbanistica, Städtebau y, un poco menos, el town planning o urban planning– tiene un fuerte componente técnico-artístico, en el sentido de la epistemología aristotélica. Más allá del clásico ejemplo de Camillo Sitte, ese componente mantuvo fuerte presencia en el urbanismo durante la primera fase de consolidación disciplinar, desde la década de 1920 hasta la segunda posguerra, cuando el urbanista era en la mayoría de los casos un diseñador proveniente de la arquitectura o la ingeniería.

Plano
Regulador del Distrito Federal,“Estudio Preliminar 1932”, arquitecto Carlos Contreras
Figura 1.
Plano Regulador del Distrito Federal, “Estudio Preliminar 1932”, arquitecto Carlos Contreras
Archivo Carlos Contreras.

Propuesta para la Avenida Principal de Caracas. Maurice Rotival
1938/39
Figura 2.
Propuesta para la Avenida Principal de Caracas. Maurice Rotival 1938/39
Instituto de Urbanismo Universidad Central de Venezuela.

Dado que esos vocablos son con frecuencia intercambiados como sinónimos, puede pensarse que la aparente duplicidad se debe a un vocabulario más rico de las lenguas romances, en este caso, con respecto al inglés, donde urbanism tradicionalmente no tuvo una connotación disciplinar alternativa al town planning británico o al urban planning norteamericano. Esto apenas cambiaría en la era posmoderna, cuando el new urbanism devino una suerte de reinterpretación de principios de la disciplina tradicional. Yo creo que hay además matices conceptuales e históricos asociados a cada término: tal como ha sido esbozado para contextos de industrialización avanzada, a diferencia del urbanisme francés, de la urbanistica italiana o del Städtebau germano, el town planning anglosajón enfatizó valores sistémicos, procedimentales y/o políticos; se apoyó para ello en las ciencias sociales y su aparato técnico en reemplazo del diseño, por resumir así su orientación más general, internacional y evidente para mediados del siglo XX, revisada por ejemplo por Michel Hebbert (2006).

En el contexto latinoamericano juegan además factores idiomáticos y geopolíticos. No es casual que la utilización del término urbanismo, en boga durante las primeras décadas del siglo XX, se viera sustituido desde la segunda posguerra por los vocablos planificación o planeamiento en español, así como planejamento en portugués. Aquí hay que hacer la salvedad de México, donde el término planeación fue utilizado desde el comienzo, probablemente propulsado por el pionero Carlos Contreras. Y tampoco es casual que este se había formado como arquitecto en la Universidad de Columbia, antes de trabajar con Thomas Adams en el plan regional de Nueva York. De allí quizás su familiaridad con el planning, que, como sabemos, es el término original anglosajón para lo que nosotros denominamos urbanismo (Fig. 1). En esa Latinoamérica de la segunda posguerra, norteada por la industrialización y la urbanización, la modernización y el desarrollo, el tránsito de urbanismo a planificación fue también manifestación del relevo y desplazamiento de los polos, de Europa a Estados Unidos, desde donde era importada la modernidad traída por el nuevo aparato de instrumentos asociados con la planificación. Tal como he sostenido en mis publicaciones, fue este nuevo traslatio imperi ocasión propicia para la renovación técnica, procedimental e institucional de la disciplina, al tiempo que ocurría una ampliación del ámbito de la ciudad a la región.

Ahora bien, volviendo a la inquietud de tu pregunta, sí hay ejemplos de ese corrimiento, como lo llamas, por parte de urbanistas que quisieron pasar a ser vistos como planificadores. Pienso en el caso del ingeniero militar Maurice Rotival quien, en guisa de urbaniste, coordinó el primer plan urbano para Caracas en 1939, ejemplo tardío de lo que Gaston Bardet (1939) llamara “Haussmannisme amélioré”. Sin embargo, cuando Rotival volvió a Venezuela a mediados de la década de 1940, esta vez como asesor de la Comisión Nacional de Urbanismo (CNU), pregonó entre sus aprendices locales las bondades de la planificación regional de filiación norteamericana. Trabajando para entonces en la Universidad de Yale, el planificador llegó con notoria preocupación por la región, un ámbito al que el Rotival del plan de 1939 no parecía haber prestado mucha atención. El urbanista de la posguerra también pedía consideración para los aspectos financieros dentro de la metodología de planificación, utilizando una distinción que formularía con más precisión años después –en el artículo “Planification et urbanisme” (1964)– uno puede decir que el antiguo urbaniste ahora deseaba ser considerado como planificateur, la nueva mano derecha de los estadistas norteamericanos (Fig. 2).

AM. Siguiendo a Harvey Perloff (1957) en su apuesta por la definición de la planificación regional como campo de estudio, ¿cuál fue el rol de las universidades en la generación de nuevos programas que dieran respuestas a las nuevas habilidades profesionales? ¿Qué relación existió entre la modernización de las estructuras burocráticas estatales alineadas con las políticas desarrollistas, y el nuevo perfil profesional que cada vez se aleja más del tablero para convertirse en un gestor de políticas públicas, asociado a esta idea de despacialización de la planificación?

Sinopsis de la evolución técnica del urbanismo al desarrollo
Figura 3.
Sinopsis de la evolución técnica del urbanismo al desarrollo
Fuente: Boletín Informativo Nº 23 (1962). Archivo ITU.

AAM. Aunque no estoy seguro de que lideraran el cambio, sino que más bien respondieron a requerimientos de un sector estatal que demandaba aproximaciones más regionales y desarrollistas por parte de la planificación, creo que algunos centros académicos y universidades trataron de responder a las nuevas habilidades profesionales a las que te refieres. Como parte de la agenda de estudios urbanos latinoamericanos patrocinada desde Estados Unidos, ya para la década de 1960 había think tanks que nutrieron esas políticas desarrollistas, tales como el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES, 1961), en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDU, 1964) en la Universidad Católica de Chile. Sin embargo, un caso que me parece más ilustrativo, por ser más temprano y por reflejar la mudanza de ámbitos y metodologías en la disciplina urbanística, es el Instituto de Teoría de Arquitectura y Urbanismo (ITU), rebautizado en 1952 en la Universidad de la República, en Montevideo; allí Carlos Gómez Gavazzo promovió, como sabes, una aproximación integral, racional y multisectorial del planeamiento, epitomada en su famosa Ecuación del Desarrollo (Fig. 3).

La transición del urbanismo al planejamento regional también fue tempranamente propulsada por la visita del padre dominico francés Louis-Joseph Lebret a la Escola Livre de Sociología Política (ELSP) en São Paulo, en 1941, seguido de otros centros académicos brasileños y latinoamericanos por el resto de la década y la siguiente. Tal como ha revisado recientemente la profesora Virginia Pontual (2016), el Movimiento Economía y Humanismo de Lebret abogó por incorporar principios y variables de planificación económica y regional como requisitos para planificar áreas metropolitanas en expansión, a través de la Sociedad para el Análisis Gráfico y Mecanográfico Aplicado a los Complejos Sociales (SAGMACS). El Movimiento de Economía y Humanismo preconizó, en sus inicios, una mejora de la calidad de vida y espacialización del desarrollo tan en boga en la posguerra, a través de un aménagement du territoire de amplia base científico-social.

Con esos ejemplos tempranos también quiero resaltar que el problema de la pérdida de espacialidad al que te refieres, el cual ciertamente he señalado en mis libros, corresponde a una fase posterior de esa aproximación desarrollista. Podría decirse que ocurre desde finales de la década de 1960 y a lo largo de la siguiente, cuando se pierde el referente territorial de la planificación, la cual estaba pasando de una aproximación regional a una nacional y centralizada, norteada por una racionalidad economicista. Y a ello probablemente contribuyeron las mismas universidades, para volver a tu inquietud inicial. Además del CENDES en Venezuela, te puedo dar como ejemplo la carrera de Urbanismo en la Universidad Simón Bolívar (USB) de Caracas, creada a comienzos de la década de 1970. Como egresado de la misma en 1982, te confirmo que buena parte del programa de estudios correspondía a planificación centralizada: más que un diseñador urbano, el perfil profesional con el que fui formado era el de un gestor de políticas públicas, como dices (Fig. 4 y 5).

Usos propuestos del Plano Regulador de Caracas, 1951
Figura 4.
Usos propuestos del Plano Regulador de Caracas, 1951
Fuente: Comisión Nacional de Urbanismo (CNU), Plano Regulador de Caracas.

Plan Regulador Intercomunal de Santiago 1960
Figura 5.
Plan Regulador Intercomunal de Santiago 1960
Dirección de Planeamiento del Ministerio de Obras Públicas de Chile.

AM. En su libro Intelectuales y expertosFederico Neiburg y Mariano Plotkin (2004) reconocen a los expertos modernos como “aquellos técnicos o especialistas que trabajan en y para el Estado, y más recientemente para las ONG y los organismos internacionales. Además la figura del experto evoca especialización y entrenamiento académico […] actuando en nombre de la técnica y de la ciencia, reclamando hacer de la neutralidad axiológica la base para la búsqueda del bien común”. Revisando el contexto latinoamericano, ¿es posible identificar perfiles diferenciados de expertos en función de las redes académicas, las organizaciones supranacionales y las oficinas estatales a las que pertenecen?

AAM. Creo que esa figura del experto moderno a la que te refieres conjuga en parte las vocaciones del político y el científico distinguidas por Max Weber. Uno puede decir que el urbanista tiene algo de científico, porque necesita un conocimiento analítico y sintético del objeto a planificar, desde el barrio hasta el territorio, pasando por la ciudad. Pero también es un político, en la medida en que el urbanismo es, primordialmente, una práctica orientada a la ordenación de ese objeto. Estos son aspectos epistemológicos y profesionales que traté de aclarar en un artículo publicado en 1993 en la revista española Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, el cual revisé en 2018 para una conferencia de la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Urbanismo y Planificación (ALEUP).

Desde Carlos della Paolera hasta Karl Brunner, pasando por Mauricio Cravotto o Carlos Contreras, el urbanista latinoamericano de comienzos de siglo era ya un experto, pero con una cercanía mayor al dominio técnico-artístico que también compone el urbanismo, tal como señalé en la respuesta a la primera pregunta. Esa cercanía se perdería hacia la década de 1960, al imponerse la racionalidad sistémica de la planificación normativa, mientras aparecían cuestionamientos posteriores que acercaron el urbanismo a la política, como en la advocacy planning preconizada por Paul Davidoff (1973). Aunque orientado al caso británico, ese sucesivo cambio de paradigmas en la planificación urbana desde la segunda posguerra ha sido resumido por Nigel Taylor (2010) mirando a un planificador que, en el segundo tercio del siglo XX, osciló entre el político y el experto. A mi juicio, la esclarecedora aproximación de Taylor resulta, mutatis mutandis, predicable de otros contextos.

En el marco de esas grandes fases y orientaciones, el experto al que creo que te refieres puede ser entonces el tecnócrata de la segunda mitad del siglo XX, cuando prima la dimensión política y sistémica de la planificación, en medio de una racionalidad económica, perdiéndose con frecuencia la ligazón original con el espacio. En nuestro campo de estudios urbanos y territoriales, creo que ese experto –acaso más un político que un científico, jugando de nuevo con la distinción weberiana– se posicionó cuando la planificación fue conectada –y eventualmente subordinada– a los objetivos del desarrollo económico, a través de las oficinas nacionales de planificación centralizada.

Desde el mismo ámbito académico, un ejemplo de esa vinculación puede verse, hasta donde entiendo, en la creación en 1959, en Uruguay, de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), alineada con los objetivos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). La CIDE fue asesorada por Carlos Gómez Gavazzo desde el ya mencionado ITU, con sede en la Universidad de la República. Sin embargo, la CIDE fue remplazada por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), la cual finalmente priorizó los objetivos económicos por sobre los territoriales. Si nos movemos más hacia el ámbito administrativo, también está el ejemplo de la Oficina Central de Coordinación y Planificación (CORDIPLAN) creada en 1958 en Venezuela, la cual congregó a muchos de los expertos planificadores anteriormente vinculados a la Comisión Nacional de Urbanismo (CNU). En el decreto de creación de CORDIPLAN, los objetivos del desarrollo económico debían anclarse en el sistema de ciudades y el territorio; sin embargo, a mi juicio, ese anclaje se perdió en las décadas siguientes, cuando los expertos de la planificación económica impusieron su primacía, sin importar que originalmente pudiesen provenir del ámbito arquitectural o urbanístico.

AM. ¿Qué sucedió con estos expertos una vez que el desarrollismo cerró su ciclo de oro y nos enfrentamos no solo al desencanto expresado en la Teoría de la dependencia, sino también a una pérdida progresiva de las democracias en el continente y las consecuentes limitaciones de las libertades individuales que habían caracterizado los principios rectores de la planificación de matriz desarrollista en América Latina?

AAM. Parte de esos expertos del desarrollismo, en primeras instancias, regresaron o migraron a las universidades y centros académicos, tal como lo ilustra el ciclo de la Teoría de la dependencia. Como sabes, desde los años sesenta se hizo necesario explorar explicaciones más sociopolíticas que económicas de los desbalances y las contradicciones que impedían a Latinoamérica alcanzar el desarrollo de corte funcionalista preconizado por la CEPAL. Surgida de ese malestar continental, la Teoría de la dependencia reinterpretó la antinomia centro-periferia cepalina, según la cual, grosso modo, el atraso latinoamericano solo podría ser superado a través de la profundización de la Industrialización por Sustitución de Importación (ISI) y la intervención estatal. La aproximación dependentista originalmente no se opuso a las iniciativas de la CEPAL, considerando especialmente que en esta trabajaron algunos de sus teóricos, como Celso Furtado, profesor de las universidades de Cambridge, Sorbona y Washington después del golpe de estado de 1964 contra João Goulart, de cuyo gabinete fuera Furtado ministro de Planificación. Pero en la medida en que la ISI evidenció su agotamiento, la Teoría de la dependencia devino una interpretación predominantemente marxista opuesta al desarrollismo capitalista.

Con contribuciones pioneras de académicos como André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos, y más de tarde de Celso Furtado, Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, la teoría se convirtió en una escuela internacional de ciencias sociales de orientación neomarxista, en concordancia con el clima político de la Guerra Fría. La escuela proveyó, como es bien sabido, una matriz para entender el atraso latinoamericano durante las eras colonial y republicana, incluyendo las dimensiones económica, política y social del subdesarrollo. Algunos de sus exponentes se abocaron a temas de desigualdad territorial y urbanización dependiente, como Milton Santos y Manuel Castells, quienes trabajaron en universidades de los Países No Alineados, entre los cuales destacara Chile durante el gobierno de Salvador Allende. De allí en parte la importancia del ya mencionado CIDU, en la Católica de Chile, y otros centros latinoamericanos que tú has trabajado (Fig. 6). En las antípodas del dependentismo, los expertos planificadores también encontraron cabida en funciones más tecnocráticas, cónsonas con el neoliberalismo latinoamericano, que llegó en los setenta para quedarse hasta fines de siglo. En el caso pionero de Chile, es significativa la incorporación de Sergio de Castro como ministro de Economía entre 1974 y 76, quien lideró a los Chicago Boys que implementaron el programa de libre mercado. Porque no hay que olvidar que buena parte de este fue el desmantelamiento de la planificación centralizada heredada del ciclo desarrollista. El medio académico fue clave para esa reconversión, en la medida en que proveyó los expertos, tal como lo probó Arnold Harberger desde la Universidad Católica. Piedra angular de un convenio de la Agencia Estadounidense de Ayuda para el Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés) entre la Universidad de Chicago y el departamento de Economía de la Universidad Católica de Chile, Harberger y sus enseñanzas sobre finanzas gubernamentales y los efectos de políticas públicas influyeron por más de cincuenta años entre profesionales chilenos estudiados en Chicago, tal como lo reconoció el mismo De Castro (2007).

AM. A partir de finales de la década del setenta es posible advertir la crítica al núcleo conceptual y metodológico de la planificación, más que nada en el uso de las estadísticas y la mirada interdisciplinaria, desdibujando el rol de los arquitectos y urbanistas. ¿Cómo ves en la actualidad el futuro de la disciplina con la creciente incorporación de nuevas tecnologías de análisis, recolección y mapeos de datos? ¿Crees que nos enfrentamos a un nuevo momento de separación entre la intervención en el territorio y el conocimiento del mismo?

 Programa de la asignatura Análisis Urbano dictado por Manuel
Castells en el Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano (CIDU) 1971
Figura 6.
Programa de la asignatura Análisis Urbano dictado por Manuel Castells en el Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano (CIDU) 1971
Archivo CIDU, Instituto de Estudios Urbanos Territoriales. PUC.

Mapa interactivo de Buenos Aires
Figura 7.
Mapa interactivo de Buenos Aires
Disponible en: http://mapa.buenosaires.gob.ar.

AAM. Voy a comenzar con algo anecdótico. Desde que yo estudiaba urbanismo en los años setenta, algunos arquitectos y estudiantes de arquitectura se mofaban de nosotros llamándonos urbanistas de origen y destino, haciendo referencia a nuestro uso impenitente de encuestas de transporte y movilidad. Este era apenas uno de los componentes que, junto a la demografía y la macroeconomía, pasando por la investigación de operaciones para la toma de decisiones, hacían uso de esas estadísticas y técnicas que, en parte, desplazaron el núcleo espacial y morfológico del urbanismo. Todo ese plexo de técnicas, así como la consiguiente pérdida de espacialidad, formaba parte de la ya mencionada aproximación sistémica, tan en boga cuando yo estudiaba.

Me parece que el escenario ante la penetración de nuevas tecnologías a las que te refieres es ahora distinto. Primeramente porque el espacio, afortunadamente, ha sido reinsertado en el urbanismo desde el posmodernismo y la planificación estratégica de las décadas de 1980 y 1990. En efecto, tras la subestimación de la forma urbana en la planificación sistémica de los sesenta, la reaparición de esa forma, realzando la importancia del proyecto por sobre el plan, ha fortalecido de nuevo, puede decirse, la ligazón con el componente artístico que estuvo en los orígenes de la disciplina. Así lo ha barruntado François Ascher (2004), por ejemplo, con respecto al denominado neourbanismo, entre otras corrientes de entre siglos.

En segundo lugar, creo que también esas nuevas tecnologías y aplicaciones a las que te refieres tienen una relación intrínseca con el espacio. Porque desde Google Maps hasta GPS, ese espacio y territorio digitalizados están en la base del aparataje tecnológico, de una manera como no estaban en la aproximación sistémica de mediados de siglo. Y ello permite vislumbrar una vuelta a una nueva relación con la técnica espacial y territorial, como estuvieron estas en los orígenes del urbanismo, siempre enmarcados en la orientación primordialmente práctica de la disciplina (Fig. 7). De manera que, tras mudanzas de paradigma en la práctica urbanística –incluyendo la emergencia de la gestión y la reinstauración del proyecto– puede decirse, a mi juicio, que la ligazón con la técnica se mantiene vigorosa. Y es que el abundante aparato técnico involucrado en las actividades urbanísticas –desde la dotación de infraestructuras hasta la construcción edilicia– debe estar dirigido a la producción y transformación del espacio físico de acuerdo a objetivos y pautas determinados por los instrumentos de planificación, tal como ya lo había advertido Gabriel Dupuy (1978) desde los años setenta. Y es por ello que, creo yo, no puede hablarse de técnica sin práctica urbanística, incluso estando ahora ambas actualizadas por las nuevas tecnologías y los medios digitales a los que te refieres •

Referencias bibliográficas

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Notas

1- Se hace referencia principalmente a los libros que tienen una clara vocación de abordaje de la escala latinoamericana como objeto de indagación disciplinar.
2- al como hacen notar Lucio de Souza y Lorena Logiuratto (2014) en el capítulo “Planificación”. Ver: De Souza, L. y Logiuratto, L. Planificación. En AA. VV., La aldea feliz. Episodios de la modernización en Uruguay (pp. 140-151) Montevideo, Uruguay: Facultad de Arquitectura, Universidad de la República.

Notas de autor

(*) Arturo Almandoz Marte. Urbanista cum laude (Universidad Simón Bolívar). Diploma de Técnico Urbanista (Madrid). Magíster en Filosofía (Universidad Simón Bolívar). PhD por la Architectural Association School of Architecture (1996). Posdoctorado por el Centro de Investigaciones Posdoctorales (Universidad Central de Venezuela 2004). Profesor Titular del Departamento de Planificación Urbana, USB y Titular Adjunto de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) desde 2010, afiliado al Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales (IEUT). Cuenta con una dilatada producción de artículos en revistas especializadas entre los que se destaca “Urban planning and historiography in Latin America”, Progress in Planning, 65(2). Miembro electo del consejo de la International Planning History Society (2003-2006; 2007-10), Fue director de la revista interdisciplinaria Argos (USB, 2006-08), además de desempeñarse como Latin American Book Review Editor de Planning Perspectives (Reino Unido, 2003-10).

almandoz@usb.ve

(**) Alejandra Inés Monti. Arquitecta (FAPyD, UNR). Magister en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad (UTDT), Doctora en Arquitectura (UNR). Investigadora Asistente CONICET (2019). Investigadora Responsable Proyecto Fondecyt Postdoctoral Nº3170311 en la Pontificia Universidad Católica de Chile (2017-2019). Jefa de Trabajos Prácticos Área Teoría y Técnica Urbanística. Ha publicado diversos artículos sobre historia de la planificación regional y urbana, referidos fundamentalmente a la segunda mitad del siglo XX.

ORCID: 0000-0002-3182-6994

montialejandra@gmail.com

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CÓMO CITAR: Monti, A. I. y Almandoz Marte, A. (2019). De urbanistas a planificadores. A&P Continuidad, 6(11), 18-25. https://doi.org/10.35305/23626097v6i11.225

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